Читать книгу Counseling centrado en la persona - Dave Mearns - Страница 8
INTRODUCCIÓN
ОглавлениеEl 8 de julio de 1997, se fundó en Lisboa la Asociación Mundial de Psicoterapia y Counseling Centrados en la Persona y Experienciales y tres años más tarde, en Chicago, en una asamblea general, se aprobaron por unanimidad sus estatutos. Estos eventos probablemente habrían sorprendido al Dr. Carl Rogers, el pionero creador del counseling centrado en la persona, y quizás hasta lo hubieran horrorizado, ya que sentía un disgusto casi visceral hacia las asociaciones y organizaciones. Para Rogers, tendían a llevar a una forma de profesionalismo atrincherado en el cual resulta muy fácil que las necesidades y los insights de los consultantes sean obscurecidos por formas de conocimiento experto que sirven para reafirmar la importancia, el prestigio y el poder de los terapeutas. Sin embargo, para los profesionales de todo el mundo la formación de la Asociación Mundial marcó un hito importante en la evolución de un enfoque del counseling y la psicoterapia que tenía sus orígenes en el trabajo de Rogers y sus colegas en las décadas de 1930 y 1940. Ofreció la posibilidad de lograr una identidad más firme y una voz más potente en un momento en el cual, como ahora, las ideas y las creencias imperantes eran menos que favorables a muchos de los principios que desde su inicio sustentaron la teoría y la práctica del counseling centrado en la persona.
La verdad central de Rogers era que el consultante es el que sabe mejor. Es el consultante el que sabe qué le duele, dónde siente el dolor y el que a fin de cuentas descubrirá la forma de salir adelante. La tarea del counselor es ser el tipo de acompañante que pueda relacionarse con el consultante de manera tal que éste pueda acceder a su propia sabiduría y recobrar su propia auto dirección. Los diferentes nombres con los que se identificó a este enfoque a lo largo de los años dan testimonio de los principios fundamentales. Rogers comenzó llamando counseling no directivo a su manera de trabajar, enfatizando así la importancia del counselor más como un compañero no impositivo que como un guía o experto en la vida de otra persona. Como los críticos interpretaron la no directividad como una cierta pasividad mecánica de parte del counselor, Rogers posteriormente describió a su enfoque como centrado en el cliente, poniendo así mayor énfasis en la centralidad del mundo fenomenológico del consultante y en la necesidad del counselor de permanecer sintonizado fielmente con la manera en que el consultante experimenta y percibe la realidad. Muchos profesionales en todo el mundo siguieron llamándose a sí mismos “centrados en el cliente”. Sostienen que cuando Rogers mismo usó por primera vez la expresión centrado en la persona estaba pensando en enfocar con una cierta actitud ciertas actividades realizadas fuera del consultorio de counseling, como el trabajo grupal, los procesos educacionales y la comprensión entre culturas. Sostienen que la expresión enfoque centrado en la persona debería continuar utilizándose sólo para los contextos externos al counseling. Si bien respetamos ese punto de vista, optamos por la expresión counseling centrado en la persona y la utilizamos en todo este libro. Ambos somos miembros comprometidos de la Asociación Mundial y nos parece totalmente apropiado adherir a la descripción que aparece en el nombre de la Asociación.
Nuestra decisión de usar la expresión “centrado en la persona” no se basa solamente en un deseo de alinearnos con la terminología de la Asociación Mundial. Existen por lo menos otras tres poderosas razones. En primer lugar, no es cierto que Rogers mismo haya limitado siempre la expresión enfoque centrado en la persona a actividades externas al counseling. Hay claros ejemplos en los que utilizó “centrado en la persona” y “centrado en el cliente” en forma indistinta y se sentía plenamente satisfecho de participar en cursos de entrenamiento que apuntaban a formar counselors y psicoterapeutas centrados en la persona. Sin embargo, es más importante la segunda razón, que se basa en nuestra creencia de que la descripción “centrado en la persona” transmite más fielmente el doble énfasis en el mundo fenomenológico del consultante y en el modo de estar del counselor. Nuestra actividad terapéutica es esencialmente el desarrollo de una relación entre dos personas; tanto el mundo interno del consultante como el del counselor tienen igual importancia para forjar una relación que servirá, de la mejor manera posible, a las necesidades y los intereses del consultante. El concepto de profundidad relacional tiene gran importancia en la búsqueda de eficacia terapéutica y la habilidad del counselor de vincularse en profundidad con el consultante depende de su propia disponibilidad para entrar sin temor en el encuentro. El counseling centrado en la persona es, esencialmente, una relación entre dos personas, y ambas están comprometidas a avanzar hacia una mayor plenitud de ser. La tercera razón para optar por la expresión “counseling centrado en la persona” tiene que ver con la continuación del trabajo de Rogers que distintos profesionales realizaron después de su muerte, en 1987. Cuando estábamos trabajando en la primera edición de este libro, Rogers todavía estaba vivo y en el Reino Unido sólo había pocas oportunidades para formarse con profundidad en este enfoque. El resultado fue una situación que nos parecía muy lamentable, en la cual muchos profesionales con inadecuada o mínima comprensión fueron formados para llamarse “centrados en la persona”, trayendo desprestigio al enfoque con su práctica superficial, confusa o erróneamente anárquica, que no tenía ninguna base sólida en la verdadera teoría centrada en la persona. En una segunda edición, unos diez años más tarde, relatamos que aunque todavía quedaban elementos de la situación de los años 80, que aún alimentaban nuestra exasperación, existía un cierto número de cursos formativos especializados que tenían una trayectoria académica consolidada. En síntesis, era cada vez más factible identificar a un creciente grupo de profesionales que había recibido un entrenamiento profundo en el enfoque. Al mismo tiempo, se había producido un florecimiento de la literatura sobre el enfoque, se crearon asociaciones profesionales y se concretó un considerable número de nombramientos docentes en universidades británicas. Era mucho más difícil, ahora, lucir una falsa etiqueta de “centrado en la persona” o alegar ignorancia de la real, frente al desarrollo cada vez mayor del enfoque en institutos de formación y actividad académica.
En años recientes, la situación tanto aquí (en Gran Bretaña) como en otros países ha dado un giro que, a la vez que complejizó el campo, fortaleció nuestra convicción de conservar la expresión “centrado en la persona”. Como es quizás inevitable después de la muerte de una figura destacada, quienes fueron más influenciados por su trabajo comienzan a seguir sus propios caminos, desarrollando algunos aspectos del trabajo original y abandonando otros. En el caso de Rogers, esto era predecible, ya que a lo largo de toda su vida siempre había insistido en el carácter provisional de la teoría y había estado totalmente abierto a las nuevas experiencias y los nuevos resultados de la investigación. El nombre de la Asociación Mundial es también revelador. La incorporación de la palabra “experiencial”1 indica que la asociación invita a los profesionales que han sido profundamente influenciados por el trabajo de Eugene Gendlin y su psicoterapia orientada al focusing, así como también a aquellos que enfatizan el proceso de experienciar del consultante y ven al counselor como facilitador experto del proceso, mientras que mantienen una postura de no directividad con respecto al contenido. Tales vástagos de la rama principal de lo que se podría llamar counseling clásico centrado en el cliente son, para nosotros, evidencia de una situación sana. Demuestran un enfoque que no está moribundo y en el cual los profesionales están abiertos a nuevos desarrollos prácticos y teóricos a la luz de la experiencia. Al mismo tiempo, escritores como Lietaer (2002), Schmid (2003) y Sanders (2000) intentaron elucidar los principios o los criterios irreducibles del trabajo centrado en la persona, haciendo así posible diferenciar los desarrollos que siguen siendo fieles al núcleo central de los conceptos básicos de los que se han desviado tanto de los orígenes del enfoque que ya no son lo que Margaret Warner (2000b) describió como “tribus” de la nación centrada en la persona. Para nosotros, el counseling centrado en la persona es una denominación apropiada para aglutinar a todas esas “tribus” que suscriben a los principios primarios o del enfoque; anhelamos que lo que sigue sea valioso para los profesionales o aquellos que se están formando, ya sea que se consideren counselors centrados en el cliente “clásicos” o prefieran identificarse con una u otra de las tribus centradas en la persona más recientes. Por nuestra parte, mientras que por temperamento y experiencia nos ubicamos en el extremo clásico del continuo, pusimos nuestro mejor esfuerzo en desarrollar y refinar muchos de los constructos teóricos originales de Rogers y ese trabajo está incorporado en este libro. El counseling centrado en la persona, como nosotros lo vemos, no está grabado en tablas teóricas de piedra, ni restringido a una forma particular y exclusiva de la práctica.
Donde el libro se limita intencionalmente es en su foco primario en la práctica informada –como es ésta– por lo que confiamos que sea una exposición clara de la teoría. No pretende ofrecer una exploración detallada de estudios de investigación o elaborar un análisis de la investigación. Por lo tanto, no se menciona gran parte del cuidadoso trabajo de los investigadores norteamericanos de las últimas generaciones, como tampoco el trabajo más reciente de eminentes investigadores europeos. Invitamos a los lectores que desean subsanar esta deficiencia a consultar la monumental historia del enfoque de Goff Barrett-Lennard (Sage, 1998), que presenta, entre otras cosas, un completo informe de la inserción del enfoque en la investigación. PCCS Books (una editorial dedicada al enfoque centrado en la persona y fundada a principio de los ‘90) también ha publicado una colección de escritos de la Conferencia Internacional de Chicago de 2000, incluyendo informes de recientes estudios de investigación sobre este punto (Watson, Goldman y Warner, 2002). Desde 2002, la Revista Internacional de Psicoterapias Centradas en la Persona y Experienciales, actualmente en su sexto volumen, representa el vehículo principal para divulgar nuevos desarrollos en el enfoque.
Esperamos que también esta nueva edición de Counseling centrado en la persona en acción esté escrita de manera tal que resulte útil a los profesionales y estudiantes en Europa, América y otras partes del mundo donde el enfoque centrado en la persona está prosperando. Sin embargo, hay dos temas que quizás son característicos de Gran Bretaña y necesitan aclaración para los lectores de otros países. En primer lugar, hay varias referencias al trabajo que el counselor hace con su supervisor. Este énfasis en la supervisión refleja el encuadre británico, donde la acreditación continua con la Asociación Británica de Counseling y Psicoterapia requiere supervisión de por vida, una condición que, por lo que sabemos, no es obligatoria en la mayor parte de América y de Europa continental. En segundo lugar, debe entenderse que, en lo que se refiere al enfoque centrado en la persona, las actividades de counseling y psicoterapia suelen considerarse indistinguibles porque los procesos implicados entre el profesional y el consultante siguen siendo iguales, independientemente del nombre dado a la actividad. Para los lectores norteamericanos, la situación es aún más confusa, porque en Gran Bretaña la palabra counseling tiende a ser utilizada mucho más en contextos que en América del Norte serían denominados psicoterapia. En este libro, seguimos siendo congruentes con el espíritu de la serie refiriéndonos a lo que hacemos como “counseling” y limitándonos a relaciones terapéuticas relativamente cortas. Ninguno de los casos que presentamos duró más de un año.
Este libro, como en sus ediciones anteriores, procura invitar al lector a la experiencia viva del counseling centrado en la persona. Intenta atraer a profesionales y estudiantes tanto a nivel emocional como intelectual. Sobre todo, intenta transmitir el entusiasmo –a veces, combinado con la ansiedad y el riesgo– de relacionarse con otro ser humano en profundidad. También, esperamos que el libro sea leído por algunos posibles consultantes y más particularmente por los que pudieron haber tenido la experiencia desafortunada de encontrarse con profesionales de la ayuda que, por temperamento o por entrenamiento, hayan sido renuentes a encontrarse con ellos como personas. Los capítulos iniciales presentan una descripción contemporánea de los principales constructos teóricos del enfoque y de las demandas sobre el counselor en términos de su propio conocimiento y actitud disciplinada con su sí mismo.2 De ahí en adelante, el lector se zambulle en los desafíos que el counselor centrado en la persona enfrenta momento a momento en su trabajo y con todos los dilemas que inevitablemente se le presentan. Se exploran de cerca las actitudes y las habilidades, especialmente cuando éstas disparan en el counselor la capacidad y el atrevimiento de entrar en profundidad relacional con las personas que antes pudieron haber sido gravemente heridas dentro del contexto de relaciones que resultaron traicioneras o abusivas. Una parte substancial del libro se dedica a la experiencia de una relación terapéutica en particular a la que la buena voluntad de la consultante de participar plenamente en el proceso de reflexión sobre su viaje terapéutico hace más vívida. El libro concluye con los dos co-autores pasando un momento agradable, respondiendo a las preguntas hechas a menudo por los alumnos, nuevos profesionales, profesionales experimentados y counselors curiosos u hostiles de otras orientaciones. Damos la bienvenida a la oportunidad de hacer frente a estas preguntas, que se dan con frecuencia al final de una conferencia agotadora o de un taller, cuando lo que estamos deseando es un gin tonic.
Esperamos alentar a los lectores a reflexionar acerca de sus propios procesos terapéuticos –ya sea como counselor o consultante– y que puedan contagiarse de algo del entusiasmo que siempre experimentamos cuando intentamos poner en palabras la belleza y el misterio del encuentro persona a persona al que llamamos counseling. Sabemos, por supuesto, que el intento será infructuoso porque solamente la poesía, en su más rica expresión, puede verdaderamente capturar tal belleza y penetrar en el corazón del misterio.
1 Ver Glosario al final del libro. (N. del E.).
2 Ver Glosario al final del libro. (N. del E.).