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Proceso difícil

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Para los dos autores de este libro la contribución teórica más significativa de los últimos años es la elaboración de Margaret Warner de la noción de proceso difícil. Como todo ser humano, la persona con un proceso difícil busca entender, otorgarle significado a su experiencia social, pero a diferencia de otros tiene que hacerlo mientras está enfrentando circunstancias de desarrollo extremadamente inhibidoras. Por ejemplo, en un proceso frágil la persona padeció “fracaso empático” (Warner 2002a: 150) por parte de las figuras parentales de su vida. Al principio de nuestro desarrollo dependemos solamente de la empatía de nuestros padres o de las personas que nos cuidan para aprender a procesar nuestras experiencias. Si hay empatía, le transmiten al niño un reflejo de lo que expresó de modo que puede gradualmente alinear su experiencia y la expresión de la misma y así desarrollar la sofisticada habilidad de entender lo que siente, manejar sus sentimientos y relacionarse con los otros eficazmente desde su mundo afectivo. Pero en el caso de fallar la empatía, el feedback que reciba puede ser mínimo, no existir o estar extremadamente distorsionado. Si se golpea la rodilla y grita de dolor, puede recibir como respuesta de sus padres variaciones de:

 “Oh, eso debe haberte dolido” (y lo abraza).

 Los padres ignoran su sufrimiento.

 “Vamos, vamos, no hay necesidad de gritar tanto.”

 “Vamos, vamos, los chicos grandes no lloran.”

En el primer ejemplo, le responden empáticamente, pero en los otros no encuentra respuesta o es mínima; y el último, nos muestra una compleja distorsión que equipara su dolor con debilidad o falta de madurez.

La calidad de la empatía de la persona que cuida a un niño varía día a día. Algunas veces esa persona está presente para la criatura y otras puede estar demasiado absorbida por su propia supervivencia. Las variaciones de este tipo son normales y no dañan al niño en lo que hace a su desarrollo. Es más, cuando tales variaciones se producen sobre una base sólida ayudan al niño a lograr una sofisticación aún mayor para procesar su experiencia, porque hay veces en que necesitan procesar la brecha entre su experiencia y el feedback del progenitor, quizás llegando a la siguiente conclusión: “Mamá ignoró mis gritos… pero igual dolió”. Sin embargo, cuando el niño no tiene una base empática sólida –cuando lo normal es que la empatía esté ausente– su forma de procesar se vuelve frágil. Margaret Warner describe las dificultades que manifiestan los clientes con esa manera de procesar:

Los clientes que tienen un estilo frágil de procesar tienden a experienciar los temas importantes con niveles muy bajos o muy altos de intensidad. Tienden a tener dificultad para empezar y detener las experiencias que le son personalmente significativas o con carga emocional; además es probable que tengan dificultades para tomar en cuenta el punto de vista de otra persona y al mismo tiempo permanecer en contacto con sus experiencias. Por ejemplo, un cliente puede hablar superficialmente la mayor parte de la hora de terapia y sólo conectarse con los sentimientos subyacentes de ira justo sobre el final. Entonces puede sentir que le es imposible tranquilizarse lo suficiente como para volver al trabajo. Puede pasar horas caminando en el parque tratando de manejar la intensidad de lo que siente. El cliente puede llegar a hablar acerca de los sentimientos de ira con el terapeuta y anhelar entenderlos y manifestarlos. Aun así los comentarios que haga el terapeuta para explicar la situación o mostrar su desacuerdo con el cliente serán sentidos por éste como intentos por parte del terapeuta de aniquilar su experiencia. (2000a: 150).

Margaret Warner también describe el proceso disociado. Lo primero que observa es que todos y cada uno de sus clientes que muestran un proceso disociado fueron traumatizados por abuso físico o sexual antes de la edad de siete años. Continúa describiendo el proceso:

A una edad tan temprana los niños tienen una facilidad de sugestionarse casi hipnótica. Si se enfrentan con un trauma abrumador y carecen de maneras más complejas de sobrellevar sus experiencias, quizás disponibles para niños más grandes, nuestros clientes parecen haber encontrado una solución en la disociación. Una clienta, por ejemplo, descubrió que si miraba los puntos del empapelado se podía separar, quedando afuera del temor y la angustia de ser violada por su padre. Algunos clientes se describen como experienciándose fuera de sus cuerpos y observando los eventos desde el cielorraso.

Es comprensible que en estas circunstancias la disociación sea extremadamente “reforzante”. Los niños pasan de una angustia extrema a una ausencia de dolor intenso y una capacidad de no pensar en ello al día siguiente. Esta capacidad hace que la vida les parezca tolerable y a algunos hasta les permite tener la ilusión de disfrutar de una vida familiar normal y feliz. (2000a: 160).

El proceso disociado puede tomar muchas formas, en las que diferentes partes de la persona desarrollan sus propias características distintivas y la persona puede pasar de una a la otra; a veces, consciente y deliberadamente y, en otras ocasiones, de una manera que aparentemente está fuera de control. Es interesante comparar los procesos disociados con la psicología de las configuraciones. (Mearns, 2002; Mearns y Thorne, 2000). Las configuraciones son “partes” de “sí mismo” que se han desarrollado para manifestar diferentes temas dentro de sí mismo (ver más adelante en este capítulo). Se puede sostener lo mismo de las “partes” disociadas, pero ellas tienden a estar mucho más separadas unas de las otras; a veces, unas ni siquiera conocen la existencia de las otras, y hay un grado mucho más alto de personificación en las partes disociadas, pueden parecer personas totalmente diferentes. Una hipótesis interesante es que el proceso disociado es una extensión radical de las configuraciones. Al tratar de sobrellevar el trauma, se forman diferentes partes para representar los distintos temas y crear un sistema de contención autoprotector. Pero si bien ese proceso puede ser efectivo en casos de conflictos psicológicos menos profundos, se ve superado más allá de sus límites si tiene que enfrentar altos niveles de trauma. En lugar de que las partes puedan contener y expresar el conflicto, éste termina por escindirlas. (Warner y Mearns, 2003).

En un proceso difícil, del cual el egosintónico antes mencionado puede ser otro ejemplo, vemos los resultados del proceso actualizante tratando de enfrentar circunstancias de desarrollo desafiantes y hacer lo mejor posible para ayudar a la persona a sobrevivir y desarrollarse (aunque dentro de límites estrechos). El proceso difícil, en su inicio, no es un “trastorno”, ni una “patología”, ni una “enfermedad”. Son los esfuerzos de la persona para sobrevivir, así como la fiebre no es la enfermedad sino un intento del organismo de combatirla. Ésta es una característica distintiva de la perspectiva del enfoque centrado en la persona. El enfoque no apunta a la “reducción” de síntomas, sino a facilitarle al consultante la capacidad de explorar y comprender sus procesos. Más aún, el proceso difícil no es la totalidad de la persona. Representa los esfuerzos que hizo en el pasado para sobrevivir en circunstancias relacionales difíciles.

Evidentemente, la persona habrá tenido otras experiencias de relación y ellas también habrán tenido un impacto. En nuestra experiencia clínica suele haber otra parte, o partes, de la persona, que reflejan algo diferente al proceso difícil. A menudo se manifiestan en counseling como una pequeña voz disonante. Suelen estar relegadas a un segundo plano en relación con el empuje dominante del proceso difícil. Una de las fortalezas de un enfoque orientado a las relaciones, como el del counseling centrado en la persona, es que esta parte, pequeña al principio, puede ser atraída y comprometida por la relación terapéutica. En el contexto de esta relación nueva y saludable, puede presentarse con mayor frecuencia. A medida que esa voz crezca en fuerza, se establecerá un diálogo con el sí mismo más pleno, la disonancia dentro del sí mismo se intensificará y el cambio comenzará a ser posible.

Counseling centrado en la persona

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