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Capítulo 2
El contexto del caso
El ejército francés en 1894

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Después de la derrota Sedan, todo un drama nacional, el invasor alemán sitúa sus armas en una cuarta parte del territorio, por lo que se hace imposible concebir una alianza con Alemania, a pesar de los avances de Bismarck. Pero Francia tiene que salir de su aislamiento, ya que los demás países de Europa han firmado un pacto con él (Inglaterra, Austria-Hungría, Italia). Por eso, el gobierno decide acercarse a Rusia, las antípodas de la ideología republicana: es la época de los famosos préstamos rusos.

Las relaciones entre los diplomáticos franceses y alemanes son cordiales pero distantes. La cuestión de Alsacia y Lorena levanta una barrera para el posible entendimiento. La unión con Alemania se ha hecho imposible, y no debe excluirse la posibilidad de un nuevo conflicto que incluso algunos desean. Para Francia, esto implica la reorganización inevitable de sus fuerzas armadas militares, por lo que se adoptan diferentes medidas con el siguiente objetivo: se impone la realización del servicio militar a todos los ciudadanos, los cuerpos militares se reorganizan, se abren las escuelas de instrucción, se instaura la realización de grandes maniobras, se desarrollan nuevos métodos para una guerra moderna; en resumen, se pone en marcha un gigantesco plan de organización de los hombres y de las estructuras.

En lo que se refiere a las armas, la elección se hace sobre el fusil Lebel, con mecanismo de repetición, y el revólver de tambor se convierte en el arma del soldado. La artillería inicia la competencia con Alemania; el famoso cañón 75 aparecerá en 1897; entre el norte y el este se extiende una red defensiva.

Una vez transcurridos los peores años que siguieron a la derrota, la figura del oficial militar adquiere, a ojos de la población, una buena imagen, incluso alcanza un importante prestigio. Objetivo: la revancha.

Sin embargo, para empuñar un arma es necesario defender determinados valores. Ahora bien, la agitación política de los últimos años entre monarquía, imperio y república ha propiciado el nacimiento de interrogantes en el seno de la población militar. ¿Qué hay que defender? ¿Para qué? Ya no hay rey, ni emperador, y los gobernantes se suceden a un ritmo incesante.

El viejo ejército, el que defendía los valores de la monarquía, de una monarquía antaño muy vinculada a la causa militar, se ha desmoronado. Hoy se les dice a los oficiales que hay que defender los valores republicanos.

Sin embargo, muchos militares proceden de la aristocracia y de la burguesía conservadora y católica. El ejército se convierte en un refugio contra el nuevo orden impuesto por el pueblo, ese pueblo que da miedo a los nostálgicos del antiguo orden. Entre los oficiales superiores se observa una vinculación mayoritaria hacia la monarquía. Se preguntan cuál es el papel del ejército en una democracia. ¿El ejército no está hecho para defender al rey y la religión? Al cabo de poco tiempo, la religión ya no tendrá nada que ver con el poder. Por todas estas razones, la mayor parte de los detractores de Dreyfus evocan valores de obediencia y de autoridad a veces utilizados contra los principios de la República. Los oficiales se siguen considerando por encima de las leyes, por encima de todo.

¿Era antisemita el ejército francés? Ninguno de los jefes militares entre 1894 y 1899 puso en duda la culpabilidad de Dreyfus, aunque no fueron los únicos. Sin embargo, las pruebas de su inocencia deberían haberles hecho cambiar de punto de vista. No obstante, se negaron a poner en duda la sentencia de un Tribunal militar. Como consecuencia, durante la Segunda Guerra Mundial, todavía había generales – Godfroy y Weygand— que seguían condenando a Dreyfus. En la época de los hechos, únicamente Lyautey, un futuro mariscal, dudaba de su culpabilidad y no se ilusionaba con las razones que habían desembocado en esta acusación injusta:

[la opinión pública] grita a muerte contra este judío porque es judío y, hoy, el antisemitismo es lo que prima.

En 1892, un artículo aparecido en La Libre Parole, el periódico del nacionalista Édouard Drumont, sobre los militares de origen judío, levanta las iras de los trescientos oficiales franceses de culto judío, que por medio del capitán Crémieu-Foa deciden reaccionar. Crémieu-Foa se bate en duelo con Édouard Drumont el 1 de junio de 1892.

En ese mismo año, otros duelos enfrentan a antisemitas con oficiales judíos, como es el caso del marqués de Morès, redactor de La Libre Parole, y el capitán Armand Mayer, que muere. La emoción se intensifica tanto en el seno del ejército como entre la opinión pública. La memoria de este oficial se acaba honrando en un gran funeral. Al ejército no le gusta que sus oficiales mueran.

Los judíos acaban siendo aceptados en el ejército a pesar del antisemitismo creciente. Muchos de ellos, los que se lo merecen desde el punto de vista de sus superiores, alcanzan incluso altos grados militares en el momento en que se desarrolla el caso Dreyfus. Entre los militares nace un espíritu de solidaridad.

El caso Dreyfus

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