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La importancia de las articulaciones en el movimiento

Nuestro cuerpo es una máquina increíble. En cada movimiento que hacemos al día, ponemos en marcha un sofisticado equipo mecánico, compuesto de huesos, músculos y articulaciones. No podemos llegarnos a imaginar la cantidad de elementos que se movilizan al hacer cualquier pequeño gesto.

Los huesos dan estabilidad y robustez al cuerpo, mientras que los músculos también lo ayudan a sostenerse y transmiten la fuerza para realizar el movimiento. Pero nada sería posible si entre un hueso y otro no hubiera un engranaje que nos permitiera realizar esas tareas diarias. Ese engranaje son las articulaciones: las uniones entre los huesos que permiten que estos se engarcen sin erosionarse. Sin ellas, el movimiento sería imposible.

A las articulaciones, no solemos prestarles atención y muchas veces ignoramos su existencia hasta que nos duelen. Es entonces cuando advertimos su función e importancia.

¿Qué son las articulaciones facetarias?

Hay varios tipos de articulaciones. Las articulaciones semimóviles, que son las que trataremos en este libro, tienen una capacidad de movimiento muy limitado hacia los lados o adelante y atrás. Su función es sobre todo la de ejercer de nexo y soporte entre un hueso y otro. Es el tipo de articulación que hay, por ejemplo, entre las vértebras de la columna.

Las articulaciones no están formadas por un solo elemento, sino que son una combinación de varios que trabajan juntos para conseguir encajar un hueso en otro y facilitar el movimiento.

Las vértebras cervicales se conectan entre sí por medio de tres articulaciones. Hay dos pequeñas en la parte lateral de la vértebra que se llaman articulaciones facetarias. Además de conectar una vértebra con la otra, guían la espina dorsal, que es el tubo de nervios que conecta la cabeza con el cuerpo, permitiendo que acompañen el movimiento hacia delante o atrás. De esta manera, la columna y la espina dorsal se mueven al unísono.


Al igual que otras articulaciones del cuerpo, como la rodilla o el codo, permiten unos movimientos de columna reducidos. Pueden inflamarse a consecuencia de una lesión o por el desgaste como otras articulaciones, y provocar dolor y rigidez.

El cojín que protege tus vértebras

El otro tipo de articulaciones de las vértebras son los discos intervertebrales, que actúan como cojín entre ellas, y además sirven como ligamento para mantenerlas juntas. El disco intervertebral no es homogéneo: tiene un núcleo pulposo, como un gel o una clara de huevo, alrededor del cual hay un disco, llamado anillo fibroso.

¿De qué está compuesto el disco?

El principal elemento de estos anillos es agua, por lo que su abundancia en el núcleo pulposo lo convierte en un amortiguador extraordinario. En el disco encontramos también grandes cantidades de colágeno, la molécula responsable de la firmeza y la elasticidad del anillo. A medida que el cuerpo envejece, la producción de colágeno se va reduciendo gradualmente. Por eso la edad es un factor determinante para saber el estado en el que están nuestras articulaciones y para explicar varias de las dolencias que pueden presentarse.

El ácido hialurónico es otra molécula presente tanto en las articulaciones como en los cartílagos y la piel, que ayuda a retener agua dentro de los tejidos, actuando como lubricante. Al igual que el colágeno, también va desapareciendo con los años. Así, se calcula que a los cincuenta años el ser humano ha perdido la mitad del ácido hialurónico.

En el núcleo del disco también hay, en una proporción que varía entre el 30 % y el 60 % de su composición, gel proteoglicano, otra clase de proteína, con la función de conservar el agua de los tejidos.

Cuida tus cervicales

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