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¿Por qué duelen las cervicales?

Dolor cervical o cervicalgia es el nombre médico con el que se conoce el dolor proveniente de las cervicales y significa simplemente eso. Por lo tanto, no es un diagnóstico o la denominación de ninguna patología en concreto. Se trata meramente de un término descriptivo para referirse al dolor de cuello y al de la zona cervical, en concreto.

Normalmente ese dolor está causado por problemas mecánicos. Por ejemplo, las malas posturas, los traumatismos, el estrés y la tensión nerviosa y los esfuerzos pueden dañar e inflamar las articulaciones, los músculos, los ligamentos y los nervios del cuello, dando lugar a dolor, contracturas, pérdidas de movilidad, dolores de cabeza, mareos, vértigos, dolor referido a los brazos y hormigueos en las manos, entre otros síntomas.

Como el dolor de cuello o cervicalgia puede producirse por diversos tipos de lesiones que producen síntomas parecidos, es preciso identificar la causa concreta del dolor de cada paciente para poder aplicar el tratamiento adecuado de acuerdo con origen del problema y no solo tratar los síntomas que produce. De este modo, se evita que la lesión empeore y se cronifique.

¿Por qué se desgastan las articulaciones cervicales?

Cualquier mecanismo de una maquinaria acaba desgastándose por el paso del tiempo, el mal uso y el rozamiento. Nuestro cuerpo no es una excepción, por mucho que tengamos unos sistemas muy efectivos para reparar, en lo posible, las erosiones que padece. No todo se puede arreglar ni todas las reparaciones que realiza nuestro cuerpo son siempre beneficiosas, por contradictorio que pueda parecer. Esto, que se puede aplicar a cualquier parte de nuestro organismo, es especialmente significativo en la zona del cuello. Estamos tan acostumbrados a mover el cuello que no somos conscientes de todas las veces que lo hacemos. Se calcula que, de media, lo movemos 600 veces por hora. El cuello no se mueve solo cuando giras la cabeza sino que con cada gesto, con cada risa, con cada acto de levantarse, de sentarse o de caminar estás moviendo inconscientemente la columna cervical.

Las articulaciones cervicales, o discos intervertebrales, están cubiertos por un cartílago liso y brillante. Las propiedades resbaladizas del cartílago favorecen que las dos superficies de las vértebras se muevan fácilmente entre sí, mientras que el disco intervertebral que funciona como un cojín y que está bien adherido a las dos vértebras entre las que se sitúa, resiste la tendencia de estas a desalinearse. Con el paso del tiempo y con el uso, el cojín puede achatarse ya que va perdiendo parte del agua de la que se compone. Por tanto, el disco ya no brinda un acolchado adecuado entre las vértebras, con lo que los huesos se van acercando cada vez más.

Como el disco ya no frena como antes la acción de las fuerzas a las que está sometido normalmente, las otras articulaciones deslizantes de la columna —las articulaciones facetarias— sufren las consecuencias. Como mencionamos antes, estas articulaciones tienen sobre todo la función de guía. Ahora se les encomienda una tarea extra: se ven obligadas a soportar una carga adicional mucho mayor. Pero ni las articulaciones facetarias ni el cartílago que envuelve las vértebras están tan lustrosos como años atrás y también sufren. Se establece así un círculo vicioso de desgaste. Cuanto más se degeneran las articulaciones facetarias, menos ayudan en el movimiento y en el soporte de pesos, lo que repercute en el disco intervertebral ya gastado que, a su vez, se va a degenerar todavía más.

En la actualidad, los cambios en el disco intervertebral y en las articulaciones facetarias no son reversibles, por lo que hay que cuidarlas para que ese desgaste sea lo más lento posible.

Está comprobado que si tuviéramos una buena higiene postural se evitarían muchos de los dolores de la zona cervical. Se trata de mantener una buena postura y los músculos de la zona más relajados, a pesar del estrés al que nos somete el día a día, que pasa factura especialmente al cuello. Fíjate cómo cuando estás en una situación de tensión, los primeros músculos que se sobrecargan son los de esa zona. Vivimos alerta ante cualquier sonido, como hacían nuestros antepasados nómadas cuando presentían un peligro; dispuestos siempre a girar la cabeza rápidamente en cualquier dirección por donde pueda aparecer un animal peligroso, o para oír mejor un sonido extraño. Hoy ya no tememos la presencia de una bestia en los alrededores. Sin embargo, esa tensión puntual se ha convertido en algo permanente, por la continua cantidad de estímulos que nos invaden y el estrés sin fin.

Causas del dolor de cervicales

El desgaste de las articulaciones no es algo a lo que tengamos que resignarnos como un pago inexorable por el paso de los años. Más adelante veremos que existen muchos recursos que nos ayudan a cuidarlas: desde los cambios de hábitos, los ejercicios para mejorar la postura y los estiramientos a los consejos nutricionales y los tratamientos de fitoterapia. De todas formas, el desgaste no sería un problema tan acuciante si no fuera porque además es una causa frecuente de dolor. De hecho, el dolor cervical es una de las causas habituales de consulta médica.

Son los llamados receptores del dolor los que nos avisan de este, cuyo origen último puede ser muy variado. Al igual que en muchas partes del cuerpo, tenemos receptores del tacto, del frío, del calor o de la presión, también tenemos receptores del dolor. Todos estos receptores son pequeñas estructuras, como nódulos, de tejido nervioso. En los aproximadamente dos metros cuadrados que ocuparía nuestra piel estirada se acumulan unos cinco millones de estas diminutas antenas. Son como las alarmas de las casas, que están ahí a la espera de recibir una señal.

Los receptores del dolor también están presentes en las articulaciones de las cervicales y se caracterizan por un umbral del dolor muy bajo, mucho más que en otras partes del cuerpo. Así, en cuanto notan una pequeña alteración, se estimulan y te avisan. Aunque, depende de cada persona, en general, son muy sensibles.

El dolor, un tema subjetivo

El dolor, en sí, no es palpable. Hay especialistas que se han dedicado a medirlo y han aplicado grados de dolor para poder realizar un estudio. Sin embargo, no se puede ver claramente. Podemos examinar el daño que ha hecho una herida en la piel o los problemas que el deterioro ha provocado en una articulación. Eso sí se puede fotografiar y estudiar. Pero no podemos hacer una descripción clara de cuánto dolor causa esa herida o ese deterioro articular.

Se trata del mismo tipo de subjetividad que se observa en los receptores del calor y del frío. Por ejemplo, para mí la temperatura del agua de la ducha puede ser agradable, mientras que para otra persona puede estar demasiado caliente. Hay unos mínimos y unos máximos, y en esa franja las opiniones pueden variar mucho. Este mecanismo también explica por qué hay gente que consigue soportar mejor el dolor. Además, la concentración puede influir en el dolor. Así, si relajas el cuerpo, fabricas sustancias calmantes en todo tu organismo, con lo que los receptores se vuelven menos sensibles.

Las mujeres los sufren más

Las mujeres son más proclives a sufrir dolores cervicales crónicos. No es una percepción subjetiva, sino una evidencia científica comprobada por varias investigaciones, como el reciente estudio llevado a cabo por el Centro Médico de la Universidad Loyola, en Estados Unidos. Las diferencias no son muy grandes, pero sí significativas. De los pacientes que acudieron al médico aquejados por este problema, los casos de dolor crónico y recurrente entre las mujeres alcanzaban el 12 %, mientras que entre los hombres no llegaba al 11 %. Las diferencias se incrementan si se trata de consultas puntuales. En este caso, el porcentaje es del 68 % entre las mujeres, frente al 32 % entre los hombres.

Se han dado varias explicaciones para justificar estas diferencias, algunas de las cuales son sociológicas, como el hecho de que las mujeres tienen más costumbre de ir al médico a consultar cualquier problema. Otra causa reconocida son las diferencias hormonales. Cuando los investigadores del estudio analizaron los casos en los que el dolor se debía a un desgaste de las articulaciones, comprobaron que efectivamente se daban más en mujeres (4,5 % de mujeres frente a un 3,3 % de hombres). Descartadas otras posibles causas, como el tabaquismo, la edad o el peso, la conclusión lógica fue que, efectivamente, las diferencias hormonales influían en el mantenimiento de las articulaciones.

Hay también una explicación más general. Como sabemos, la mujer, dentro de su ciclo, sufre alteraciones hormonales. Cada tipo de hormona provoca a su vez otros cambios, como retención de líquidos, estrés, tensión muscular, etc. Por esa razón suelen sufrir con más frecuencia dolores, en general, como migrañas o dolores en los músculos. Y por eso también sufren dolores en las cervicales, que no tienen una patología de base, es decir, no se deben a una enfermedad concreta. En cambio, los hombres siempre tienen las mismas hormonas; aunque con los años van bajando poco a poco, no hay alteraciones, por lo que no es un factor que favorezca que sufran dolor, al menos no con la frecuencia con el que lo sufren las mujeres.

Es curioso cómo se invierten los términos cuando hablamos de la percepción del dolor. Los hombres, menos acostumbrados a sentirlo, cuando experimentan dolor tienden a quejarse más y a percibirlo como incapacitante en más ocasiones que las mujeres. Ellas, pese a que estadísticamente sufren más tipos de dolores, como migraña, dolores de cabeza en general o fibromialgia, entre otros, los exteriorizan menos y suelen sobrellevarlos con mayor entereza.

Lo vivo muy a menudo en la consulta. Un hombre se preocupa en seguida; a la mínima que siente un dolor tiene que averiguar cuál es su causa. En cambio, cuando le preguntas a las mujeres si tienen dolor te suelen responder con un «lo normal», lo que significa que ya están acostumbradas a convivir con él, y no le dan más importancia. Es, por tanto, un tema de percepción. No es que los hombres, en general, sean más sensibles al dolor que las mujeres, sino que están menos acostumbrados a sentirlo.

¿Puede haber dolor sin que haya un problema cervical?

Pues sí. En ocasiones el origen del dolor cervical, o incluso craneal, está fuera de la columna. Por tanto, a primera vista no resulta tan evidente. La tensión arterial elevada puede acabar provocando dolores en las cervicales o dolor de cabeza. En este caso estamos ante un dolor reflejo. La patología no implica las cervicales, sino que, al haber más presión en las arterias, estos conductos están más cerrados, por lo que hay menos riego y más tensión circulatoria. Esa circunstancia causa dolor por causa de una disminucion del riego sanguíneo.

Tener los niveles de colesterol muy elevados también puede ocasionar molestias en las cervicales por un motivo similar al anterior. Además, no es la única parte del cuerpo en la que pasa. Un problema de vesícula, por ejemplo, puede provocar dolor en el hombro.

Existe una sencilla autoevaluación, que presentamos al final del siguiente capítulo, que te ofrece la posibilidad de realizar una primera aproximación a las causas del dolor. Si al hacerla no notas ningún cambio en las molestias que sufres, se puede deducir que el problema no viene de las cervicales. Es decir, si no hay disminución de la movilidad y de la de rotación pese al dolor y, en general, este no empeora con ningún movimiento, podemos deducir que su origen está, como decimos los médicos, extrarraquis, es decir, fuera de la columna.

Cuida tus cervicales

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