Читать книгу Cuida tus cervicales - Dr. Jordi Sagrera Ferrandiz - Страница 7
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La columna y la zona cervical
La columna o espina dorsal es la línea central de nuestro esqueleto que acompaña y potencia cualquiera de nuestras acciones, como, por ejemplo, lanzar una piedra o empujar una silla. También contribuye a mantener estable el centro de gravedad de nuestro cuerpo, tanto en reposo como, sobre todo, en movimiento.
La columna está formada por 33 vértebras. Los siete huesos cervicales son más pequeños que las demás vértebras de la columna. Además de proteger la médula espinal, la función de la zona cervical es aguantar el peso del cráneo y permitir los movimientos de la cabeza, adelante y atrás y hacia los lados. Para ello, las dos primeras vértebras son diferentes: tienen una forma y una función única. El cráneo se apoya en la primera vértebra, denominada atlas, que sirve de eje y cuyo diseño permite que la cabeza se mueva adelante y atrás, como al asentir. La siguiente vértebra, el axis, se sitúa detrás del atlas y sirve para girar el cuello hacia los lados, como cuando negamos con la cabeza. Cada una de las cinco vértebras restantes tiene una forma muy igual —la séptima, un poco más prominente— y está destinada a aguantar el peso de la cabeza. Además, las vértebras cervicales están rodeadas por un complejo sistema de músculos, ligamentos y tendones, que ayudan a sujetarlas y estabilizarlas.
Los músculos son los principales responsables de mantener el equilibrio y la estabilidad, y permiten el movimiento. Cuanto más musculado tengamos el cuello, las cervicales se aguantarán con mayor firmeza. Existen diferentes tipos de músculos, algunos de los cuales van ligados en pares. Así, cuando el de un lado se contrae, el otro se relaja. Por otro lado, los ligamentos evitan que giremos en exceso la cabeza y que nos provoquemos lesiones graves.
Si miramos una espalda a través de rayos X veremos que las vértebras están perfectamente alineadas. Pero si la miramos de perfil, la columna ya no es recta, sino que forma dos zonas de curvas. La curvatura superior corresponde a la zona cervical, que va desde la base del cráneo hasta la altura de los hombros, mientras que en la parte inferior se forma la curvatura lumbar.
¿Para qué sirven las curvas de la columna?
El ser humano ha evolucionado, desde que empezó a erguirse, para que su columna sea lo más eficiente posible a la hora de transportar cargas y trabajar sujetando objetos con los brazos.
Aguantamos mejor la cabeza —que, aunque pueda sonar cómico, no es precisamente ligera, ya que de media pesa entre 4 y 6 kilos— y cualquier cosa que llevemos sobre ella, si las vértebras cervicales forman esa suave curva, en lugar de ser una línea recta. Esa curvatura se denomina lordosis cervical y se forma gracias a que los mullidos discos intervertebrales cervicales no son completamente planos, sino que tienen forma de cuña. La altura anterior de los discos cervicales es aproximadamente un 40 % mayor que la altura de los discos en la parte posterior. Como veremos más adelante, por el desgaste, por malos hábitos o por un esguince, se puede producir la rectificación de la lordosis cervical o pérdida de parte de esa curvatura.
Si la forma de las cervicales es correcta, su perfecto diseño nos permitirá que la carga de la cabeza esté bien repartida y equilibrada, con el centro de gravedad bien distribuido. En cambio, si la curva no es la adecuada, el centro de gravedad se desplaza hacia delante, con lo que los músculos del cuello y de las articulaciones trabajan más para soportar esa inclinación.
Autoevaluación: ¿cómo saber si tengo la curvatura cervical correcta?
Esta sencilla prueba te puede servir para comprobar tú mismo si tienes las cervicales rígidas o no; es decir, si has perdido algo de la curvatura natural que forman las cervicales.
Sitúate de pie con la espalda recta y apoyada en una pared. Después, levanta la cabeza hasta que estés erguido y mirando al frente. No se trata de ir subiendo la cabeza hasta que toques la pared, sino de que mantengas una postura natural para ti. A continuación, pasa la mano por detrás de la cabeza. Si no puedes, porque tocas la pared o hay como máximo dos dedos de distancia entre la cabeza y la pared, la curvatura es correcta.
Los nervios de las cervicales
El sistema nervioso central parte del cerebro, desciende a través de la médula espinal y se va ramificando a medida que baja por todo el cuerpo, como una red eléctrica que va suministrando señales a cada punto de nuestro cuerpo y les manda información. Esta red ramificada es el sistema nervioso periférico.
Los nervios cervicales controlan muchas de las funciones del cuerpo y de sus actividades sensoriales. Los médicos los enumeramos del 1 al 8. De una manera muy simplificada, y solo como orientación, podemos resumir las conexiones que establecen cada uno de ellos como veremos a continuación.
C1 y C2: la cabeza y el cuello.
C 3: el diafragma.
C 4: los músculos superiores del cuerpo, como los deltoides, situados en los hombros y los bíceps, al principio de los brazos.
C5 y 6: los músculos extensores de la muñeca.
C7: los músculos tríceps (situados en la parte posterior de los brazos).
C8: las manos.
Estos nervios, como ves, son vitales para numerosas funciones de toda el área superior del cuerpo. Un daño en un nervio cervical se manifiesta de muchas maneras, dependiendo de cuáles de ellos se vean afectados y de la gravedad del daño que se haya producido.
Tipos de respuesta frente a un nervio dañado
Cuando se daña un nervio se pueden producir las respuestas que explicaremos a continuación.
1 Pérdida de la función muscular. Por ejemplo, un accidente de coche o caer mal de cabeza en el agua pueden provocar la fractura de las vértebras cervicales y afectar también los nervios. Si el nervio dañado es el C7, pueden quedar debilitados los músculos que conectan con las manos, mientras que si el afectado es el C4, los brazos pueden quedar atrofiados y sin movimiento.
2 Dolor. También el dolor en zonas en teoría alejadas del cuello puede estar relacionado con las cervicales, por causa de las conexiones nerviosas. Si sufrimos una hernia discal —un problema de los discos intervertebrales, que explicaremos más adelante— por la cual se ve constreñido el nervio C6, el resultado puede ser un dolor que irradia desde el brazo hasta el dedo pulgar.
3 Entumecimiento. En otras ocasiones, la parte dañada por el nervio queda entumecida. El C6 del ejemplo anterior puede verse afectado de otra manera, y entonces sentimos el brazo y el pulgar tumefactos, como si se nos quedaran dormidos.
4 Dificultad para respirar. Es una reacción lógica cuando los nervios afectados corresponden a las primeras vértebras, desde donde se ramifica el nervio C3. El diafragma puede verse debilitado hasta el punto de que el paciente necesite respiración asistida.
5 Hormigueo. Lo que conocemos popularmente como cosquilleo u hormigueo tiene un nombre técnico: parestesia. Los médicos a veces encuentran en ese hormigueo en la mano una pista para establecer qué nervio cervical se ha visto afectado.