Читать книгу Apenas lo que somos - Eduardo Bieger Vera - Страница 10

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Feliz año nuevo


Nunca he creído en las casualidades.


No fue un hecho fortuito encontrarnos el día de fin de año en aquel local de jazz con aroma a vainilla: fue el destino. Tras mirarnos, nos presentamos y, en un alarde de grandiosidad, decidimos despedir juntos el año, a pesar de que era este quien nos abandonaba a nosotros para siempre. Apuramos nuestras copas y decidimos marchamos de allí, escapar del alboroto de la fiesta en busca de la ansiada intimidad. El frío nos sorprendió al salir a la calle.


El firmamento era negro.


Caminamos abrazados para mantener el equilibrio dejando las marcas de nuestras pisadas sobre la nieve, que caía incesante y espesa dominando el paisaje con su sigilosa omnipresencia. Llegamos a mi casa. Tras cruzar la verja, atravesamos el jardín por el camino empedrado que guiaba hacia la entrada. Abrí la puerta y ambos contemplamos la estancia en silencio, tomada por el resplandor aloque de las farolas que iluminaban la calzada. De camino al dormitorio, nos desnudamos con la torpeza propia del deseo apretando nuestros cuerpos entre besos y caricias.


Nos amamos.


Ella permaneció tumbada a mi lado hasta que comprobó la hora en el reloj que desgranaba su tic tac encima de la mesilla de noche. Desenlazó con brusquedad su mano de la mía y abandonó la cama de un salto. Cogió su ropa desperdigada por el suelo y se dirigió apresuradamente hacia el cuarto de baño. Entonces juré a gritos que nunca nos separaríamos y proclamé nuestra unión eterna. Fue en aquel momento cuando otra mujer, desde sus entrañas, soltó una carcajada malévola y estridente que me hizo estremecer.


Acudí en su ayuda.


La agarré del pelo y golpeé su cabeza contra el lavabo una y otra vez hasta que acabé con el monstruo que habitaba en su interior y que no paraba de chillar a través de su boca.


La salvé.


Desde entonces, todos los días de año nuevo, de madrugada, bajo al jardín y escarbo en el hielo hasta encontrarla. Nos miramos hasta que el reflejo de la luz del amanecer en la nieve hace que comiencen a llorarme los ojos.

Apenas lo que somos

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