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Prólogo


Con estas líneas quiero invitaros a entrar en el mundo de lo que somos o, como matiza el autor, en el mundo de apenas lo que somos. Un universo que se nos muestra a través del género del relato breve, con fidelidad a un estilo literario propio que, equilibrando el lenguaje directo y sin prejuicios con un halo poético, el autor ya empleó en su primera novela, Anatomía de un hombre pez (Premio Internacional Novelas ejemplares, 2106) y luego continuó en El emocionario, obra que precede y a la que da continuidad este libro.

El relato, considerado el hermano pequeño de la literatura, ha sido en ocasiones menospreciado, aunque muchos de los más importantes escritores lo hayan utilizado como medio de expresión. Desde Chéjov, Kafka, Hemingway o Borges hasta nuestro literato más universal, quien por cierto alcanza el momento álgido de su creación en las pequeñas historias que, incluidas de forma maestra en El Quijote, acompañan, completan y explican la obra haciendo comprensible lo que no se entendería sin ellas.

Esta infravaloración se da en todas las artes. Con frecuencia se ha confundido la duración, longitud o extensión con la rotundidad o la completitud de una creación artística. Me viene a la memoria al respecto la excelente obra teatral «Arte», evocadora de la calidad o significación de una pintura de arte abstracto, en este caso un lienzo en blanco, y que propone una manera de vernos a nosotros mismos a través de los demás provocando tanto risas como silencios cargados de emociones y empatía, de la misma manera que le sucederá al lector en su viaje a través de las letras que siguen a este prólogo. El debate nos acompañará mientras la creatividad y las opiniones existan, pero sí me parece importante señalar que el arte «es el concepto que engloba todas las actividades realizadas por el ser humano para expresar una visión sensible acerca del mundo, ya sea real o imaginario, mediante recursos plásticos, lingüísticos o sonoros, que permite expresar ideas, emociones, percepciones y sensaciones».

Apenas lo que somos es, como decía Picasso, «una mentira que nos acerca a la verdad»: no una quimera en sí, sino una materialización ficticia de aquello que la verdad y la realidad no pueden contener ni abarcar. La experiencia de lectura que propone el autor, ciertamente viva, intensa y perdurable, nos permite contemplar esa realidad y esa verdad desde ángulos y rincones diferentes a los habituales. La mirada, la perspectiva y la experiencia son los ya recogidos en El emocionario. Se nos invita a mirar nuestro mundo y a entrar en contacto con él de manera más vivencial y sentida y, en esta ocasión, por medio de la confrontación con la verdad acerca de nosotros mismos.

Apenas lo que somos es una suerte de espejo (mágico, como corresponde a los cuentos) en el que vemos reflejada nuestra realidad de forma ampliada y profundamente sincera. Aunque en algún momento nos parezca encontrarnos ante el laberinto de los espejos de nuestra infancia, a la postre advertimos que esas imágenes deformadas tienen que ver con la realidad más de lo que nos gustaría reconocer.

El autor, sabiamente, nos reconcilia con esa realidad rechazada, ya que nos la presenta disfrazándola de manera cómica, satírica e incluso irreal y disparatada, para que podamos admitirla y terminemos reconociéndonos en ella. Su propia mochila vital le permite, sin duda, proporcionarnos todas estas experiencias; estamos así ante un autor despierto y con los ojos bien abiertos ante todo lo que la vida le ofrece.

Por eso os invito a disfrutar del recorrido que se nos propone a través del amor y la vida: un tránsito plagado de experiencias que, ya sean sentidas, anheladas, perdidas, fantaseadas o culminadas, llegan hasta los más recónditos lugares y se ponen a nuestro alcance para que podamos vivirlas y nos dejen luego un suave regusto en el paladar. Me parece difícil encontrar mejor guía para este camino…


Eduardo Panadero Psicoterapeuta y observador del mundo

Apenas lo que somos

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