Читать книгу Humanos sin recursos - Eduardo Consiglio - Страница 11

Un gran discurso de presentación

Оглавление

Ese miércoles a las ocho y media, don José García, director del Centro de Consolidación, Logística y Distribución más grande de la República Argentina, inauguraba un nuevo mandato en la cámara que agrupaba a las empresas de logística. Comenzaba un nuevo período que se renovaba anualmente, según lo establecido por el estatuto. La apertura del evento estaba por llevarse a cabo en el salón principal, desde donde se iba a transmitir en directo por el streaming de Internet a todas las sedes del país.

El departamento de prensa y eventos invitaba a más de quinientas personas entre socios integrantes de la cámara, representantes de la cúpula sindical, medios de comunicación especializados, clientes y proveedores. Unas semanas antes, don José le había encargado a su hija mayor, Verónica, que fuese ella quien escribiera el discurso. Al directivo le parecía especialmente importante remarcar las inversiones que se imponían en la actividad de logística y distribución. Y, como era un hombre al que no le gustaba «dar puntada sin hilo», también le había solicitado a su hija que sutilmente agregara, como parte del contenido, que en su empresa se comenzaban a implementar nuevos procesos, infraestructuras e importantes inversiones tecnológicas orientadas a mejorar la relación comercial y operativa con sus clientes, muchos de los cuales «casualmente» estaban allí.

Verónica ya llevaba algunos meses involucrada en la empresa de su padre, más precisamente desde su regreso de Estados Unidos, donde había pasado casi dos años realizando un posgrado en la Universidad de Harvard. Esa formación le permitía conocer lo último y más novedoso en materia de gestión y administración.

Durante esa etapa, había tenido la oportunidad de participar en varias conferencias y charlas dictadas por los distintos gurúes de la administración, entre los cuales estaban el Dr. Peter M. Senge, el escritor y psicólogo Edward de Bono y el Dr. Ken Robinson, por nombrar tan solo a algunos de los pensadores y autores que leía y en quienes se inspiraba para pensar de otra manera la gestión integral de la formación profesional de los Recursos Humanos.

Verónica contaba con la insistencia y la luz verde de su padre para efectuar nuevas prácticas e ideas en su empresa; para este evento, padre e hija concebían juntos, desde hacía varias semanas, las ideas principales del discurso de apertura. Don José tenía la convicción y una ética errada al pensar que ese era el lugar y el momento para contarles a sus competidores y clientes que su empresa estaba dando un salto importante en la nueva etapa de cambios de su cultura organizacional. Verónica tenía claro que el camino de propuestas e implantaciones no iba a ser fácil porque la empresa funcionaba como una marca propia que estaba íntimamente relacionada con la complicada personalidad de su padre.

Él se sentía orgulloso por el ímpetu que mostraba su hija, a quien consideraba una mujer con gran personalidad y mucha predisposición para lograr cualquier meta que se propusiera.

Durante los últimos años, distintas circunstancias le venían demostrando que su empresa necesitaba adaptarse a los nuevos cambios. Don José quería que fuera su hija quien llevara adelante las implantaciones que necesitaban. Su único problema iba a ser delegarle las decisiones y el mando. Vero, como él le decía, pertenecía a una generación de jóvenes que entendía los cambios como procesos naturales. Ella estaba empecinada en lograr que su padre de una vez desaprendiera sus viejos métodos de conducción e incorporara nuevas formas de gestión. Ese intercambio de ideas entre padre e hija también les permitía recuperar el diálogo que habían dejado de tener por distintas circunstancias familiares. Las largas charlas que Verónica retomaba con su padre, de a poco parecían ir convenciéndolo de que iba a tener que adoptar nuevas prácticas para que la empresa siga creciendo, comenzando por abandonar la vieja estructura piramidal y su estilo de conducción vertical. La joven estaba convencida de que, una vez que se lograra superar el viejo modelo de gestión, se pasaría a un nivel más avanzado en donde la compañía saldría beneficiada de un estilo más dinámico y flexible; y a través del cual todos los mandos jerárquicos tendrían que reordenar su forma de conducción profesional bajo un entorno de trabajo por objetivo. Aunque Verónica se mostraba firme respecto de los cambios que era imperioso hacer, seguía dudando de hasta dónde su padre querría abandonar lo que tradicionalmente a él le había dado buen resultado.

Por eso, aquel evento parecía ser el lugar y el momento perfecto para que su padre pudiera lucirse con un discurso políticamente correcto, de esos que a él tanto le gustaban y en los que podía marcar territorio, anunciando grandes títulos con escaso contenido sobre lo que quería hacer, sin especificar cómo tenía pensado llevarlo adelante.

Él estaba muy feliz, porque ese era el lugar donde se sentía poderosamente libre de hacer y decir lo que quisiera, ya que en dicho ámbito nadie tendría agallas para contradecirlo o cuestionarle algo de lo que dijera. Todo estaba perfectamente planeado, incluso los aplausos sonaban elegantemente guionados. Era el sitio ideal para que las palabras más ásperas sonaran empalagosamente audibles. En el ambiente de la logística y distribución, don José era tan detestado como respetado; él lo sabía y se reía de ello, jactándose y diciéndose a sí mismo que era el precio que debía pagar por ser el mejor. El discurso que tenía preparado era parte de un plan de comunicación que había delineado su hija teniendo en cuenta los más mínimos detalles. El auditorio estaba lleno. Hasta el momento todo parecía funcionar según lo planeado. Era un gran día y él se sentía eufórico y complacido.

No obstante, muchos de los que estaban allí lo conocían y sabían que no era un buen orador: su voz era monocorde, se trababa con las palabras y leía textualmente con puntos y comas y sin levantar la vista de los papeles. Sabiendo eso, su hija pensó que una pantalla detrás de él podía distraer al auditorio para que los asistentes fueran leyendo el contenido que estaba diciendo. La disertación duró un poco más de quince minutos y cuando estaba comenzando a cerrar las ideas principales, la ansiedad le hizo levantar la vista de sus hojas y vio que en la primera fila estaban los principales directivos de la competencia, con quienes desde hacía un largo tiempo mantenía una fuerte disputa por el liderazgo del mercado nacional, principalmente el tucumano, donde próximamente abriría una nueva filial de su Centro de Consolidación.

El intervalo demoró pocos segundos, aunque fue el tiempo suficiente como para que su vehemencia le jugara una mala pasada y comenzara a improvisar. Lo primero que hizo fue dejar de hablar en tercera persona para tomarse él mismo como autorreferencia, nombrando importantes inversiones de más de diez millones de dólares para abrir la nueva filial en la provincia de Tucumán. Explicó también que había comprado más de cincuenta camiones para mejorar el circuito de distribución y que próximamente se incorporarían cien personas, entre choferes y conductores de autoelevadores. La frutilla del postre fue cuando concluyó su anuncio diciendo que, para el año siguiente, inauguraría una planta modelo de última generación en la República Islámica de Pakistán, cuya inversión iba a ser de similares características. Ese último mensaje fue con el que cerró su disertación. Los presentes estaban sorprendidos, porque se los convocaba para la inauguración de un nuevo mandato de la cámara que los agrupaba y no a un discurso de don José hablando de su empresa. El directivo estaba feliz porque sentía que todo salía según lo planeado y, entre murmullos y enojos, se podían escuchar los aplausos eufóricos de sus más allegados, distribuidos estratégicamente a lo largo y ancho del salón de eventos de la cámara. Sus colegas se acercaban para saludarlo, su equipo de prensa no paraba de sacar fotos, y él simplemente estaba embelesado, disfrutando de ese momento. Don José sabía que había abusado de su verborragia, pero ese instante para él era único, estaba sumamente feliz. Su jefe de prensa estaba sorprendido con lo que había escuchado sobre Pakistán, porque nada de eso estaba escrito en el discurso redactado por la hija de don José, así que él y sus asistentes se enteraban también en ese momento. Verónica, que estaba en su departamento siguiendo el discurso, volcó su café cuando escuchó a su padre hablar de Pakistán. Ella lo conocía y hasta el momento del anuncio, estaba sorprendida de que se hubiese mantenido leyendo textualmente todo lo que estaba escrito. De todas maneras, esas cosas eran marca registrada de un don José en estado puro. Una vez pasado el cimbronazo, la joven no tuvo más remedio que reírse. Lo único que atinó a decirse fue que, cuando se encontrara con él, le iba a preguntar por qué se le había ocurrido nombrar a Pakistán.

Una vez finalizado el discurso y mientras bajaba de la tarima entre saludos y felicitaciones, don José se dirigió a la salida. Los directivos de la competencia fueron los primeros en retirarse indignados, mientras comentaban por lo bajo que ellos habían ido a la apertura de un nuevo mandato de la cámara, no a escuchar un discurso en el que García solo había hablado de sí mismo y de su empresa. Don José fue rápidamente hacia donde estaba su chofer, quien lo esperaba en la puerta para llevarlo a la oficina.

Humanos sin recursos

Подняться наверх