Читать книгу Cuidándonos unos a otros & Lado a lado - Edward T. Welch - Страница 11

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Si queremos ayudar de forma sabia, debemos conocer el corazón Y las influencias significativas de ese corazón. Entre esas muchas influencias, hay dos que destacan: las otras personas y nuestros cuerpos físicos.

Nuestros corazones siempre están tramando algo. Como podríamos esperar, hay un ajetreo incesante en torno a las cosas que son importantes para nosotros. Amamos, nos preocupamos, planificamos, descansamos, eludimos, adoramos, nos escondemos y hacemos muchas cosas más. Mientras tanto, el mundo que nos rodea también está incansable y activo. Perdemos el empleo, nuestros cónyuges se enojan con nosotros y los vehículos se estropean. Alguien nos invita a comer, nos recuperamos de una enfermedad y somos amados por otras personas. La vida siempre viene con dificultades y cosas buenas. Si queremos conocernos y ayudarnos unos a otros, debemos permanecer cerca del lugar donde confluyen los mundos y corazones de los demás.

Observa que, en el esquema, la flecha que conecta lo externo a nosotros y nuestros corazones apunta en ambas direcciones. Nuestros cuerpos, nuestro trabajo, nuestro dinero, nuestra cultura, otra gente e incluso las fuerzas espirituales están negociando con nuestro corazón, ya sea para cuestionar o confirmar nuestras creencias. Desde luego, Dios está por sobre todos esos factores, y Su voz es la que queremos oír con más claridad.


Es imposible conocer por completo la inmensa cantidad de factores que influyen en el corazón. Nuestro propósito es identificar las influencias que han sido más importantes. Entre las más comunes que encabezan la lista, se encuentran el impacto de las otras personas y las consecuencias de las debilidades corporales y cerebrales.

La gente sana, la gente hiere

El impacto más obvio en nuestra vida lo tiene la gente. Aunque vivamos en pobreza abyecta, juzgamos la vida según nuestras relaciones. Si somos ricos en amigos y familiares cercanos, la vida es buena. Si estamos aislados y desconectados, no hay suma de dinero que baste para contrarrestar esas dificultades. Si somos rechazados o abusados, parece que las secuelas no acaban nunca. Nuestras relaciones bendicen y también maldicen.

El Salmo 133 ensalza la bendición de la unidad.

¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es

Habitar los hermanos juntos en armonía!

Es como el buen óleo sobre la cabeza,

El cual desciende sobre la barba,

La barba de Aarón,

Y baja hasta el borde de sus vestiduras

(v.1–2).

Al mismo tiempo, la mayoría de los salmos reconocen el dolor del aislamiento, de los amigos que actúan como enemigos, de los enemigos que actúan como enemigos y de los estragos de la injusticia.

Sabemos esto: Dios está activo en medio de las relaciones difíciles, la victimización y la opresión. El éxodo de Egipto de los israelitas comenzó porque Dios respondió a los clamores de los esclavos, aunque ni siquiera estaban clamándole a Él. El mismo Jesús, nuestro Gran Sumo Sacerdote, vino a este mundo de incomprensión y violencia cuando Se hizo «en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser [un] misericordioso y fiel sumo sacerdote» que actuara en favor de los heridos y maltratados (Hebreos 2:17).

Sin embargo, mientras Dios está activo, también lo está Satanás. Sabemos que Satanás usa estas dificultades para sembrar dudas sobre el cuidado y la compasión de Dios. ¿De verdad Le importa a Dios? Un buen padre, ¿permitiría que sus hijos pasaran por cosas así? Todas las circunstancias dolorosas pueden suscitar un estruendo confuso de voces en conflicto que desnudan o abruman nuestro corazón, y es posible que tengamos reacciones contrapuestas:

• Podemos confiar en el poder y la justicia de Dios, y mantenernos agradecidos.

• Podemos amargarnos y tomar el asunto en nuestras propias manos.

• Podemos mantenernos confiados en el amor de Dios porque tenemos los ojos puestos en Jesús.

• Podemos creer que Dios está distante y es indiferente a nuestro dolor.

Aquí los ayudantes deben moverse con cuidado. Estas respuestas revelan cuestiones importantes, pero, al cuidar de los demás, lo primero que hacemos rara vez es indagar en las respuestas del corazón. Más bien, nos detenemos en las relaciones que han sido dolorosas. No empezaríamos una conversación con Job diciéndole: «¿Cómo has respondido ante del Señor por las muertes de tus hijos y tus propios achaques y dolores?». Esas preguntas omiten la compasión y suelen ser innecesarias.

Eso no significa que pospongamos las conversaciones sobre el Señor, sino solo que seremos cuidadosos al acercarnos al corazón de otra persona. La mejor asistencia trae a Cristo de forma temprana y frecuente. Cuando escuchamos de circunstancias y relaciones abrumadoras, debemos ayudarnos mutuamente a hablar de esos problemas con el Señor, pedirle Su compasión y poder, y asegurarnos de Su amor fiel.

Cuando escuchamos de las buenas relaciones de alguien, somos bendecidos junto a esa persona. Si escuchamos de relaciones difíciles, tomamos nota, esperamos oír más en algún momento y preguntamos cómo podemos orar.

Nuestros cuerpos son fuertes, nuestros cuerpos son débiles

El impacto de las otras personas compite con el impacto de nuestro cuerpo. Nuestros cuerpos somos nosotros, pero también actúan como una especie de influencia sobre nuestros corazones, que es similar a la ejercida por la gente. Por lo tanto, en el esquema, el cuerpo se presenta como un círculo, lo que sugiere que, aunque es nosotros, también nos afecta. Por ejemplo, vemos la mala salud como algo que nos ocurre, y es una de las cosas más importantes que nos ocurren.

El saludo más común del mundo es «¿Cómo está tu salud?».

Nuestra petición de oración más frecuente es «¿Podrías orar por sanidad?».

Somos seres físicos y siempre lo seremos. Se acerca el momento en el que nuestros cuerpos serán renovados, pero por ahora pueden ser quisquillosos. En su mejor estado, nuestro cuerpo (y cerebro) es fuerte y saludable. Todo parece funcionar bien y no hay molestias ni dolores que requieran atención. Por lo demás, nuestros cuerpos son débiles y se van desgastando, en cuyo caso pueden transformarse en inquietudes e intromisiones para las tareas cotidianas de la vida. El apóstol Pablo resume así esta idea:

Aunque este nuestro hombre exterior [nuestro cuerpo] se va desgastando, el interior [nuestro corazón o alma] no obstante se renueva de día en día (2 Corintios 4:16).

Nuestro objetivo es estar cada vez más conscientes de esas fortalezas y debilidades físicas.

Todos entendemos un poco sobre las debilidades del cuerpo. Sabemos de los problemas de visión, el dolor crónico, los accidentes vasculares y las fracturas. Sin embargo, al igual que en todos los aspectos de nuestro conocimiento mutuo, queremos saber más. Por ejemplo, considera cómo estructuramos la vida. Hay personas que pueden establecer pasos claros para conseguir un fin específico; otras son más desordenadas. Este proceso se debe a fortalezas o debilidades físicas ―es decir, relacionadas con el cerebro―. Algunas personas se enfocan mucho en los detalles; otras ven el panorama general y se olvidan de los elementos específicos. Eso también puede deberse a diferencias cerebrales.

Los estudios recientes sobre el vínculo entre el cerebro y el comportamiento nos han dado más información sobre problemas difíciles como la demencia en adultos y las diferencias de aprendizaje de los niños. Los últimos avances de la psiquiatría moderna nos han alertado de la interdependencia de nuestros pensamientos y emociones, y el funcionamiento del cerebro. No tenemos que ser expertos en estas áreas de estudio, pero sí queremos aprender lo que podamos, recibir la ayuda de los que tienen más experiencia y ser humildes ante la complejidad humana.

Cuando oímos de buena salud, disfrutamos las bendiciones de esa persona; cuando oímos de discapacidad y enfermedades, esperamos entender más, mostramos compasión y oramos.

• Agradecemos por la buena salud.

• Oramos por sanidad en la enfermedad.

• Oramos para que la fe se renueve en la enfermedad.

Esta es una regla general: mientras mejor entiendas las debilidades físicas de una persona, más paciente serás con ella.

El poder de las circunstancias

Las circunstancias de la vida no tienen el poder de alejarnos de Jesús o hacernos amarlo más; esa es la jurisdicción del corazón. Sin embargo, sí pueden facilitar la vida o hacerla más miserable, y pueden transformarse en pruebas difíciles que revelan cosas sorprendentes sobre lo que alguna vez estuvo latente en nuestro corazón. Cuando nos topamos con un desvío en el peor momento, nos damos cuenta de que nuestros corazones son más iracundos y demandantes que lo que pensábamos.

Por lo tanto, escuchamos en la intersección de la vida y el corazón. Allí, descubrimos que la gente que parece seria y distante ha sido herida, y que su amabilidad emerge cuando solo cavamos un poquito. O tal vez descubramos que los temerosos son los gigantes espirituales en medio nuestro y que los violentados que hablan abiertamente son de los más valientes de nuestras filas. En todas las personas hay profundidades y rincones infinitos. Tenemos el privilegio de compartir y conocer algunos de esos lugares. Aunque nunca podamos conocernos los unos a los otros de forma exhaustiva, sí podemos conocernos con precisión y en verdad.

Discusión y reacción

1. Hay un sinnúmero de influencias que moldean nuestras vidas: las personas, el cuerpo y el cerebro, la educación, el clima, la cultura local, los líderes políticos, la raza y las guerras. ¿Cuál ha sido la influencia predominante de tu vida? ¿Cómo ha afectado tu corazón?

2. Nuestra época ha sido más cuidadosa para describir las diferencias relacionadas con el cerebro. ¿Cuáles te han resultado útiles para entenderte a ti mismo y a los demás? ¿Cómo es que conocer los detalles de las debilidades físicas de otras personas te ha ayudado a amarlas y ser paciente con ellas?

3. El Salmo 130 es un ejemplo de cómo podemos pasar con naturalidad de las circunstancias al corazón:

De lo profundo, oh Jehová, a ti clamo.

Señor, oye mi voz;

Estén atentos tus oídos

A la voz de mi súplica.

JAH, si mirares a los pecados,

¿Quién, oh Señor, podrá mantenerse?

Pero en ti hay perdón,

Para que seas reverenciado (v. 1–4).

Cualquiera que hayan sido las circunstancias del salmista, eran extremas. El salmista describe una experiencia en que no podría haber estado más cerca de la muerte y seguir con vida. Sin embargo, dirige sus súplicas al Señor. Recuerda esto: si el Señor, en Su bondad, perdona a Sus enemigos, podemos estar seguros de que estará con nosotros en nuestros períodos de necesidad.

No negamos las dificultades de la vida. Más bien, queremos hablar de ellas con el Dios que nos escucha, recordar Sus promesas y amor fiel, y confiar más en Él.

Dense el tiempo de orar para que podamos expresar salmos similares.

Cuidándonos unos a otros & Lado a lado

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