Читать книгу Cuidándonos unos a otros & Lado a lado - Edward T. Welch - Страница 9
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Dios toma la iniciativa y se acerca a nosotros; nosotros tomamos la iniciativa y nos acercamos a los demás. Esta enseñanza simple tiene aplicaciones infinitas.
El Señor nuestro Dios siempre da el primer paso.
Porque así ha dicho Jehová el Señor: He aquí yo, yo mismo iré a buscar mis ovejas, y las reconoceré (Ezequiel 34:11).
Esta sección de Ezequiel trata sobre el pueblo de Dios, que ha dejado a su verdadero Pastor y ha sido abusado por sus líderes. Aunque las ovejas no hacen ni un ademán de regresar al Señor, Él busca a las perdidas, trae de regreso a las descarriadas y venda a las heridas (v. 11-24). Su misericordia y compasión abren el camino.
Esta historia tiene muchísimas variantes. Piensa en cómo Oseas buscó y cuidó a su esposa rebelde de un modo persistente pero silencioso e incluso anónimo. Lo hizo para ilustrar el amor inquebrantable de Dios. Piensa en Jesús y en cómo viajó por la ruta menos transitada para alcanzar a una mujer samaritana marginada (Juan 4). Recuerda la vez en que habló de cómo Él busca a esa única oveja perdida (Lucas 15:4–6). Él toma la iniciativa, especialmente para acercarse a los necesitados, aunque sea una sola persona.
Los reyes reciben al pueblo. Se dignan a otorgarte una audiencia de cinco minutos y después debes irte. Los reyes no aparecen en tu casa ni se salen de su camino para ayudarte. Sin embargo, todo cambia cuando llega el Rey Jesús. Este Rey abandona las inmediaciones del palacio y te encuentra.
Jesús nos busca; nosotros nos buscamos unos a otros
Todas las historias bíblicas en que el Señor Se acerca a la gente son historias de gracia. La gracia consiste en que Dios Se acerque a nosotros en Cristo. Él no nos buscó porque clamáramos muy bien o diéramos el primer paso para reformarnos. Simplemente estábamos enfermos y lo necesitábamos. Peor aún: éramos enemigos que no tenían la intención de rendirse.2
Él parte diciendo «Te amo», aun cuando nosotros respondemos encogiendo los hombros con indiferencia o con una expresión que equivale a un «gracias» insustancial. Y aquí descubrimos por qué puede ser difícil que nos acerquemos a los demás: el que toma la iniciativa en la relación ―el que ama más― es el que se arriesga a que lo humillen.
Pero imagínate esto. Tú crees que Jesús te busca. Has dejado atrás las viejas mentiras que te sugerían que no le importas y que te ha olvidado. Gracias a Jesús, ya no buscas a la persona con la que es más fácil hablar cuando la gente se reúne. En cambio, te acercas a los callados, a los nuevos y a los excluidos. Imagínate a un grupo de personas que se acercan mutuamente, que son más activas que pasivas, que aman más que lo que temen el rechazo. Se ven gloriosas; atraen al mundo. Ese es un ejemplo de lo que el apóstol Pablo llama vestirse del Señor Jesucristo y es una evidencia de que el Espíritu de Cristo está operando en nosotros.3
Cuando medites en cómo empezar a acercarte más a los demás, piensa en los que han tenido dificultades en la vida. Por ejemplo, en una ocasión, un hombre compartió con un grupo pequeño de personas que el último año había sido el más difícil de su vida. En respuesta, nadie dijo ni una sola palabra. Nadie se acercó a él nunca. Nadie le dijo: «Por favor, cuéntame más. ¿Cómo estás ahora? ¿Cómo puedo orar por ti?». Nadie. No es sorprendente que se haya guardado sus problemas los próximos diez años.
Con demasiada frecuencia, nos quedamos callados al escuchar los problemas de los otros. El silencio es lo mismo que alejarse.
Jesús escucha; nosotros escuchamos
Por lo tanto, nos acercamos a los demás. Parece que los extrovertidos logran que eso se vea fácil. Los más tímidos pueden sentirse intimidados por la posibilidad de que se produzca incomodidad o silencio. Sin embargo, la búsqueda amorosa no es sencilla ni natural para nadie. Todos necesitamos humildad y la ayuda de la Escritura para sortear las primeras etapas de una conversación útil. Esos pasos iniciales pueden ser más o menos así:
• El Señor nos llama familia, así que nos saludamos calurosamente.
• El Señor sabe nuestro nombre, así que aprendemos el nombre de alguien.
• El Señor sabe detalles aparentemente irrelevantes de nosotros, como el número de los cabellos de nuestra cabeza, así que nos interesamos en los detalles. ¿Es esta persona nueva en la reunión? ¿Dónde vive? ¿Con quién vive? ¿Trabaja, estudia, administra un hogar?
Puede que lo escuchemos nos sorprenda. Mal que mal, para la mayoría de las personas no es común que les pregunten de ellas, así que puede que nos den mucha más información que la básica. Puede que oigamos de eventos dignos de celebrar; puede que escuchemos sobre dificultades personales.
Los eventos buenos y agradables podrían ser un proyecto que se completó con éxito o una nueva relación. Pero aquí también hay bienes más profundos, como cuando vemos algo del carácter de Dios en la otra persona: cómo ama a su familia y sus amigos, cómo sirve, cuida o persevera en las dificultades.
Y habrá dificultades continuas, como problemas de salud personales o de familiares y amigos, injusticias en el trabajo y relaciones rotas.
Como respuesta, escuchamos. Eso significa que estamos concentrados, nos involucramos y somos afectados por lo que dicen. Compartimos, de un cierto modo, los deleites de las cosas buenas y las cargas de las cosas difíciles. La pauta para extraer estos asuntos importantes puede ser confusa, y en adelante hablaremos más de ella, pero sabemos esto: siempre hay más por conocer.
Como aguas profundas es el consejo en el corazón del hombre; Mas el hombre entendido lo alcanzará
(Proverbios 20:5).
Esperamos ser esa persona entendida, lo que solo puede ocurrir si buscamos a los demás como Jesús nos buscó a nosotros.
Discusión y reacción
1. ¿Alguna vez te ha buscado alguien que de verdad se interesó en tu vida? ¿Cómo lo hizo? ¿Cómo te animó?
2. Esperamos encontrar motivación en la manera en que Jesús nos ha tratado a nosotros. ¿Cómo dirías que Jesús te buscó?
3. ¿Por qué podrías resistirte a acercarte a los demás?
4. ¿Cómo esperas dar el primer paso hoy y esta semana?