Читать книгу Cuidándonos unos a otros & Lado a lado - Edward T. Welch - Страница 12
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Aunque pudiéramos pensar que la ayuda verdadera viene a través de ideas nuevas y dramáticas, esta, en su mayoría, tiende a venir de formas más corrientes. Viene mediante la interacción personal de los unos con los otros, mediante la atención a Cristo y mediante la oración.
En la próxima página, volvemos a encontrar el esquema del corazón inserto en un sinfín de círculos.
Es una estructura simple, pero nos puede ayudar en cada conflicto humano, ya que nos provee una manera de interpretar todos los problemas psiquiátricos o psicológicos que frecuentemente son significativamente influenciados por el cuerpo y el cerebro. Asimismo el diagrama nos explica que nos sentimos más plenos en el culto de la iglesia, cantando himnos y alabanzas, porque esto llega hasta nuestra alma o corazón.6
Ten en cuenta que Jesucristo no es solo para nuestra vida espiritual, como si lo espiritual fuera distinto a nuestros pensamientos, emociones o relaciones. Más bien, toda la vida es espiritual, pues Cristo es nuestro consuelo, nuestro perdón, nuestro honor, nuestra justicia, nuestro poder, nuestro gozo y nuestra esperanza. Incluso la forma en que estamos estructurados hace que lo que sabemos de Jesús y nuestra confianza en Él sean el centro del corazón humano, y solo cuando descansamos en Cristo podemos florecer realmente como Su pueblo.
Equipados con estos rudimentos, queremos extraer más y más aplicaciones que nos guíen a tener conversaciones sabias y útiles.
Ser personal y orar. Estas son las dos habilidades que esperamos dominar.
Ser personal
Aquí hay algo verdadero y rico: Dios es personal y, por eso, nosotros somos personales con Él y con los demás.
Que Dios sea personal significa que Él Se acerca a Su pueblo. Cuando Se acerca, nos habla e invita a responder, y cuando Le respondemos, Él escucha. Eso quiere decir que oye y en verdad es influido por lo que decimos. Podemos pensar que es como si nos invitara a Su casa, donde Él habla con franqueza y amor, y nos ofrece la mejor hospitalidad divina. Todo eso ya es demasiado, pero además Él nos invita a que le digamos lo que es importante para nosotros, y mientras Se lo decimos, Él Se involucra con nosotros sin distracción alguna, respondiendo a nuestras palabras.
Podríamos decir que hay compañerismo, incluso comunión.
La vida de Jesús en la tierra es una evidencia de la comunión personal de Dios con nosotros. Él habló, escuchó y Se conmovió por lo que vio y oyó. Todas las menciones de Su compasión y misericordia son evidencias de que es el Dios personal. Vuelve a pensar en Su conversación con la mujer samaritana (Juan 4:1–42): buscó a esa mujer marginada, entabló con ella la conversación más larga que se registra en el Nuevo Testamento y le reveló que era el Cristo. Se acercó a ella como siervo, amigo y Dios.
A raíz de esto, nuestra ayuda es personal. Somos una mezcla de siervo y amigo que, como siervo, prioriza los intereses de los demás y, como amigo, entra a la vida de la otra persona, disfruta de ella, lleva sus cargas e incluso comparte lo que hay en su propio corazón.
Disfrutamos a los demás y las cosas buenas que han recibido:
«Estoy muy feliz por ti».
«¡Celebremos juntos!».
«¡Qué regalo tan grandioso! Esto es simplemente maravilloso».
También disfrutamos a los demás y las cosas buenas que salen de su corazón:
«Tu apertura con respecto a tu vida ha sido una gran lección sobre la gracia para mí».
«Muchas gracias por preocuparte por mí. Me recuerda que no estoy solo».
«Valoro mucho poder ver la paciencia y bondad que les das a tus hijos».
Mostramos compasión al compartir sus cargas y sufrimientos:
«Lo siento mucho».
«Eso parece muy difícil. ¿Podrías contarme un poco más?».
«Te tengo en el corazón».
Nos gozamos con los que se gozan y lloramos con los que lloran (Romanos 12:15) porque hacer eso refleja el carácter de Dios.
La regla para ser personal es decir algo cuando la otra persona te da acceso a sus tesoros. No es necesario que sea mucho. Lo que guía nuestras respuestas es la regla de oro (Mateo 7:127) y la humildad. La regla de oro pregunta: «¿Qué cosas útiles y alentadoras me han dicho a mí otras personas?». La humildad pregunta: «¿Qué podría ayudarte y animarte a ti?». Cuando no sabemos qué decir, pedimos ayuda.
Como variante de la regla de oro, también puedes pensar en lo que ha sido inútil para ti y para los demás. Por ejemplo, casi siempre es inútil aconsejar a alguien que está en problemas, a menos que la persona lo pida. Los consejos son lo que nosotros haríamos en la situación del otro, aun cuando puede que nunca hayamos estado en esa situación. Por lo general, suenan como las palabras de un profesor y pasan por alto la compasión. Rara vez son personales. Por lo tanto, guárdate los consejos, a menos que te los pidan.
Hablar de ti mismo también puede ser inútil, por lo menos al comienzo:
«¿En serio? Mi mamá también tuvo alzhéimer».
«Yo también me deprimo a veces. El año pasado estaba muy agotado porque…».
Puede que tu intención sea invitar a la persona a abrirse aún más, y en algunas relaciones es posible que tales comentarios logren precisamente eso. Sin embargo, también pueden cambiar el tema, llevándolo de lo que hay en el corazón de la otra persona a lo que hay en tu propio corazón. Por lo tanto, si hablas de tu propia historia análoga, asegúrate de regresar a lo que está ocurriéndole a la otra persona.
Orar
Una forma segura de ser personal es orar. Orar evidencia que alguien está en nuestro corazón. La oración junta lo que sabemos de los demás, nuestro amor por ellos y lo que sabemos de Dios y Sus promesas.
Puede funcionar más o menos así: te acercas a una persona nueva después del culto. La saludas y le preguntas de ella. En respuesta, obtienes algunos datos: dónde trabaja, dónde vive, cuánto tiempo ha vivido allí. Menciona que está sin empleo.
Durante la semana siguiente, oras por ella un par de veces. La próxima vez que la ves, le preguntas sobre su búsqueda de empleo. Cuando te dice que está estancada, le preguntas un poco más: qué trabajos ha tenido, qué trabajo le gustaría tener. Entonces le dices:
―«Esto parece muy difícil. ¿Cómo puedo orar por ti?».
―«Podrías orar para que encuentre trabajo pronto».
―«¿Puedo orar por ti ahora?».
Estás ahondando en el corazón y en las cosas importantes para ella. Luego, vienen otras preguntas:
«¿Alguna idea nueva para conseguir trabajo?».
Podrías hacerle un par de preguntas más amplias:
«¿A qué iglesia asistías antes?».
Mientras tanto, sigues buscando oír lo más importante. Al escuchar, buscas sus afectos, sus emociones.
Cuando lees la Escritura, observas algunos pasajes que pueden guiarte al orar por ella. Le cuentas de esos pasajes y le preguntas si hay otros importantes para ella. La invitas a un grupo pequeño en que los demás puedan conocerla y ella pueda conocer a los demás.
Estos son los elementos esenciales de la ayuda y el cuidado:
Sé personal: es decir, acércate a la gente, conoce a los demás, conmuévete por las cosas importantes.
Ora por y con la gente: la mejor ayuda identifica las necesidades de nuestra vida que solo pueden ser cubiertas por Jesucristo. Esas son nuestras necesidades más importantes y profundas.
Cuando la otra persona te invita a entrar a su vida, hay muchas preguntas y problemas que considerar:
«¿Qué debo hacer con mi hija iracunda?».
«Mi esposo me golpeó esta semana. ¿Qué debo hacer?».
«Siento que soy un fracaso en todo».
No es necesario que te sepas todas las respuestas. La humildad y el amor quieren saber más, así que preguntas más. Preguntas qué ha sido útil e inútil. Meditas en cómo orar. Luego, siempre habrá más ayuda disponible en el cuerpo ampliado de Cristo, así que pedimos ayuda juntos.
Discusión y reacción
1. ¿Alguna vez has sido bendecido por las respuestas personales de otra persona? Dicho de otro modo, ¿alguna vez has sido animado por alguien que en verdad te escuchó y oyó?
2. Una de las revelaciones impactantes del carácter de Dios ocurre cuando, en respuesta a los afectos vacilantes de Israel, el Señor dice:
Mi corazón se conmueve dentro de mí,
se inflama toda mi compasión.
(Oseas 11:8).
La palabra «conmueve» significa que el corazón de Dios se emociona y agita fuertemente en favor de Su pueblo. Dios se conmueve por Su pueblo; nosotros también debemos conmovernos por los placeres y dificultades de las personas que amamos. Cuando pensamos en el hecho de que Dios Se conmueve por nosotros, esperamos ser aún más sensibles con los demás. ¿Cómo podrían afectar estas realidades la manera en que tú oras?
3. Pasar de conocer a los demás a orar con ellos cara a cara puede ser difícil. ¿A qué puede deberse eso? ¿Cómo esperas llegar a orar más con los demás?
4. Dense un momento para orar los unos con los otros.