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Xavier Villaurrutia Nostalgia de la muerte

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En diecinueve nocturnos poemas encierra el autor una esencia de muerte en vida. La muerte, siempre la muerte, llena su esperanza, ¿no será el temor a ella lo que hace que la invoque tan amiga? Muchas veces, meditando sus poemas, yo he creído que nos habla de otra muerte, de alguna que el poeta ha inventado, cuajada de rosas congeladas y de senos de metales opacos; porque la muerte, en su poesía, no es la que nos infunde temor, sino la que nos invita a gozar instantes en coloquio amoroso.

¿Han visto los toros de la sierra plenamente nevada? ¿Han temblado de emoción al contemplar los bosques vestidos con blancos trajes nupciales? Eso es la poesía de Villaurrutia, y la muerte helada y aparente de las selvas, es como el trance de muerte en la que él mismo se goza. Gusta vencer el fuego con el hielo y en esa reacción genera su elán poético y su voz inconfundible.

Su técnica poética, medida en balanza de razón, lo hace templar, pulir y decantar hasta el sacrificio todo su material instructivo y es por eso que nos entrega versos que por su transparencia son, a veces, casi invisibles. Es un poeta químico que conoce las dosis exactas de cada sustancia para producir el poema que busca.

El esmero, la inteligencia para enhebrar sus voces, la exagerada filtración que les impone y el injerto de ingeniosos juegos de palabras, hacen, muchas veces, que su poesía padezca cierto artificio, pero es entonces cuando él recurre a una buscada refrigeración de conjunto para hacernos sentir la semblanza de la muerte y con un oportuno calosfrío hacer temblar los hilos de los nervios. Ya alguna vez, hablando de su poesía, dije: «¿acaso el hielo con la fuerza de su frío no quema tanto como el fuego? El tacto sufre tanto como la llama, como el hielo.

Xavier Villaurrutia escribe con el cerebro sufriendo y no con el corazón sangrando. Disciplina su angustia para salvarla del grito y ajustarla a la pura voz. Reflexiona la emoción y la sujeta al dibujo y a la medida. Anula todos los colores para pintar todo con el solo color de la nieve. Se vuelve sordo al sonido para escuchar el silencio y así, como de materias incorpóreas y de transparencias unidas, hace sus poemas.

¿La poesía de Villaurrutia es sensual? Yo me atrevería a sugerirlo. Los cuerpos fríos en relación con los seres vivos despiertan reacciones de calor. Los seres de naturaleza helada exacerban el amor de los seres ardientes. Es bajo el hielo donde forman sus casas los exploradores polares para aprovechar el calor de las entrañas del hielo y guarecerse del viento y del frío. ¿Por qué de los helados poemas de un poeta polar no había de nacer la sensación ardiente que conmueva la carne? La poesía sensual pura sensualiza por contagio; la poesía de Villaurrutia por reacción contraria. El roce del hielo produce una vasoconstricción periférica que desvía la sangre ardiente a los mundos sumergidos golpeados por la sangre donde se inicia el demonio del sexo.

Viva llama de fuego helado, tránsito de espejos infinitos, calles de soledades nevadas, calosfríos filosos sin descanso, agonía inmóvil, dolor del pensamiento, eso es toda la poesía de Xavier Villaurrutia, que pesca su muerte, para gozarla, de sus propios mares submarinos y de su «sábana nieve de hospital invierno».

Letras de México; núm. 30, México, DF, 1 de agosto, 1938, p. 7.

Elías Nandino. Prosa rescatada

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