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Pensamiento áureo

Lean Isaías 58, ustedes que pretenden ser hijos de la luz. Especialmente ustedes, quienes se han sentido muy mal dispuestos a incomodarse por favorecer a los necesitados, léanlo detenidamente vez tras vez. Ustedes, cuyos corazones y casas son demasiado estrechos para hacer un hogar para los desheredados, léanlo. Ustedes, quienes pueden ver a los huérfanos y a las viudas oprimidos por la férrea mano de la pobreza y agobiados por el duro corazón de los mundanos, léanlo. ¿Tienen temor de que en su familia sea introducida una influencia que les signifique más trabajo? Léanlo. Sus temores pueden ser infundados, y cada día pueden recibir una bendición que será conocida y bien comprendida por ustedes. Pero, si por el contrario, se les requiere efectuar una labor extra, la pueden poner sobre Uno que ha prometido: “Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salud se dejará ver presto”.

Me ha sido mostrada la razón por la cual el pueblo de Dios no está más espiritualmente dispuesto y no tiene una fe más abundante: ello se debe a que está apretadamente estrechado por el egoísmo. El profeta está hablando a los observadores del sábado, no a los pecadores, no a los incrédulos, sino a quienes hacen grandes alardes de piedad. No son las muchas reuniones lo que Dios acepta. No son las numerosas oraciones, sino el bienhacer: hacer lo correcto a su debido tiempo. Es ser menos egoístas y más misericordiosos. Nuestras almas deben prodigarse. Entonces Dios las hará como jardines bien regados, cuyas aguas nunca faltan ( TI 2:33, 34).

El ministerio de la bondad

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