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9
Diferentes formas de dar el evangelio a los vecinos
“Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mat. 5:16).
Una gran obra frente a nuestras iglesias. Hay una labor que deben realizar nuestras iglesias de la que pocos tienen idea... Debemos dar de nuestros medios para sostener a obreros en el campo de cosecha y regocijarnos al recoger las gavillas. Pero, si bien es cierto que esto es bueno, hay una obra, hasta ahora intacta, que debe ser realizada. La misión de Cristo fue sanar a los enfermos, alentar a los desesperanzados, vendar a los quebrantados. Esta labor de restauración debe ser hecha entre los dolientes necesitados de la humanidad.
Dios no solamente pide vuestra caridad sino vuestro semblante alegre, vuestras esperanzadas palabras, el apretón de vuestra mano. Alivien a algunos de los afligidos de Dios. Algunos están enfermos y han perdido la esperanza. Devuélvanles la luz del sol. Hay almas que han perdido su valor; háblenles, oren por ellas. Hay quienes necesitan el pan de vida. Léanles de la Palabra de Dios. Hay una enfermedad del alma que ningún bálsamo puede alcanzar, ninguna medicina curar. Oren por estas [almas] y tráiganlas a Jesucristo. Y en toda vuestra obra, Cristo estará presente para impresionar los corazones humanos (Manuscrito 105, 1898).
Visitar a cada familia y conocer su condición espiritual. Dondequiera que se establezca una iglesia, todos los miembros deberían empeñarse activamente en una obra misionera. Deberían visitar a cada familia del vecindario y conocer su condición espiritual. Si los profesos cristianos se hubieran empeñado en este trabajo desde el momento cuando sus nombres fueron por primera vez inscriptos en los libros de la iglesia, no habría ahora una incredulidad tan difundida, tales profundidades de iniquidad, una impiedad tan sin paralelo, como se ve en el mundo en la actualidad. Si cada miembro de iglesia hubiera procurado iluminar a otros, miles de miles hoy día estarían con el pueblo que observa los mandamientos de Dios.
Y no solamente en el mundo vemos los resultados patentes del descuido de la iglesia de trabajar en los propósitos de Cristo. Debido a este descuido, se ha provocado una situación en la iglesia que ha eclipsado los elevados y santos intereses de la obra de Dios. Un espíritu de crítica y amargura ha entrado en la iglesia, y el discernimiento espiritual de muchos se ha ofuscado. Debido a esto la causa de Cristo ha sufrido grandes pérdidas. Las inteligencias celestiales han estado esperando para cooperar con los agentes humanos, pero no hemos discernido su presencia.
Ya es sobrado tiempo de que nos arrepintamos. Todo el pueblo de Dios debiera interesarse en la obra de hacer el bien. Debieran unir el corazón y el alma en fervientes esfuerzos para elevar y alumbrar a sus prójimos (T 6:296, 297).
Buscando a quienes deseen oír. Hace varios años, durante una visita previa al sur, mientras hacía un largo viaje, a veces preguntaba quiénes ocupaban los hogares por los cuales pasábamos, y supe que en muchas de las mansiones sureñas había hombres que ocupaban importantes responsabilidades en la administración de grandes propiedades. Al hacer más preguntas, supe que nadie había procurado presentar a esos hombres la Palabra de vida. Nadie había ido a ellos con la Biblia en la mano para decirles: “Tenemos algo precioso para usted y queremos que lo oiga”. Ahora me ha sido presentado repetidas veces que ésta es una obra que debe ser hecha. Hemos de ir por los caminos y por los vallados y llevar a la gente el mensaje de la verdad que Cristo nos ha dado. Hemos de constreñir a muchos para que entren (Manuscrito 15, 1909).
Es de valor para Cristo que establezcamos relaciones. Son muchos los que han quedado sin esperanza. Devolvámosles la alegría. Muchos se han desanimado. Dirijámosles palabras de aliento. Oremos por ellos. Hay quienes necesitan el pan de vida. Leámosles la Palabra de Dios. Muchos tienen el alma aquejada por una enfermedad que ningún bálsamo ni médico puede curar. Roguemos por estas almas. Llevémoslas a Jesús. Digámosles que en Galaad hay bálsamo y Médico (PR 531).
El trabajo para toda clase de gentes. Dondequiera que uno vaya hay una obra que debe realizarse en favor de todas las clases sociales. Debemos acercarnos a los pobres y a los depravados que han caído por causa de su intemperancia. Y, al mismo tiempo, tampoco debemos olvidarnos de las clases más altas: abogados, ministros, senadores y jueces, muchos de los cuales son esclavos de los hábitos intemperantes. No debemos escatimar ningún esfuerzo para mostrarles que la salvación de sus almas es importante, y que vale la pena luchar por ganar la vida eterna (TI 7:59).
Llamados a diferentes tipos de trabajo. El Señor llama a su pueblo para que emprenda diferentes tipos de obra misionera, que siembre en todas las aguas. No hacemos sino una pequeña parte de la obra que él desea que hagamos entre nuestros vecinos y amigos. Siendo bondadosos con los pobres, los enfermos o los desposeídos, podríamos obtener una influencia sobre ellos, de modo que la verdad divina encontrara acceso a su corazón. No debiéramos pasar de largo sin aprovechar ninguna oportunidad de servicio. Esta es la obra misionera más elevada que podemos hacer. La presentación de la verdad con amor y simpatía de casa en casa está en armonía con la instrucción de Cristo a sus discípulos en su primer viaje misionero (RH, 6-6-1912).
Ayudar a la humanidad como lo hizo Cristo. Mientras él [Cristo] pasaba por los pueblos y las ciudades, era como una corriente vital que difundía vida y gozo por dondequiera que fuera.
Los seguidores de Cristo han de trabajar como él obró. Hemos de alimentar a los hambrientos, vestir a los desnudos y consolar a los dolientes y afligidos. Hemos de ministrar a quienes desesperan e inspirar esperanza a los descorazonados (DTG 316).
La obra que cada iglesia debiera haber estado haciendo. La obra de reunir a los menesterosos, los oprimidos, los dolientes, los indigentes, es la obra que cada iglesia que cree la verdad para este tiempo debiera haber estado haciendo desde hace mucho. Debemos manifestar la tierna simpatía del samaritano y suplir las necesidades físicas, alimentar a los hambrientos, traer a los pobres sin hogar a nuestras casas, pedir a Dios cada día la gracia y la fuerza que nos habiliten para alcanzar las mismas profundidades de la miseria humana y ayudar a quienes no pueden ayudarse. Cuando hacemos esta obra, tenemos una oportunidad favorable para presentar a Cristo el crucificado (JT 2:514).
Los sermones no lo pueden hacer. Alléguense a la gente dondequiera que se halle, por medio de la obra personal. Relaciónense con ella. Esta obra no puede realizarse por representación. El dinero prestado o dado no puede hacerla, como tampoco los sermones predicados desde el púlpito (OE 196).
El canto en la obra misionera. Hay poder en el ministerio del canto. Los estudiantes que hayan aprendido a cantar dulces himnos evangélicos con melodía y claridad, pueden hacer una buena obra como evangelistas cantores. Hallarán muchas oportunidades para emplear el talento que Dios les ha dado y llevarán melodía y alegría a muchos lugares solitarios, oscurecidos por el pesar y la aflicción, cantando para quienes rara vez tienen el privilegio de asistir a una iglesia.
Estudiantes, salgan a los caminos y los vallados. Esfuércense por alcanzar a los de las clases superiores tanto como a los de las clases humildes. Entren en los hogares de los ricos como en los de los pobres, y cuando se les presente la oportunidad, pregunten: “¿Le agradaría que cantásemos algunos himnos evangélicos?” Entonces, cuando los corazones se enternezcan, se abrirá el camino para que eleven cortas oraciones pidiendo la bendición de Dios. Muy pocos se negarán a escuchar. Este tipo de ministerio es genuina actividad misionera (CM 533, 534).
Un amplio campo de obra práctica. Hay un amplio campo de trabajo tanto para las hermanas como para los hombres. Se necesita la ayuda de todos: de la cocinera eficiente, la costurera, la enfermera. Enséñese en los hogares humildes la forma de cocinar, la forma de coser la ropa y de remendarla, cómo atender a los enfermos, cómo cuidar el hogar adecuadamente. Aun a los niños debiera enseñárseles a hacer algunos mandados de amor y misericordia para los menos afortunados que ellos.
Otros tipos de utilidad se presentarán delante de quienes estén dispuestos a cumplir los deberes que están más cerca de ellos. No se necesitan ahora eruditos y elocuentes predicadores, sino humildes hombres y mujeres semejantes a Cristo.
Trabajen desinteresada, amante y pacientemente por todos aquellos con quienes se relacionan. No muestren impaciencia. No profieran ni una palabra áspera. Exista el amor de Cristo en vuestro corazón, la ley de la bondad en vuestros labios (RH, 7-8-1913).
El empleo de nuestros días feriados para el trabajo misionero. Hay otras clases de trabajos. Algunos son capaces de estudiar las Escrituras y comunicar a otros lo que creemos. Pueden ser canales de luz y un consuelo precioso para algunas pobres almas desanimadas, que parecen ser incapaces de aferrarse a la esperanza y ejercitar la fe. Otros debieran investigar y estudiar cómo pueden prestar servicios al Señor. Si quienes trabajan tiempo completo, con excepción de los domingos y feriados, en vez de gastar tiempo en su propio placer lo usaran para ser una bendición para otros, serán de utilidad en la causa de Dios. Con su ejemplo ayudará a otros a hacer algo que redunde para la gloria de Dios. Presten atención a las palabras del apóstol inspirado: “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios” [1 Cor. 10:31]. De esa manera, un principio viviente se hará presente en vuestra activa vida diaria: el de ser buenos y hacer el bien...
No será posible que todos dediquen todo su tiempo a la obra, debido al trabajo que deben hacer para ganar su sustento diario. Sin embargo, éstos disponen de sus feriados y oportunidades que pueden dedicar a las tareas cristianas, y a hacer el bien en esta forma si no pueden dar mucho de sus recursos (Carta 12, 1892).
Las horas que con tanta frecuencia se dedican a las diversiones que no refrigeran ni el cuerpo ni el alma, debieran dedicarse a visitar a los pobres, los enfermos y los dolientes, o a ayudar a algún necesitado ( JT 2:514).
Asistencia social en sábado. De acuerdo con el cuarto mandamiento, el sábado fue dedicado al descanso y el culto religioso. Todo asunto secular debía ser suspendido, pero las obras de misericordia y benevolencia estaban en armonía con el propósito del Señor. Estas obras no estaban limitadas ni por el lugar ni por el tiempo. Aliviar a los afligidos y consolar a los tristes es un trabajo de amor que realmente honra el santo día de Dios (RTC, Nº 4, p. 46).
Los métodos de visitas diarias. Quienes sientan el peso de las almas sobreellos, salgan y hagan la obra de casa en casa, y enseñen a la gente precepto sobre precepto, un poquito aquí y un poquito allí, guiándola gradualmente a una luz plena de la verdad bíblica. Esto es lo que teníamos que hacer en los primeros días del mensaje. Cuando se lleven a cabo fervientes esfuerzos, el Señor hará que su bendición descanse sobre los obreros y sobre quienes están buscando entender la verdad, tal como está en la Palabra de Dios.
Hay preciosas verdades, gloriosas verdades en la Palabra de Dios, y es nuestro privilegio llevar esas verdades delante de la gente. En aquellos lugares donde muchos no pueden asistir a reuniones alejadas de su hogar, podemos llevarles la verdad personalmente y trabajar con ellos con sencillez.
¡Qué luz hay en la Palabra! Leemos en Isaías: “Clama a voz en cuello, no te detengas; alza tu voz como trompeta, y anuncia a mi pueblo su rebelión” [Isa. 58:1]. Esta es la obra que hemos de hacer. Noten la expresión: “Mi pueblo”. ¿Por qué el profeta debía decir “mi pueblo”? No estaban caminando de acuerdo con la luz de la verdad, pero Dios deseaba salvarlos de sus pecados. La verdad había de serles llevada nuevamente en su sencillez.
El mensaje del tercer ángel debe ir a toda gente, y Cristo ha declarado que ha de ser proclamado en los caminos y en los senderos. “Clama a voz en cuello, no te detengas”, ordena Dios. Esto significa que dondequiera que ellos presenten la verdad, ya sea ante una congregación, en público o de casa en casa, han de presentarla como está revelada en la Palabra de Dios (Manuscrito 15, 1909).
No hemos de esperar que las almas vengan a nosotros. No hemos de esperar que las almas vengan a nosotros; debemos buscarlas donde estén. Cuando la Palabra ha sido predicada en el púlpito, la obra sólo ha comenzado. Hay multitudes que nunca recibirán el evangelio a menos que éste les sea llevado (PVGM 181).
Trabajen de casa en casa sin descuidar a los pobres, que generalmente son pasados por alto. Cristo dijo: “Me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres” [Luc. 4:18], y hemos de hacer lo mismo (RH, 11-6-1895).
“¡Estoy perdido! ¡Y usted nunca me amonestó!” Vayan a los hogares aun de quienes no manifiestan interés. Mientras la dulce voz de la misericordia invita al pecador, trabajen con toda la energía del corazón y el cerebro como lo hizo Pablo, quien, “de noche y de día, no” cesaba “de amonestar con lágrimas a cada uno” [Hech. 20:31]. En el día de Dios, cuántos nos enrostrarán y dirán: “¡Estoy perdido! ¡Estoy perdido!, y usted nunca me amonestó; nunca me suplicó que fuera a Jesús. Si yo hubiera creído como usted, habría seguido a cada alma que tenía que hacer frente al juicio y que hubiera estado dentro de mi alcance con oraciones y lágrimas y amonestaciones” (Ibíd., 24-6-1884).
La relación del trabajo de casa en casa con nuestra propia espiritualidad. Visiten a sus vecinos en una manera amigable y traben relaciones con ellos... Quienes no quieren hacer este trabajo, quienes actúan con la indiferencia que algunos ya han manifestado, pronto perderán su primer amor y comenzarán a censurar, criticar y condenar a sus propios hermanos (Ibíd., 13-5-1902).
La obra no es insulsa ni falta de interés. Todos los que se mantienen en comunión con Dios hallarán abundancia de trabajo que realizar para él. Quienes obran con el espíritu del Maestro, y tratan de alcanzar a las almas con la verdad, no encontrarán aburrida, penosa o insulsa la obra de atraer las almas a Cristo. Se les ha encargado una obra como mayordomos de Dios, y recibirán más y mayor vitalidad al entregarse por entero al servicio de Dios. Abrir las Escrituras para que otros las conozcan es una tarea que llena de gozo (TI 9:96).
Hacer felices a otros. Sean gozosos en Dios. Cristo es luz, y en él no hay ningunas tinieblas [1 Juan 1:5]. Miren hacia la luz. Acostúmbrense a expresar la alabanza de Dios. Hagan felices a otros. Esta es vuestra primera obra. Fortalecerá los mejores rasgos del carácter. Abran de par en par las ventanas del alma hacia el cielo, y permitan que entre la luz del sol de la justicia de Cristo. Por la mañana, al mediodía y a la noche vuestros corazones podrán estar llenos con los brillantes rayos de la luz celestial (RH, 7-4-1904).
Volver a encender el espíritu de la evangelización de 1844. (2) Recientemente, en la vigilia de la noche, mi mente fue impresionada por el Espíritu Santo con el pensamiento de que si el Señor ha de venir tan pronto como creemos, debiéramos ser aun más activos de lo que hemos sido en años pasados en presentar la verdad a la gente.
En relación con esto, mi mente se volvió a la actividad de los creyentes adventistas en 1843 y 1844. En aquel tiempo se hacían muchas visitas de casa en casa y se desplegaban esfuerzos incansables para amonestar a la gente en cuanto a las cosas que se dicen en la Palabra de Dios. Debiéramos desplegar esfuerzos aún mayores que los que desplegaron quienes proclamaron el mensaje del primer ángel con tanta fidelidad. Nos estamos acercando rápidamente al fin de la historia de este mundo; y al comprender que Jesús ciertamente viene pronto, seremos despertados para trabajar como nunca antes. Se nos ordena que hagamos sonar una alarma a la gente (GCB, 27-5-1913, p. 164).
Practicar nuevamente esta obra. Al ir como los discípulos, de lugar en lugar narrando el relato del amor del Salvador, ganarán amigos y verán el fruto de su labor. Todos los obreros verdaderos, humildes, amantes y fieles serán sostenidos y fortalecidos con el poder que emana de lo alto. Se abrirán camino al corazón de la gente al seguir el ejemplo de Cristo. Ministrarán a los enfermos, orarán por los afligidos. Se escucharán las voces del canto y la oración. Se abrirán las Escrituras para testificar de la verdad. Y con señales que sigan, el Señor confirmará la palabra hablada.
Esta clase de obra ha pasado de moda. Practiquen nuevamente esta obra. Los campos están blancos, listos para la cosecha. El Señor desea que muchos más vayan al campo de la cosecha. Él está con quienes estudian su Palabra y obedecen sus mandamientos. Les impartirá su gracia. Avancen en el nombre de Cristo, recordando que es su compañero, que cada oración, cada palabra, cada himno es oído por él. El mensaje de la pronta venida del Señor, con poder y grande gloria, proporcionará convicción a muchos corazones (RH, 4-2-1904).
2. Este último mensaje de Elena de White a la Asociación General, reunida en sesión en 1913, fue leído ante la Asociación por parte del presidente Arturo G. Daniells el martes 27 de mayo por la mañana.