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CAPÍTULO

8

Obra e influencia de las sociedades de beneficencia Dorcas

Devuelta a la vida para continuar su obra. En el curso de su ministerio, el apóstol Pedro visitó a los creyentes en Lida. Allí sanó a Eneas, que durante ocho años había estado postrado en cama con parálisis. “Y le dijo Pedro: Eneas, Jesucristo te sana; levántate, y haz tu cama. Y en seguida se levantó. Y le vieron todos los que habitaban en Lida y en Sarón, los cuales se convirtieron al Señor” [Hech. 9:33-35].

En Jope, ciudad que estaba cercana a Lida, vivía una mujer llamada Dorcas, cuyas buenas obras le habían conquistado extenso afecto. Era una digna discípula de Jesús, y su vida estaba llena de actos de bondad. Ella sabía quiénes necesitaban ropas abrigadas y quiénes simpatía, y servía generosamente a los pobres y afligidos. Sus hábiles dedos estaban más atareados que su lengua.

“Y aconteció que en aquellos días enfermó y murió”. La iglesia de Jope sintió su pérdida; y oyendo que Pedro estaba en Lida, los creyentes le mandaron mensajeros rogándole: “No tardes en venir a nosotros. Levantándose entonces Pedro, fue con ellos; y cuando llegó, le llevaron a la sala, donde le rodearon todas las viudas, llorando y mostrando las túnicas y los vestidos que Dorcas hacía cuando estaba con ellas”. A juzgar por la vida de servicio que Dorcas había vivido, no es extraño que llorasen, y que sus cálidas lágrimas cayesen sobre el cuerpo inanimado.

El corazón del apóstol fue movido a simpatía al ver su tristeza. Luego, ordenando que los llorosos deudos salieran de la habitación, se arrodilló y oró fervientemente a Dios para que devolviese la vida y la salud a Dorcas. Volviéndose hacia el cuerpo dijo: “Tabita, levántate. Y ella abrió los ojos, y al ver a Pedro, se incorporó” [Hech. 9:36-41]. Dorcas había prestado grandes servicios a la iglesia, y a Dios le pareció bueno traerla de vuelta del país del enemigo para que su habilidad y energía siguieran beneficiando a otros, y también para que, por esta manifestación de su poder, la causa de Cristo fuese fortalecida (HAp 108, 109).

No se podía prescindir de la digna discípula. [Dorcas] había sido una digna discípula de Jesucristo y su vida se había caracterizado por actos de caridad y bondad hacia el pobre y el afligido y por su celo en la causa de la verdad. Su muerte fue una gran pérdida; la iglesia naciente no podía pasarse sin sus nobles esfuerzos.

Esta gran obra de resucitar a la muerta fue el medio para convertir a muchos en Jope a la fe de Jesús (SP 3:323, 324).

El ministerio de la bondad

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