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Dominio propio y oración

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Cuando Cristo se veía más fieramente asediado por la ten­tación, no comía. Se entregaba a Dios, y gracias a su ferviente oración y perfecta sumisión a la voluntad de su Padre salía vencedor [Luc. 4:2]. Sobre todos los demás cristianos profe­sos, los que aceptan la verdad para estos últimos días debieran imitar a su gran Ejemplo en lo que a la oración se refiere...

Jesús pedía fuerza a su Padre con fervor. El divino Hijo de Dios la consideraba de más valor que el sentarse ante la mesa más lujosa. Demostró que la oración es esencial para recibir fuerzas con que contender contra las potestades de las tinieblas y hacer la obra que se nos ha encomendado. Nuestra propia fuerza es debilidad, pero la que Dios concede es poderosa, y hará más que vencedor a todo aquel que la obtenga.–Testimo­nios para la iglesia, t. 2, pág. 183 (1869).

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