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La indulgencia le disgusta a Dios

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“Hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agrada­ble a Dios, que es vuestro culto racional” (Rom. 12:1). Dios requiere un sacrificio vivo, no uno moribundo ni muerto. Cuando nos demos cuenta de lo que Dios nos pide, entonces comprenderemos que nos exige ser temperantes en todas las cosas. El propósito de nuestra creación es que glorifiquemos a Dios en nuestro cuerpo y espíritu, los cuales son de Dios. ¿Cómo podremos lograr este cometido si gratificamos el apeti­to en detrimento de nuestras facultades físicas y morales? Dios nos pide que le rindamos nuestro cuerpo como un sacrificio vivo. Por tanto, nuestro deber es mantener nuestro cuerpo en la condición más saludable para que podamos cumplir con sus requisitos. “Si, pues, coméis, o bebéis, o hacéis otra cosa, ha­cedlo todo para gloria de Dios” (1 Cor. 10:31).

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