Читать книгу Cartas rústicas. Epístolas. Cartas de Quión de Heraclea. Cartas de Temístocles. - Eliano - Страница 10

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1

De Euticómides a Blepeo

Mientras ponía a secar las uvas al calor del sol, se me acercó Mania y comenzó a provocarme entre contoneos, insinuaciones, y no pocas burlas. Yo la deseaba con ardor ya desde hacía tiempo, y me decidí a cometer una audacia: cuando estuvo cerca la agarré con ganas 1 y, mandando a paseo las uvas, me lancé sobre ella y con gozo vendimié los frutos de su juventud 2 . ¡En nombre de Pan! guarda en secreto este suceso, como si fueran los Grandes Misterios.

2

De Comárquides a Drópides

El delicado Hemerón se ha dado un buen golpe en la pierna con una roca; ahora la fiebre se ha apoderado de él y tiene la ingle hinchada 3 . ¡Hasta dos quintales 4 de higos secos daría por verlo curado! Saluda de mi parte a la oveja de lana suave que tanto me gusta, a los dos terneros y a la perra 5 y, por supuesto, también a Mania.

3

De Eupítides a Timónides

La esclava que me enviaste me está agraviando, pues me roba las gavillas a escondidas. Más te vale que deje de hacerlo, pues sólo así podremos seguir siendo amigos. Pero si continúa con sus robos pienso llevarte a juicio. Con razón se estremecerían en su tumba mis mayores si yo, Eupítides de Coridalo 6 , consintiera semejante ultraje, y, encima, de una esclava que no vale ni dos minas 7 .

4

De Antemión 8 a Draces

Cuéntame: ¿qué faena de provecho has cumplido tú? ¿A qué noble labor te has dedicado? Yo he plantado una hilera de vides, tiernos retoños de higueras, y he puesto olivos alrededor del campo. Cené después un puré de guisantes y apuré tres grandes copas, antes de irme a dormir satisfecho.

5

De Betón a Antemión 9

Mis colmenas están vacías: las abejas han dejado su hogar. Nunca antes se habían escapado, sino permanecían fieles y vivían en el panal como en su propia casa. Disponían de un prado lleno de rocío y flores que yo les ofrecía como pingüe festín, y ellas, en su excesivo afán por trabajar, me agasajaban a su vez con dulce y abundante miel. Nunca eran estériles sus dulces partos. Pero ahora se han ido, sin que yo las haya ofendido en nada, lo juro, por Aristeo 10 y por el mismo Apolo. Así que ahora andan fugitivas, su casa está vacía y las flores del prado se consumen de vejez. Cuando recuerdo sus revoloteos y sus graciosas danzas sólo pienso que he sido privado de unas hijas y me enfurezco con ellas: ¿por qué han abandonado al que las alimentaba, que era como un padre para ellas, a su guardián y protector, nunca ingrato? Rastrearé sus huellas y averiguaré dónde se han asentado las fugitivas y, por supuesto, quién las ha acogido, ya que retiene en su poder a las que no le pertenecen. Cuando las encuentre no dejaré de reprocharles su traición y su ingratitud.

6

De Cálaro a Calicles

La carta está inspirada en Demóstenes, Contra Calicles. En este discurso Calicles y el acusado, que se identifica a sí mismo como hijo de Tisias y amo del esclavo Cálaro, son dueños de dos propiedades vecinas separadas por un camino público. Calicles acusa a su vecino de haber tapiado la acequia por lo que, tras unas lluvias, las aguas inundaron el camino, de donde pasaron al campo de Calicles. Según el acusado, el propósito de Calicles al interponerle un juicio tras otro es conseguir que su vecino le ceda su campo. Como se ve, los personajes y hechos concuerdan claramente, aunque el autor de la epístola de Eliano es el esclavo Cálaro.

¿A dónde vamos a poder desviar la corriente de agua? Porque, si no se puede verter en el camino ni puede atravesar el campo del vecino, ¡no nos vas a decir que nos la bebamos! El viejo refrán que dice que un mal vecino es una desgracia 11 ahora se ha confirmado contigo. Pero de nada te servirá emplear la fuerza, porque el campo no te lo vamos a vender y, si mi amo está en su sano juicio, te ha de llevar a los tribunales por esto.

7

De Dercilo a Opora 12

No te alabo por tu supuesta hermosura ni por los muchos amantes que dices tener. Puede que a otros gustes por tu belleza: a mí me gustas por tu nombre y te quiero como quiero la tierra de mis antepasados. Admiro el tino de quien te lo puso, sin duda para que te amaran con locura no sólo los de la ciudad, sino también los campesinos. ¿Qué hay de malo, entonces, en que yo pretenda a Opora? Junto a sus otros encantos también su nombre puede seducir y hacer brotar el amor, especialmente en un hombre que vive de la agricultura. Por eso te he enviado higos, fruto del otoño 13 campestre cuyo nombre compartes, uvas y vino del lagar, y en primavera te enviaré rosas, los frutos 14 de los prados.

8

De Opora a Dercilo

Tú sabrás si dices en serio lo de mi nombre o si estás bromeando. Pero no creo que lo que me envías sea motivo de orgullo. ¡Bonitos regalos! Frutos que apenas valen dos óbolos 15 y un vino cuya juventud ofende. ¡Que se lo beba la Frigia 16 ! El vino que yo bebo es de Lesbos y de Tasos 17 , y lo que yo pido es dinero. Enviar frutos a Opora 18 es como llevar fuego al fuego 19 . Conviene que conozcas mi manera de pensar. Mi nombre también es causa de que quiera obtener dinero de los que desean tratar conmigo, pues me advierte que la belleza del cuerpo se parece a la de los frutos: mientras está en sazón conviene recibir a cambio de ella una compensación, pues cuando desaparece, ¿qué somos sino un árbol sin frutos ni hojas? Mientras Naturaleza concede a los árboles florecer de nuevo, las cortesanas sólo una vez estamos en sazón. Hay, por tanto, que ahorrar para la vejez.

9

De Cremes a Parmenón

La carta guarda un gran parecido con una escena del Eunuco de Terencio (929-940).

Demasiado tarde he comprobado cuán bien me aconsejabas y advertías que huyera de las cortesanas. Abren sus fauces para despojarte y fingen quererte mientras en realidad te rechazan. Lo que más me molesta es que hasta que no se han saciado fingen pudor y recato y no consienten en yacer contigo. Luego arrebañan el plato y a escondidas arramblan con todo, y tragan más que un jornalero, pero en nuestra presencia se comportan finamente. En cambio yo tengo que hacerlo todo con prisas: agarrarla y levantarle las dos piernas en un santiamén, y volver de nuevo a mis cabras. Pero cuando la maldita Tebaide se contoneaba ante mí y a punto estaba yo de levantarla por la cintura, arrojarla sobre el lecho y pasar rápidamente a la acción, me lo impidió un soldado. ¡Así se muera! Trasíleo creo que se llamaba, o algún otro nombre parecido relacionado con las fieras 20 .

10

De Filérifo a Símilo

Me he enterado de que tu hijo es un libertino: ¿por qué no lo coges por la fuerza y lo castras, como hacemos con los machos cabríos? Eso vuelve tranquilos y continentes a los animales. En este menester yo soy harto hábil: lo curaré en un santiamén con compresas de sal y ungüentos de pez. Luego quedará más sano que una garrapata 21 y que una calabaza 22 . Abandonará sus amoríos y dejará de malgastar tu hacienda. ¿Quién en su sano juicio mantendría a un libertino sin castrar?

11

De Lamprias a Trife

Los jóvenes crían perras buenas para la caza, pero jamás vi una liebre más ágil ni enjuta que ésta. Es asombroso que la pudiera atrapar. Es ahora, despellejada y despojada de su piel, cuando puede verse bien, o, mejor dicho (pues no me he expresado con propiedad), cuando se la ve aún menos. Y tú, Trife, deja de burlarte de mí. Pues si mi padre te ve, des dichada, sin duda que recibirás tu castigo. Hasta yo le tengo miedo, y eso que es mi padre. Tú, sin embargo, te atreves a mostrarte altanera y despectiva con él.

12

De Trife a Lamprias

Por Zeus que voy a colgar el pellejo de la liebre, oh Lamprias, como trofeo de tus cacerías, a semejanza de los grandes cazadores de antaño. También tus gestas cinegéticas serán puestas por escrito. ¿La atrapaste tú mismo o te la han regalado? ¿Cómo pudisteis verla con lo pequeña que es? Realmente tuvieron buen olfato las perras: como es imposible que la hayan visto, sin duda debieron de olerla. Desde que comenzaste a cazar, te comportas conmigo como un verdadero Hipólito 23 . Ten cuidado, no vaya a ser que Afrodita se irrite también contigo por tus desprecios.

13

De Calípides a Cnemón

Las cartas 13-16 contienen un intercambio epistolar entre dos campesinos. Se inspiran en El misántropo de Menandro, de donde Eliano toma el tipo del campesino misántropo, el nombre de los protagonistas y diversos pasajes, no sin algunas variaciones (véase el estudio de I. L. Thyresson, «Quatre lettres...»). El tema del misántropo aparece también en el Timón de Luciano y en Alcifrón, Ep. II 32, que al parecer también se inspiran en la comedia menandrea.

Muchas ventajas tiene la vida en el campo; por ejemplo, dulcifica el carácter. En efecto, la tranquilidad y el trabajo de la tierra producen un hermoso sosiego. Tú, sin embargo, te comportas como un salvaje y no eres un buen vecino para los que conviven contigo. Nos arrojas pellas de tierra y peras silvestres 24 , y comienzas a gritar cuando ves a un hombre como si persiguieras a un lobo: eres un terrible y —como dice el refrán— amargo vecino 25 . Si la tierra que trabajo no fuera la de mi padre, de buena gana ya la habría vendido para escapar de tan terrible vecino. Así que, buen Cnemón, cambia tu funesto carácter; si no, tu genio te conducirá a la desgracia y te volverás loco sin darte cuenta. Acepta de un amigo estos amistosos consejos que ojalá sirvan para remediar tu carácter.

14

De Cnemón a Calípides

No tenía por qué contestarte, pero como eres un entrometido y me obligas a tratar contigo en contra de mi voluntad, por lo menos de este modo salgo ganando en que puedo dirigirme a ti a través de intermediarios y no tengo que hacerlo personalmente. Así que ésta será —como se dice— una respuesta «escítica» 26 . Estoy loco: tengo sed de sangre y odio al género humano. Por ello arrojo terrones y piedras a los que entran en mi campo. Considero dichoso al famoso Perseo por dos motivos. En primer lugar porque, al tener alas, no se encontraba con nadie y estaba a demasiada altura para tratar y saludar a alguien. En segundo lugar, le envidio porque podía convertir en piedras a aquellos con los que se topaba 27 : si también yo pudiera, no habría más que pétreas estatuas humanas, y tú serías la primera. ¿A santo de qué pretendes organizar mi vida y volverme manso, a mí, que soy enemigo de todos? Por esa razón dejé de cultivar la parte del campo que está junto al camino y la tengo sin sembrar 28 . Pese a ello tú te comportas como si fueras uno de mis allegados y te esfuerzas por tenerme como amigo, cuando no soy amigo ni de mí mismo. ¿Quién me mandaría ser hombre?

15

De Calípides a Cnemón

Eres salvaje y maligno 29 como los endemoniados, pero, aunque no quieras, debes comportarte civilizadamente con nosotros, por respeto a la vecindad y a los dioses de las lindes que nos son comunes. Pues bien, voy a hacer un sacrificio en honor a Pan y a la ceremonia quiero invitar a los más allegados de los filasios 30 . Me gustaría que también vinieras tú, pues beber y participar en las libaciones te amansará: Dioniso disipa y adormece rencillas y despierta la alegría. Este dios será tu médico y te librará de la desmedida ira, apagando con vino el ardor de tu cólera. Y es posible que escuchando a una flautista caigas en las redes de la música, te abandones a su canto y tu alma se sosiegue, Cnemón. Y no sería mala idea que te emborracharas y te pusieras a bailar 31 . Y si una vez borracho tropiezas con alguna moza que está llamando a su criada o que va en busca de su nodriza rezagada, quizá acometas alguna ardiente y juvenil empresa. Pues no creas que sería indecorosa semejante conducta en un sacrificio en honor a Pan: también él es muy aficionado a los placeres del amor y en exceso dispuesto a abordar a las doncellas. Olvida el ceño fruncido y que la alegría disipe ese aire hosco y sombrío. Es el consejo de un amigo que mira por tu bien.

16

De Cnemón a Calípides

Respondo a tu carta sólo para llenarte de insultos y descargar algo de mi cólera hacia ti. ¡Cómo me gustaría que estuvieras aquí para poder estrangularte con mis propias manos! ¿Por qué buscas arruinar mi vida y te esfuerzas en acabar conmigo invitándome a banquetes y fiestas? Para empezar, me estremezco de terror ante la idea de ver a la gente y de tener que tratar con ellos, y evito los sacrificios públicos como los cobardes a los enemigos. Además desconfío del vino, pues es algo irresistible, capaz de engañar y atacar la razón. En cuanto a Pan y los demás dioses, los venero y los saludo solamente cuando paso a su lado 32 , pero no les ofrezco sacrificios, ya que no quiero molestarlos. Y he aquí que tú, el mayor de los mentecatos, osas recomendarme cantos y flautistas: ¡hasta crudo sería capaz de devorarte 33 ! ¡Bonitas proposiciones esas que me haces de bailar y pasar un rato con una ardiente muchacha! Estoy convencido de que tú incluso te lanzarías sobre el fuego y saltarías sobre una espada 34 . Mas no conseguirás ser mi amigo ni con sacrificios ni de ninguna otra manera.

17

De Dercilo a Esqueas

¿No te decía yo que Pluto no es ciego sino que goza de muy buena vista 35 ? ¿Y que los dones de la tierra y de la Fortuna 36 son hermosos precisamente porque él cuida y recompensa a los que son honrados? Verdaderamente has mostrado ser uno de aquellos hombres afortunados de tiempos de Crono que, según cuentan, todo lo obtenían de la tierra espontánemente, compartían una vida común libre de envidias y tenían sencillas costumbres. Una sola era su morada: todo el espacio que se extiende bajo el firmamento. Y es que, ¿quién puede haber tan malvado y criticón que esté contrariado y sienta envidia por tu enriquecimiento? ¡Que nunca el carácter de los campesinos esté lleno de tanta maldad¡ !Que los celos y la envidia por la riqueza y el dinero ajenos se adueñen de las cabras salvajes 37 y de los oradores en los tribunales!

18

De Démilo a Blepsias

Dos motivos frecuentes en la epistolografía rústica: el tema del campesino que por la pobreza abandona el campo para irse a navegar (cf. Alcifrón, Ep. II 4), y el contraste entre la seguridad de la tierra y los peligros del mar (Alcifrón, Ep. I 3). Sobre las penalidades de los campesinos, cf. Teofilacto, Ep. 80.

Mi vecino Laques ha abandonado la agricultura y la labranza y se ha embarcado en una nave con la que, como dicen, navega por el Egeo, recorre 38 otros mares y surca las olas. Vive como una gaviota, luchando con los vientos adversos y dejando atrás un promontorio tras otro. Se despidió para largo tiempo 39 de sus cabrillas y de la pastoril vida de antaño para ir en busca de suculentas ganancias y riquezas. Incapaz de vivir con los míseros y escasos frutos de sus campos y descontento con lo que tenía, sueña con egipcios y sirios y se imagina rebuscando en sus mercados. Por Zeus, se pasa el tiempo calculando ganancia sobre ganancia y contando una moneda tras otra. Su mente está inflamada y consumida por el deseo de sacar provecho de sus viajes de acá para allá. No le preocupan ni el mal tiempo ni los vientos contrarios, ni el inestable mar, ni las estaciones adversas. Nosotros ganamos poco y con muchas fatigas, pero la tierra nos resulta mucho más estable que el mar y, precisamente por ser más fiable, nos proporciona esperanzas más seguras 40 .

19

De Mormias a Cremes

Yo, ingenuo de mí, en vano me dedicaba a hacer sacrificios propiciatorios y a pasearme con coronas, halagando tanto a los dioses de fuera como a los de casa para que me concedieran una buena boda, cuando no era necesario en absoluto. Y es que mi propio hijo ha conducido la yunta de bueyes desde los campos para traer a la novia desde la ciudad a la hacienda paterna: compró la libertad de una flautista de la que estaba enamorado, la vistió de novia y, como dice el refrán, me trajo a casa a una paloma torcaz en lugar de una mansa 41 , a una prostituta en lugar de una novia. Al principio se mostraba muy pudorosa, como una doncella, y se comportaba como las recién casadas, intentando ocultar su oficio. Con el tiempo se descubrieron su engaño y sus intrigas contra mí. Pero se equivocan si piensan que se van a burlar de mí como si fuera un ladrillo. Porque al guapo del novio lo voy a desheredar y mandar a los cuervos 42 si no abandona la vida muelle y no se pone a cavar y a trabajar la tierra conmigo. Y a la novia la voy a vender para que se la lleven lejos de aquí si no ayuda ella también en sus tareas a la frigia y a la tracia 43 .

20

De Fedrias a Estenón

Crece en los campos toda suerte de cosas bellas con las que la tierra se adorna y nos nutre a todos. Algunos frutos duran todo el año; otros aguantan poco y se comen sólo en su estación. Los dioses son sus autores, la tierra su madre y su nodriza. También en los campos crecen la justicia y la moderación: son sus árboles más hermosos, sus frutos más benéficos. Así que no desprecies a los campesinos. También en ellos hay una especie de sabiduría: su lenguaje no es sofisticado ni se adorna con vigorosos discursos, antes bien, es completamente silenciosa y manifiesta su virtud con su vida misma. No te asombres si la carta que te envío es más sabia de lo que corresponde a alguien que vive en el campo: no somos bárbaros 44 sino campesinos atenienses.

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