Читать книгу La razón perversa - Emilio Garoz Bejarano - Страница 11
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ОглавлениеEsta racionalidad perversa provoca que las actitudes de los individuos en el ámbito de sus relaciones sociales sean de tal manera que consideren al otro el enemigo a batir. Si la razón es una facultad humana nada más irracional que no reconocer en el otro esa misma razón, lo que equivale a no considerarle un ser humano. No es de extrañar, empero, puesto que el mayor temor de los portadores de la racionalidad perversa es que los individuos se reconozcan a sí mismos como una única especie humana, que se unan y puedan llegar a descubrir las oscuras razones que dirigen su comportamiento. Desde situaciones tan nimias como viajar en Metro y acceder a un asiento hasta las relaciones laborales y familiares el otro es considerado como un extraño que viene a usurpar el puesto que nos corresponde –el que racionalmente pensamos que nos han asignado fuerzas tan irracionales como Dios o el destino-. Cuando dos individuos se cruzan en la calle no se lanzan miradas de reconocimiento mutuo –lo que sería normal-, ni siquiera de indiferencia: se lanzan miradas de amenaza. Y el caso es que lo racional sería el apoyo y la solidaridad entre todos los ciudadanos porque sólo con la liberación de la humanidad es posible lograr la liberación individual. Ahora bien, si los seres humanos somos precisamente eso, humanos, y como humanos, racionales, es preciso indagar de dónde proceden esas actitudes irracionales. Y a poco que se escarbe en la superficie de la realidad, de esa realidad creada por intereses perversos, veremos que los promotores de estas actitudes son los mismos que están detrás de la construcción de la realidad: los medios de comunicación y los políticos profesionales que son los que fomentan esta situación. No hay más que pararse a ver un noticiario deportivo o uno de esos programas de crónica social –que ahora se llaman “rosas”-: lo que prima, lo que se premia y lo que se considera adecuado es la rivalidad –volviendo al ejemplo con el que abríamos este capítulo basta con recordar el temible y amenazador lema de “a por ellos”-.