Читать книгу La razón perversa - Emilio Garoz Bejarano - Страница 15
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ОглавлениеMe voy a permitir, por último, plantear un caso de racionalidad perversa que no afecta al desarrollo de la sociedad pero que quizás, por cotidiano, resulta especialmente llamativo. Si de algo podemos estar seguros en esta vida es de que nos vamos a morir. El único consuelo o la única esperanza que nos queda es no saber cuándo: consuelo y esperanza, elementos, pues, irracionales. Cuando un médico comunica a un paciente que su enfermedad no tiene cura y que tan sólo le queda un tiempo corto de vida –unos meses, unos días o unas horas-, además de no sanarle le está quitando su única esperanza. Pero –y aquí está el elemento de racionalidad perversa- si no se lo dijera le estaría mintiendo. Sin embargo, si a un paciente sano le dice que va a morir, aunque no pueda determinar cuándo, no le estaría mintiendo. Se da así una situación paradójica que se resuelve en la idea del consuelo ante la muerte. Una idea irracional, pero que puede ser utilizada racionalmente.
En el capítulo siguiente se expondrán una serie de fundamentos teóricos alrededor de los cuales se edifican los conceptos de racionalidad e irracionalidad. A continuación se analizarán: la reaparición, cuando no la pervivencia, de elementos míticos, y por tanto irracionales, en la sociedad contemporánea (capítulo 2); los elementos de racionalidad perversa en los medios de comunicación, como instrumento de su exportación a la masa social (Capítulo 3) y su presencia en la política y la economía (Capítulo 4) y en la educación (Capítulo 5).
1. .- En esta obra se cita por extenso el término poder. Aunque por economía intelectual este término aparezca siempre como hipostatizado e “in abstracto” hay que tener en cuenta que el poder nunca es abstracto. No es “utópico”, en el sentido de no ocupar ningún lugar, sino que constituye un espacio social muy concreto ocupado por individuos de carne y hueso.
2. En todo caso lo que nos diría el sentido común sería justamente lo contrario. Que no existe una realidad objetiva, sino que más bien cada uno capta la realidad de una manera distinta. Quizás el ejemplo más claro sea algo que a todos alguna vez se nos ha ocurrido: si todos captamos los colores de la misma manera. La respuesta que nos da el sentido común es que, en el mejor de los casos, no podemos saberlo, porque no podemos entrar en las terminaciones nerviosas que aprehenden las longitudes de onda de los demás. Lo que nos dice el sentido común es, entonces, que la realidad es subjetiva.