Читать книгу Un día en la vida - Emmanuel S. Funes - Страница 46

DÍA 40 Mientras camino por las calles de la ciudad, siento una pequeña nostalgia de lo pasado. Tras la comodidad de la zona de confort, veo cómo danzan frente a mis ojos todas las opciones que se abren ante mi camino, todas viables en el mayor sentido de la palabra. Solo falta el hacer.

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Empecinado en cumplir objetivos de vida, me ataca una ansiedad increíble por llegar a nuevo puerto y, finalmente, tomar las riendas de lo que creo puede ser un nuevo inicio. Cuesta creer que todo está al alcance de la mano.

A pesar de entender que el camino siempre avanza, es inevitable sentirte estancado en la arena, atrapado en el flujo de las cosas, pasando incesable a tu alrededor, sin darte la oportunidad de reaccionar. En aquellos momentos, lo más sabio es no dudar, respirar hondo y creer que eres capaz; todo está en tus manos. El peso que se forma en tu espalda, alimentado por la incertidumbre, se tornará más grande al pasar los minutos, las horas, los días. Cuando estés por flaquear y te sientas desfallecer, sostén las piernas con fuerza, erige la espalda y hazle frente a aquella oscuridad que has creado a tu alrededor; enfréntate a los prejuicios de tu propia mente, a las limitaciones de tu cuerpo, y avanza raudo, rauda, por el sendero, con la convicción de que estás tomando las mejores decisiones que puedes, y lo haces desde el fondo de tu corazón.

La ansiedad es un gran enemigo, nos pone inquietos mientras avanzamos, genera disturbios en nuestro campo, destruye al equilibrio y rompe la onda. Nos deja en un mar de incertidumbre y duda, de delirio e inseguridad; nos ancla al suelo tan fuerte, casi volviéndonos uno con la superficie...

Está en nosotros romper esas cadenas. Si no las quitas tú, nadie más lo hará.

Un día en la vida

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