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DÍA 57 Somos humanos pidiendo prestado algo de espacio al planeta tierra. Pequeñas hormigas que caminamos por los terrenos del universo y el cosmos.

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Nos gusta creernos parte de algo importante, un plan celestial, creemos que tenemos una fuerza divina a nuestras espaldas, que nos ayuda en cada momento, que nos recompensará si hacemos lo que nos demanda y que nos iremos al paraíso (todas sus representaciones) en retribución a nuestra vida al servicio de este ente invisible mágico que reina sobre todas las cosas.

La vida es más terrenal de lo que se cree, literalmente se produce en la tierra, se materializa en cada paso que damos y cada decisión que elegimos. El funcionamiento de las cosas pasa ciento por ciento por nosotros y nuestra mente, por nuestra cara frente a la vida y al entorno que nos rodea. Se amolda a nuestras necesidades y anhelos, a lo que de verdad sentimos, y el universo se encarga de mostrarlo de forma constante.

Estas representaciones tienen diferentes nombres. Llámalo karma, dharma, el secreto, ley de la atracción, etcétera... todo basado en el flujo interminable de energía a nuestro alrededor, alimentado por todos nosotros y nuestra mente como principal motor de la vida tal y como la conocemos e intentamos entender.

La vida es más simple de lo que parece, es nuestra y de nadie más. En el momento en que decides que te pertenece, el equilibrio se restablece, las cosas regresan a su orden normal y todo se vuelve a tu favor, porque ella no es nuestra enemiga, el único rival en el camino somos nosotros, y nuestra inhabilidad y el miedo de hacernos frente.

Un día en la vida

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