Читать книгу Pinceladas del amor divino - Erna Alvarado Poblete - Страница 50

14 de febrero La bondad de Dios - I

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“Enséñanos a contar bien nuestros días, para que nuestra mente alcance sabiduría” (Sal. 90:12).

La bondad infinita de Dios se manifiesta aun en los actos más sen­cillos de la vida diaria. Cuando la rosa se marchita y cae, toda la natu­raleza presencia el nacimiento de un nuevo capullo que abre sus pétalos.

Hace algún tiempo, este milagro de la vida tuvo lugar frente a mis ojos y me hizo comprender una vez más cuán grande es la bondad de Dios. El mismo día que mi nieta nació, mi madre fue ingresada a la sala de terapia intensiva. Mientras mis manos recibían los pétalos marchitos de un amor que se extin­guía, mi alma era consolada con el cálido toque de una diminuta nueva vida que se acurrucaba entre mis brazos. Esa experiencia extraordinaria y singu­lar me hizo comprender que la vida y la muerte no son enemigas; son cóm­plices perfectas que hacen que nuestra estancia en este planeta tenga sentido y valga la pena.

La vida es el espacio de tiempo en el que tenemos la oportunidad de con­struir y de llegar a la autorrealización personal. En ella encontramos la fuerza para lograr metas, trabajar en proyectos y llegar a ser mujeres productivas y felices. La vida nos provee el tiempo para desarrollarnos plenamente; para crecer por fuera y por dentro; y para madurar a la semejanza de nuestro Crea­dor. La vida es la que nos da la energía para levantar la cabeza cada día y la que nos hace desear el reino de los cielos.

Por otro lado, la muerte no es el fin de todo; por el contrario, la muerte nos acerca un poco más a nuestro destino final, al hogar eterno que tanto anhela­mos. El sueño de la muerte es solo un compás de espera hasta que toda la sin­fonía del universo se despliegue y el Señor Dios eterno, Rey de reyes y Señor de señores, regrese en gloria y majestad a buscar a todos sus hijos.

Amiga, vive este día sabiamente, reconociendo que cada instante, cada respiración, cada latido de tu corazón es un regalo de Dios. Aprovéchalo traba­jando y descansando, riendo y llorando, sembrando y cosechando, ayudando y dejándote ayudar, ganando y perdiendo... Todo tiene sentido cuando lo vi­ves intensamente y por los motivos correctos. Inspírate en las palabras del sabio cuando dice: “En este mundo todo tiene su hora; hay un momento para to­do cuanto ocurre” (Ecl. 3:1).

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