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18 de febrero Mil maneras de decir “te amo” - II

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“Sobre todo revístanse de amor, que es el lazo de la perfecta unión” (Col. 3:14).

El biólogo Humberto Maturana, en su teoría acerca de la biología del amor, dice: “Es más fácil ser feliz que infeliz; es más fácil amar que no amar”. Al crearnos, Dios nos dio capacidades emocionales, físicas y espirituales que nos hacen seres humanos equipados para dar y recibir amor.

 Amar con toques cariñosos: el lenguaje corporal del amor se expresa con abrazos, toques positivos, besos y acercamiento que provee apoyo. Con­finar, ignorar y mantenernos a distancia de las personas que amamos ma­ta el amor.

 Amar con los ojos: mirar con atención es la mejor manera de decirle a alguien que es importante para nosotras. Una inspección visual del otro, cargada de sentimientos amorosos, crea lazos de intimidad y cariño que ayu­dan a resistir los peores momentos. Una mirada vale más que mil palabras.

 Amar con los oídos: padres, madres, esposas y esposos “sordos” abundan. Son los que construyen un muro de indiferencia, confinan a los hijos a la soledad y al abandono. El amor sencillo y verdadero necesita tiem­po para despojarse de las preocupaciones personales y escuchar a otros con genuino interés. Una conversación sin prisa puede ser una excelente sesión de catarsis que todos necesitamos.

 Amar a través del respeto: decimos “te amo” cuando manifestamos res­peto y consideración. Todos tenemos gustos, intereses, expectativas y sueños diferentes. El respeto debe inducirnos a ser sensibles a los sentimientos ajenos. “Lo siento” y “lo has hecho muy bien”, aunque son frases sencillas de expresar, se hacen cada día más escasas.

Aprendamos el lenguaje del amor. Cada quien podrá expresarlo de acuer­do a su forma de ser, sin tratar de imitar a nadie. Si es a través de las palabras o los gestos, no tengamos miedo; un “te quiero” lleno de sinceridad puede mo­ver montañas. Una caricia sincera puede curar heridas profundas.

Elena de White escribió: “Las pequeñas atenciones, los numerosos in­cidentes cotidianos y las sencillas cortesías constituyen la suma de la felicidad en la vida; y el descuido manifestado al no pronunciar palabras bon­dadosas, afectuosas y alentadoras ni poner en práctica las pequeñas cortesías, es lo que contribuye a formar la suma de la miseria de la vida” (El hogar cristiano, p. 89). Tomemos la decisión de erradicar la miseria hu­mana con la fuerza del amor.

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