Читать книгу Pinceladas del amor divino - Erna Alvarado Poblete - Страница 43

7 de febrero Cargando mi historia

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“Vengan a mí todos ustedes que están cansados de sus trabajos y cargas, y yo los haré descansar” (Mat. 11:28).

Estoy casi segura de que quienes han hecho un viaje en avión han visto subir a bordo a alguien cargando a sus espaldas una enorme moc­hila. Lo que me sorprende es que, al caminar por el angosto pasillo de la aeronave, lo único que le importa es llegar rápido a su asiento, sin tomar en cuenta que su carga va golpeando a los pasajeros que se encuentran senta­dos. Pareciera ser que su mochila es algo ajeno a ellos mismos. Si voltean a la derecha, golpean a los que están del lado izquierdo, y si voltean a la izquier­da, golpean a los sentados del lado derecho.

Este tipo de incidentes me ponen a pensar en el viaje que cada persona hace por la vida. Todos llevamos como equipaje una historia: experiencias, chas­cos, frustraciones, enojos, alegrías, dolor, desencanto, aciertos, ilusiones rotas, sueños cumplidos, fracasos… Quizá algunos llevemos un peso extra y, al en­contrarnos con otros viajeros, nos movamos golpeándolos, sin intención. Ni siquiera nos damos la vuelta para ver la estela de dolor que vamos dejando a nuestro paso.

Llevar peso innecesario en la mochila de la vida agota nuestras fuerzas físi­cas, emocionales y espirituales. Las experiencias adversas acumuladas pue­den tomar la forma de resentimiento, rencor y culpa, que nos hacen vulnerables y presa fácil del desánimo, llevándonos a desconfiar del cuidado y del amor de Dios.

Amiga, antes de continuar hoy tu viaje de vida, revisa tu carga y desecha lo que impide que te muevas en libertad. No continúes repartiendo culpas, no te defiendas de los que te aman, no desperdicies el poder restaurador de Dios... Hoy está a tu alcance, solo tienes que pedirlo en oración sincera. Y cuando ores, reconoce tus rencores y resentimientos. Declara a Dios los nombres de las per­sonas que te causaron daño; sé genuina. Dios lo entiende y no te juzga; está ahí, cerca de ti, para sanar y vendar tus heridas.

Trabaja con Dios en esos recuerdos amargos que esclavizan tu memoria y enferman tu cuerpo. Trae a tu mente las misericordias del Señor y los nom­bres de buenas personas que han estado contigo a pesar de ti misma. Aligera tu carga, cambia el modo en que recuerdas los malos momentos del pasado y avanza hacia el futuro glorioso que Dios tiene para ti, aprovechando las oportunidades del presente. Que tengas feliz viaje.

Pinceladas del amor divino

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