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19 de enero Tienes poder cuando eres tú

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“Pido al Padre que de su gloriosa riqueza les dé a ustedes, interiormente, poder y fuerza por medio del Espíritu de Dios, que Cristo viva en sus corazones por la fe, y que el amor sea la raíz y el fundamento de sus vidas” (Efe. 3:16, 17).

Por todos lados escucho hablar del poder de la mujer. Las mujeres están “empujando” para entrar al mundo de los negocios, la política y muchos otros ámbitos que algunas décadas atrás eran exclusivos de los varones. Buscan sentirse poderosas, y me pregunto si también debemos buscarlo nosotras, quienes no aparecemos en las portadas de las revistas, las que simplemente somos “mujeres”.

¿Es legítima la búsqueda de poder? ¿Necesitamos poder para criar hijos, para consolar a los tristes, para llevar la administración del hogar? Por supues­to que sí, pero este es un poder superior al que emana de nuestras capacida­des y facultades propias. La mujer “poderosa” es la que abreva cada día en la fuente de poder que es Cristo Jesús; es entonces, y solo entonces, cuando se sentirá capaz de hacer frente a los desafíos de vivir. Dotada por Dios con ha­bilidades especiales, la mujer poderosa trabaja con sus recursos sin intentar parecerse a nadie. Esta singularidad la llevará a descubrir y cumplir su misión, a su manera y a su tiempo.

El poder personal para impactar a los que nos observan está cimentado en una entrega incondicional a Dios y en la voluntad de ser lo que somos, aceptan­do, en primer lugar, nuestra condición de mujer y, en segundo lugar, la in­dividualidad que nos hace fuertes donde otras son débiles y viceversa. Esto genera un espíritu de humildad y solidaridad. Poseedoras de creatividad, emo­ciones, espiritualidad, entereza y una disponibilidad natural para “estar con el otro”, tenemos un vasto territorio que explorar y conquistar para la honra de Dios.

Renunciar a la competitividad entre nosotras y a la lucha de poder con los varones, así como tener una humilde sumisión a la voluntad de Dios, son el A, B, C de la mujer poderosa.

A = ama lo que eres.

B = baja la guardia, no pelees con los varones.

C = camina con Dios cada día.

Amiga, descúbrete con la ayuda de Dios. Suplica por misericordia y gracia. Este es el camino que te llevará al encuentro del bien y la verdad, que te da­rá poder para testificar de las maravillas y la grandeza de Dios.

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