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20 de enero Los tres poderes de la mujer cristiana

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“Ama a la sabiduría, no la abandones y ella te dará su protección” (Prov. 4:6).

Ayer hablamos de la búsqueda del “poder femenino”. En realidad, no podemos estar ajenas a este movimiento social; porque vivimos en sociedad y porque la mujer es un agente de cambio en todos los campos de su desempeño, sea madre, esposa, abuela, soltera o casada. Pero, no nos confundamos, el hecho de que una mujer pueda pilotear un avión, di­rigir una empresa o subirse a un ring de boxeo no es lo que la hace pode­rosa. El verdadero poder es el que emana de Dios.

Necesitamos, pues, saber quiénes somos; la respuesta a esta pregunta abre ante nosotras una gama increíble de posibilidades. Somos creación de Dios, dotadas de inteligencia, voluntad y libertad, virtudes comunes en los hombres y las mujeres; sin embargo, el uso que hagamos de ellas determi­nará la clase de personas que seremos.

Las escalas que miden la inteligencia son muchas, como también lo son los expertos que se han dado a la tarea de clasificarla en categorías. Alguien dijo algo muy simple que viene al caso para esta reflexión: “La persona in­teligente no es aquella que sabe mucho, sino aquella que sabe qué hacer con lo que sabe”. Es a esta clase de inteligencia a la que quiero hacer referencia, y que algunos llaman inteligencia emocional.

La inteligencia emocional nos lleva a ser asertivas para aprender y conser­var en la memoria el conocimiento útil para vivir bien. Tiene que ver con el discernimiento, el desarrollo de autoconciencia, el control de las emocio­nes y, por ende, el de la conducta. Es la clase de inteligencia a la que hace referencia el sabio cuando dice: “Sabiduría ante todo, ¡adquiere sabiduría! Sobre todo lo que posees, ¡adquiere inteligencia!” (Prov. 4:7, RVR 95). Equi­vale a tener una percepción adecuada de una misma, y una actitud de tole­rancia y solidaridad hacia los demás.

Aun así, algo que parece tan simple no siempre lo es; a veces se torna complicado, sobre todo, en una sociedad donde tantas mujeres prefieren hacer lo que dice y hace la mayoría, sin filtrar la información que reciben. Las mujeres de Dios no son figuras decorativas como maniquíes en un esca­parate; son “hacedoras” de vida.

Amiga, comienza tu día agradeciendo al Señor por la forma maravillosa como te creó; no permitas que tu condición de mujer te impida reconocer lo que realmente eres y puedes hacer para el fiel desempeño de tus tareas do­quiera que estés.

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