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29 de enero ¿Qué llevas en tu equipaje?

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“Él es quien perdona todas tus maldades, el que sana todas tus dolencias, el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias” (Sal. 103:3, 4, RVR 95).

Todos, sin excepción, vamos por la vida con un equipaje forma­do por experiencias, chascos, fracasos, frustraciones y llanto, que con el paso del tiempo pueden transformarse en toneladas de culpa que restan la energía y aminoran los pasos. En algunos, la culpa pesa más que los aciertos, hundiéndolos en el desánimo y la desesperanza. Pareciera que, con intención premeditada, hacen la lista de los errores y los pintan de negro, para obtener la compasión de los demás.

La culpa es una poderosa artimaña del enemigo de Dios; esta nos con­duce, sin darnos cuenta, al autocastigo, la conmiseración y la vergüenza. En este punto, no podemos apropiarnos de las bendiciones que vienen envuel­tas en los sencillos placeres de la vida cristiana. La usamos como un látigo con el que nos golpeamos sin misericordia, debilitando nuestra energía física, es­piritual y emocional. Muchas veces es un sentimiento infundado que se ge­nera en una dicotomía entre lo que crees y lo que haces. Como bien escribió el autor británico Edmund Burke: “La culpa nunca ha sido racional; distor­siona todas las facultades de la mente humana y las corrompe; le quita la li­bertad de razonar y lo deja confuso”.

El sentimiento de culpa solo nos es útil cuando nos lleva a una introspec­ción, nos hace conscientes de lo que no hemos hecho bien y nos conduce a la reparación de los daños y a una conversión total de la conducta. Es cuando tomamos responsabilidad de nuestros actos ante Dios, ante nosotros mismos y frente a los demás, que la culpa tiene algo de bueno.

Amiga, el dedo bondadoso de Dios nunca te señala acusador; frente a tus errores y pecados, él se muestra misericordioso y te ofrece su gracia sal­vadora. Hoy es día de revisar el “equipaje” y soltar todo lo que estorba para el cumplimiento del plan de Dios para tu vida. Para desechar la culpa:

 Acepta lo que no puedes cambiar del pasado.

 Responsabilízate de lo que haces.

 Haz las paces contigo misma; perdónate.

 Recibe el perdón de Dios.

 Desecha el perfeccionismo; todos nos equivocamos y tú también.

 Aprende de tus errores para crecer.

Deja la culpa a los pies de la cruz y tu caminar por la vida será más ligero.

Pinceladas del amor divino

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