Читать книгу Fábulas de Esopo. Vida de Esopo. Fábulas de Babrio. - Esopo - Страница 10
VI
ОглавлениеEn su larga tradición secular las fábulas se han transmitido con múltiples variantes y adaptaciones de detalle, como era de esperar, dado el carácter de su transmisión, en gran parte oral, y su aspecto de literatura popular. Desde muy antiguo conocemos la alternancia de prosificaciones y versificaciones sobre una colección abierta a la que podían agregarse repetidamente nuevos ejemplos u omitir otros. Incluso las moralejas sugieren, a veces, una readaptación de los temas a una conclusión abstracta. Ya hemos aludido a esto para sugerir la enorme dificultad que supone el rastrear una transmisión textual como la de un corpus fabulístico o un relato anecdótico como la Vida de Esopo .
En algún caso se ha detectado un paralelo bastante preciso entre un ejemplo griego y un indio. Así, por ejemplo, entre la fábula de «el asno con la piel de león» (Esopo, 188) 9 y la de «el asno con la piel de tigre» (Panchatantra , IV, 8). Pero aun en tales casos podemos dudar si nos hallamos ante una influencia directa de una sobre otra, de una coincidencia debida a un lejano origen común, o de dos creaciones paralelas sobre un motivo muy repetido en ambas colecciones: la inutilidad del disfraz para encubrir la condición natural.
En otras ocasiones encontramos curiosas variantes, como la de alguna fábula de Babrio que se aproxima más a una versión babilonia que a la divulgada como esópica. Así, por ejemplo, la de «el mosquito y el toro».
En otros casos, no encontramos en la colección esópica algún ejemplo que Fedro cita como perteneciente a la misma: Así la fábula «del lobo y la zorra con el mono juez», que Fedro relata (I 10) señalando expresamente: «Hoc adtestatur brevis Aesopi fabula». Por cierto que Fedro, autor muy consciente de sus intenciones literarias, introduce una oportuna distinción entre «fábulas de Esopo» (Aesopi) y «fábulas esópicas» (Aesopias) , contando entre las primeras aquellas que son versiones latinas de un prototipo griego (transmitido como de Esopo) y las segundas, inventadas por él sobre el esquema de composición esópica, tomado como pauta para una nueva ilustración, usus uetusto genere, sed rebus nouis . (Fedro, Proemio al libro IV, vs. 10 ss. Cf. los proemios al libro III y al V.)
Efectivamente, nos parece ésta una distinción oportuna y que sería útil para calificar las fábulas de otros autores; por ejemplo, para distinguir los dos tipos en La Fontaine, o para advertir la posición de Iriarte y de Samaniego, en cuanto versificadores de «fábulas de Esopo» y autores de «fábulas esópicas», «usando el añejo género con motivos nuevos». A este viejo género con nuevos motivos pertenecen también las fábulas de J. Anouilh, por poner un ejemplo más reciente, o las de tantos fabulistas castellanos del siglo XIX . Pero es evidente que esa distinción supone la existencia de una colección fijada por escrito y la toma de posición del fabulista como autor con pretensiones de originalidad ante la colección tradicional. Entre las fábulas transmitidas como «de Esopo» hay que contar, sin embargo, con las aportaciones anónimas de muchas «fábulas esópicas», que se han integrado en esa colección abierta.
Entre las modificaciones de una fábula, las más corrientes y triviales son las que afectan a algún detalle de la acción o de los personajes de un ejemplo. En los manuscritos encontramos, como indica Chambry, que la fábula de «La encina y la caña» (Esopo, 70) aparece en ocho formas y con cinco títulos variables («La encina y la caña», «La encina y las cañas», «Los árboles y las cañas», «La caña y el olivo», «Las cañas y los cipreses»).
En algún caso, encontramos alguna variante pintoresca en los cambios muy frecuentes de animales, como en Chambry 33 «la zorra y la serpiente» que equivale a la 268 de Perry: «el gusano y la serpiente». (Ha intervenido un error del copista, que en lugar de skōlex «gusano» ha copiado alōpex «zorra», animal más frecuente en la colección, pero inadecuado en esta fábula.) Por otro lado, este tema, el del animal que por imitar a uno superior se estira hasta partirse, ha sido readaptado felizmente por Fedro en I, 24, con otros dos animales: «la rana y el buey».
Un caso más curioso es el de la fábula de la mosca que se ahoga en un tarro de comida (Fab. 167 Perry= Chambry 238), y que, antes de morir, exclama: «¡He comido, he bebido y me he bañado; si muero no me importa!» (el hedonismo proclamado por esta mosca, explicado en la moraleja de que «los hombres soportan con facilidad la muerte cuando ésta llega sin dolor», no deja de parecer una conclusión extraña). Creo que la fábula se entiende mejor, si la consideramos construida como una réplica a la que Chambry transmite con el número 239 (y que Perry, a mi parecer injustificadamente, no recoge). En esta fábula las moscas, caídas «en un panal de rica miel», exclaman al morir «¡Desgraciadas de nosotras, perecemos por un instante de placer!» (la moraleja correspondiente es que la glotonería resulta causa de muchas desgracias).
Es probable que alguna fábula más, como la del «camello danzarín» (249) se explicara mejor del mismo modo, considerándola como una réplica a otra supuesta, que hablaría de lo ridículo del camello en un oficio tan impropio de su especie. (Tema muy difundido en la colección.) En ese caso la fábula original se nos habría perdido.
La modificación del resultado, y de la moraleja, de una fábula mediante una nueva versión, con un afán consciente de corregir el sentido original, es un proceso muy repetido en la historia literaria. Así, por ejemplo, Lessing da su versión del episodio famoso de «el zorro y el cuervo», dejando que lo que el vano cuervo pierde sea un trozo de carne (en lugar de un queso), en mal estado, con el cual se envenena el taimado zorro adulador, para resaltar así la tesis de que el engañador recibe un pago justo. De modo semejante, en versiones modernas para niños de «la cigarra y la hormiga», ésta acaba compadeciéndose de la holgazana cantora y le da cobijo y comida, mientras aquélla ameniza con sus cantos la rutinaria faena del hormiguero. Así se dulcifica la lógica y cruel conclusión del relato.
Seguir el desarrollo de una fábula a través de sus sucesivas versiones puede ser un estimulante ejercicio de literatura comparada 10 .
Investigar la relación entre las diversas colecciones de fábulas en la historia de nuestra tradición occidental es un ejercicio arduo, por lo complicado de las relaciones y la dificultad de definir ciertos temas de origen o difusión popular. Las líneas generales de esa tradición fabulística son conocidas —pueden verse en los libros de Janssens o Leibfried—, pero en detalle quedan muchos puntos por precisar de esa historia fabulística, de la historia de este género menor que tuvo su exponente clásico y fundamental en la colección esópica.