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II

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El carácter alegórico del relato fabulístico está bien indicado ya por los retóricos antiguos. Así en la definición de Teón de que «la fábula es un relato fingido que da una imagen de la verdad» (mýthos ésti lógos pseudḗs eikonízōn alḗtheian) .

A través de la escena fantástica de su mundo animal, la lección de la fábula se aplica, alegóricamente, al entorno real. A diferencia del cuento fantástico, las figuras de los animales parlantes no invitan a una evasión, sino a una meditación sobre el mundo humano. Las criaturas de ese microcosmos bestial aparecen humanizadas en cuanto dotadas de lógos (en el sentido griego de «razón y palabra»), y su actuación se conforma según ciertas normas que excluyen lo prodigioso. De ahí el «realismo irónico» del género, que acude a la ficción falsa (pseúdos) para descubrir la verdad (alḗtheia) . «El mundo es así» quiere decir el fabulista; tan bestial y pragmático como el reflejado en estas increíbles imágenes.

La aplicación alegórica de las fábulas puede revestir un aspecto general, como el indicado en las moralejas de nuestras colecciones; o puede tener una referencia concreta, como cuando Estesícoro contaba la fábula de «El caballo, el ciervo y el cazador» a sus conciudadanos de Himera para prevenirles de las pretensiones del tirano Fálaris. Una no excluye la otra; por el contrario, la aplicación concreta ejemplifica el valor de la alegoría de sentido general.

Como un tipo de alegoría, la fábula se caracteriza por: 1) su carácter dramático y 2) su aspecto mecánico . El dramatismo de la fábula, ya indicado por Aristóteles al hablar de su tema como prágma , está claro: en ella se representa una acción. La evaluación de la conducta de sus personajes se deduce de la actuación de éstos. Este rasgo diferencia la fábula de otras alegorías y ejemplos. A su vez, excluye de las fábulas ciertos relatos transmitidos en las colecciones tradicionales: por ejemplo, el famoso de «la zorra y la máscara» (o «el busto» en las versiones modernas). La acción es un elemento esencial. (No lo es, por ejemplo, en el proverbio.)

El aspecto mecánico de la fábula ha sido destacado por Nøjgaard. Los personajes de este microcosmos dramático actúan según ciertas normas «naturales» y están caracterizados, esquemáticamente, de acuerdo con ciertos rasgos fijos. (Están básicamente determinados en cuanto a su fuerza y su inteligencia.) De tal modo, el resultado de su actuación, que coincide con la evaluación de su conducta, tiene siempre una implacable lógica. Esta trabazón lógica de las fábulas está en dependencia de esa su contextura mecánica, que la apariencia pintoresca de los relatos parece a veces encubrir.

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