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Los secretos para llevar la corona

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s posible que a partir de 1237, cuando Alfonso rondaba los dieciséis o diecisiete años, su permanencia en la corte se volviera de nuevo intermitente. El contenido de su formación se enfocó en la preparación de un futuro rey guerrero. El infante empezó a acompañar a su padre en los viajes que emprendía a los cuatro puntos cardinales del reino, allí donde se requería su presencia, o a secundarlo en el campo de batalla.

Sí, porque fue el mismo Fernando III quien lo instruyó sobre cómo un rey debía acaudillar las tropas, las reglas de la vida castrense, la logística que implicaba pertrechar las huestes, cómo planificar tácticas y estrategias para vencer en los combates o en los asedios al enemigo o en los sitios a las ciudades.

Así, fue adquiriendo la experiencia exigida para hacerse cargo del mando de un ejército en avance. Luego de la conquista de Córdoba en 1236, Alfonso condujo personalmente la ocupación de varios pueblos de la zona, que no se habían subordinado al poder castellanoleonés.

Con todo, mientras iba aprendiendo y dominando la guerra como uno de los oficios más importantes para un rey hispánico del siglo XIII, en sus regresos a la corte Alfonso retomaba el contacto con sus maestros. Combinaba así lo bélico como materia de aprendizaje con su enriquecimiento intelectual.

Fernando III aprovechaba esas estancias en la corte para transmitirle lo que no aparecía en los libros: los saberes esenciales para gobernar un reino. ¿Qué consideraba su padre que un heredero regio debía aprender? El rey tenía que conocer a fondo su sociedad. Los potenciales conflictos entre los del pueblo, los nobles y los vasallos. Hallar las soluciones a esos conflictos recurriendo a su criterio, a las leyes, a las costumbres o a los mecanismos administrativos. Para completar esa instrucción, el infante comenzó a presenciar e incluso presidir juicios. Y ya entonces se interesó en uno de los asuntos que destacaría durante su reinado: el derecho.

Alfonso X

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