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Una esposa como garantía de paz

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lfonso debió volver a ocuparse de Murcia en 1244. Después de conquistar la ciudad de Valencia en 1238, su suegro Jaime I de Aragón y sus tropas siguieron avanzando. Así, llegaron a un punto donde confluían el sur del reino de Valencia y el norte del reino de Murcia. Los castellanos consideraban que los aragoneses habían traspuesto el límite de los territorios murcianos recobrados el año anterior.

Esto llevó a Castilla y Aragón al borde de la guerra.

En nombre de su padre, el 26 de marzo de 1244 el infante se encontró con Jaime I en la localidad murciana de Almizra. Allí sellaron un tratado en el que fijaron un límite en los territorios ganados por cada parte, pero no se resolvieron todos los problemas de frontera existentes entre ambos reinos. Las relaciones quedaron tensas. Y ante la falta de un pacto de paz y amistad, que recién firmarían en 1250, en el trato se impuso una garantía de cumplimiento de lo convenido. Esa garantía fue dejar por escrito el matrimonio de Alfonso con la infanta Violante de Aragón, matrimonio que se mantenía apalabrado desde 1240.

Luego de eso, Alfonso se encargó de entregar la tenencia y señorío de una serie de castillos y villas murcianas a sus más directos colaboradores castellanos. Y después emprendió la campaña con la que conquistó territorios de los arráeces que habían rechazado el acuerdo de Alcaraz. De ese modo, a lo largo de 1244 las ciudades de Mula y Lorca quedaron bajo el dominio castellanoleonés.

Faltaba conquistar Cartagena. Menos pacíficamente, en la primavera de 1245 Alfonso se apoderó de esa ciudad cercándola por tierra y por mar, para lo cual recurrió a una flota de naves cántabras y marineros oriundos de Santander.

Tras esa campaña, Fernando III convocó a su primogénito y a otros dos de sus hijos: Fadrique y Enrique. Había que sitiar la estratégica ciudad de Jaén. Eso iba a permitirle concretar su objetivo de tomar Sevilla.

El asedio a Jaén se inició en 1245 y los castellanos debieron repeler los ataques con los cuales los moros se resistieron. No obstante, a fines de febrero de 1246 el rey de Granada Muhammad I terminó rindiéndose. Entregó a Fernando la ciudad y firmó un pacto de vasallaje que iba a durar casi veinte años.

Terminaba así la campaña murciana, campaña de tres años en los cuales Alfonso demostró que entendía la diplomacia y podía liderar un ejército. El infante lograba afianzar su figura de futuro rey. Sin embargo, pronto iba a ser evidente que aún era muy joven y fácil de embriagarse con la victoria. O, tal vez, que los astros no siempre se alinearían a su favor.

En el reino de Portugal se desarrollaba una guerra civil. Los partidarios del rey Sancho II el Capelo (1209-1248) enfrentaban a los de su hermano Alfonso de Bolonia (1210-1279). El conflicto había estallado por el intervencionismo del monarca en la Iglesia lusitana. Eso derivó en que en 1245 el papa Inocencio IV lo declarara incapaz de reinar y nombrase gobernador del reino a su hermano Alfonso.

Incapaz de hacer frente a las fuerzas de su hermano, Sancho II solicitó el apoyo de Alfonso de Castilla, con quien mantenía muy buenas relaciones. Fernando III se opuso a sacrificar sus proyectos de conquista por un conflicto interno de otro reino. Pero el heredero se aventuró a intervenir en esa guerra. Y con su ejército, más un contingente de 300 caballeros que le había pedido a su futuro suegro, en diciembre de 1246 ingresó en Portugal. Sin embargo, al no hallar apoyo en esas tierras, en marzo de 1247 emprendió la retirada a Castilla.


Muhammad I rinde vasallaje a Fernando III por el Pacto de Jaén. Representación imaginaria de 1883, óleo sobre tela de Pedro González Bolívar, 1,20 x 1,50 m.

Pocos meses después, Sancho II y muchos de sus hidalgos terminaron exiliados en Toledo luego de que el rey fuera depuesto por su hermano.

Este fracaso bélico respondió a un capricho de Alfonso, el primero de los tantos que lo impulsarían a dar pasos en falso en las décadas por venir.

Alfonso X

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