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La discreta partida de una madre

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ientras en 1235 Fernando III, entre otros asuntos, intentaba que se cumpliera el acuerdo para casar a Alfonso con Blanca de Navarra, la fatalidad suspendió su tregua con la familia real de Castilla. Fatalidad que sin dudas marcó al futuro rey, pues perdió a un pilar emocional y también a quien aportó a su enriquecimiento cultural.

Alfonso amaba a su madre, la reina Beatriz, pese a haber tenido con ella contactos esporádicos cada vez que de Villaldemiro y Celada se trasladaba a Burgos. Vínculo que se fue estrechando cuando sus estadías en el palacio se hicieron más prolongadas y luego permanentes.

Es posible que desde joven Beatriz no gozara de muy buena salud o que empezara a deteriorarse a medida que se acercaba a los treinta años, debido a su organismo debilitado por una maternidad tan reiterada.

En 1235, cuando la reina tenía treinta y siete años, trajo al mundo a una niña a la que llamaron María, que al parecer nació muerta o falleció tras el parto. Igualmente, en noviembre de ese año Beatriz viajó con su marido, como era habitual, a diversos lugares del reino. En la ciudad de Toro, sin presentar síntomas previos, la germana que se había arraigado en Castilla, la erudita sensata de cabellos tan rubios que llegaban a parecer blancos, la de tez pálida que se ruborizaba con facilidad, la de cautivantes ojos azules falleció el 5 de noviembre de 1235. Y falleció con la misma discreción y tranquilidad que la habían caracterizado y que a su llegada a tierras castellanas todos alabaron como virtudes.

Su cadáver fue trasladado al monasterio de las Huelgas Reales de Burgos y alojado con honores en un sepulcro junto al del malogrado Enrique I de Castilla. En 1279, su hijo, el rey Alfonso X, ordenaría trasladar el cuerpo a la Catedral de Sevilla. La tumba original se convirtió por entonces en objeto de veneración de los fieles: con los años, popularmente se la consideró “beata”. Y como tal, hasta la actualidad tiene una fecha en el santoral profano: el 5 de noviembre.

Sí, en el santoral profano, porque Beatriz de Suabia todavía espera que el Vaticano confirme ese título.

Siete siglos después de su muerte, en 1948, se inauguró el sepulcro que en el presente conserva los restos de la reina Beatriz. El monumento se encuentra en el lado de la Epístola de la Capilla Real de la Catedral de Sevilla, templo donde sus restos yacen junto a los de otros seres que amó en vida.

Alfonso X

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