Читать книгу Hay recuerdos que querrán abandonarme - Fede Nieto - Страница 13
ОглавлениеUna conversación cualquiera
(Estoy yo de niña junto a una mujer en un sofá, hablamos animadamente. Estoy de rodillas, la mujer está de lado).
Yo: ¿Era muy grande?
M: No sé, no… Era una agenda de teléfonos, como un libro chiquito.
(Me quedo en silencio, mirándola, sin acabar de comprender).
M: Como tu mano, y debía de tener unas cincuenta o sesenta hojas.
Yo: ¡¿En serio?! ¿Y qué sabor tenía?
M: No recuerdo que tuviera sabor, era seco.
Yo: Pero… no entiendo. ¿Cómo lo hiciste?
M: ¿Cómo va a ser? Una detrás de otra.
Yo: ¿Y se te quedó la lengua azul?
M: ¿Azul?
Yo: Por la tinta.
(M me mira sorprendida y duda).
M: No lo había pensado… No tenía ningún espejo, pero es verdad que igual sí que se me quedó la lengua manchada.
Yo: ¿Tardaste mucho?
M: No, no había mucho tiempo… Bueno, no sabía si tenía tiempo, y lo hice sin pensármelo mucho. Las primeras fueron rápidas, pero a partir de la J…
Yo: ¿La J?
(M se ríe).
M: Llevaba unas quince o veinte páginas y me acuerdo de que me encontré el teléfono de Carlos Jarachevski, me lo quedé mirando porque pensé: «Qué apellido más largo», como si me fuera a costar más de tragar.
(Me río con ella, aunque no acabo de reconocer la tristeza y la ironía que esconde).
Cuando detuvieron a M, no la registraron adecuadamente y acabó en una habitación de la comisaría con una pequeña agenda en el bolsillo. Temiendo las más que probables represalias a sus conocidos, arrancó las hojas de la agenda y se las comió una a una. De chica me parecía una anécdota graciosa y ella ayudaba, con su carácter afable y divertido, a interpretarla así. Ahora me parece una historia dolorosa y traumática. Recuerdo que, hace unos años, en una visita que hizo a España, le recordé la anécdota y le pedí disculpas por todas las preguntas que le había hecho aquellos días. Ella se rio y me comentó que lo que le dio más miedo fue que no pudo comerse las tapas y, sin saber qué hacer, simplemente las dejó en una esquina de la habitación. Jamás, durante su cautiverio, le preguntaron por esas tapas de cartón duro, medio masticadas. Quizás no las vieron, o, lo más probable, quien las encontró no entendió el acto de insurrección que implicaban.