Читать книгу Infierno verde - Federico Aliende - Страница 12
La reunión
ОглавлениеPara que todos los sucesos de esta jornada se comprendan de la mejor manera, deben saber que Francisco de Orellana era capitán y teniente gobernador de la Villa Nueva de Puerto Viejo y de la ciudad de Santiago, la cual pobló y conquistó en nombre de Su Majestad.
Inminente era la llegada de su primo, Gonzalo Pizarro y, cuando aquello aconteciere, se convertiría en el nuevo gobernador de la villa de Quito, ciudad desde la cual prepararía la expedición para encontrar el País de la Canela.
Por ello, Orellana partió hacia Quito con la finalidad de encontrarse con aquel bajo la excusa de ponerlo en posesión de las tierras que hasta ese momento administraba. Pero también a oídos de Francisco de Orellana habían llegado las noticias respecto de esa tierra donde crecía la canela, y no quería quedarse fuera de la expedición que se preparaba en su búsqueda.
Efectuado el encuentro, y una vez puso en posesión de Pizarro las tierras bajo su mando, le manifestó su voluntad de sumarse a la empresa en servicio de Su Majestad Carlos I; ofreciendo a sus hombres y disponiendo las riquezas que detentaba para tal aventura.
Pizarro aceptó la propuesta y así, a principios de febrero de 1541, Orellana regresó para organizar sus gobernaciones y dejar en quietud y sosiego la ciudad de Santiago y la Villa Nueva de Puerto Viejo. Para este nuevo emprendimiento, gastó cuarenta mil pesos de oro en todo lo necesario para tamaña empresa y, ya con todo lo necesario, partió nuevamente a Quito, para enterarse al llegar de que Gonzalo Pizarro había partido semanas antes.
Confundido de qué debía hacer, Orellana determinó pasar adelante e ir a su encuentro, a pesar de las advertencias que los vecinos del pueblo le refirieron sobre las tierras intrincadas y belicosas que le deparaban.
Nada le hizo reformar su convicción, ni siquiera el temor que los conocedores de la región le manifestaban a que los matasen, como ya había sucedido con otras expediciones anteriores, en donde no había importado la cantidad de soldados y arcabuces frente a la ferocidad de los indios y el paisaje peligroso. Determinado en seguir los pasos de su gobernador, y con tan sólo veintitrés compañeros, se internó en lo inhóspito.
En su avance, padecieron el hambre y los ataques de los indios en todo momento y hasta se pensaron perdidos y muertos, pero siguieron su camino, abandonando todo lo que llevaban consigo.
Cuando Francisco de Orellana alcanzó al gobernador en el valle de Zumaco, sólo algunos aún cargaban sus espadas y escudos.
Ni caballos ni pertrechos en esa irreal aparición. Muertos vivientes y salvajes surgieron de lo más profundo de la selva.
Ya junto con Pizarro, fue en demanda de su País de Canela. Su preciada canela.
Aclaro que la marcha dada por Orellana y sus compañeros aventureros desde Quito hasta donde nos encontrábamos no la presencié por estar yo en el real campamento con Gonzalo Pizarro, pero sí deben de saber que aquellos suplicios me los he informado de todos los que venían con aquel. De aquí en adelante, lo que proceda a relatar, será como testigo de vista y como hombre a quien Dios quiso dar parte en este tan nuevo y nunca visto descubrimiento.
Se llevó a cabo una pequeña ceremonia entre todos los jefes expedicionarios. Orellana ha sido designado, a partir de ahora, teniente general de Gonzalo Pizarro.
Hace ya tres días que he abierto el segundo sobre y la misma cantidad de días que no salgo de mi asombro; nadie podría… no creo ser capaz de cumplir con la tarea que se me ha encomendado. Mi hermano de orden tampoco puede saber de ella; estoy solo con Cristo, Mi Señor, en esta tan importante misión.