Читать книгу Infierno verde - Federico Aliende - Страница 8

Prólogo a la obra

Оглавление

El 26 de junio pasado se cumplieron ya cuatro años de la desaparición de mi amigo y colega, Ezequiel García Moreira. Nunca más supimos de él, a excepción de los rumores que aún llegan desde la zona donde se lo vio por última vez; relatos que, si bien inverosímiles, convergen al contar de un hombre blanco que visita los pueblos del interior del Amazonas acompañado siempre por aborígenes de tribus aisladas.

Cursé con García Moreira la carrera de Licenciatura en Letras en la Universidad Nacional de La Plata, Argentina, en donde, desde el primer año, se destacó del resto de nosotros, no tardando sus primeros cuentos y ensayos en llamar la atención de todos los profesores de cátedra.

Al terminar nuestros estudios, Ezequiel comenzó a escribir con tan dedicación y pasión, que no me sorprendió que ganara el primer premio a la Mejor Novela organizado por la Editorial Laloux, una de las más prestigiosas de toda América Latina (2007). Todos los inocentes culpables es una obra perfecta, no sólo desde la prosa innovadora que utiliza, sino, y por sobre todo, por el abordaje metafísico y pesimista que plantea acerca de la relaciones personales desplegadas en un ámbito sobrenatural y hasta fantástico.

Dos años después de aquel galardón, vio a la luz su segunda novela El primer viaje (2010), que le valió las mejores críticas por parte de la prensa especializada. Locura y fin del mundo (2013) y La esencia eterna (2015), lo terminaron por ubicar entre los más importantes escritores jóvenes de la Argentina y de toda Sudamérica.

No fue sino tras su viaje de meses por América del Sur que noté en Ezequiel un cambio radical. En las dos reuniones que mantuvimos, me habló obsesionado y monotemático sobre la posibilidad de realizar un nuevo viaje por el Perú, sin un regreso cierto hasta no dar allí, entre las tribus indígenas aisladas aún de la civilización, la inspiración que decía haber perdido. Le di mi parecer respecto a su proyecto, los peligros a los que se exponía y le cité unos cuantos ejemplos de personas que, por similares o diferentes motivos al suyo, se embarcaron a lo desconocido, y murieron o no volvieron nunca. Nada lo hizo cambiar de opinión.

Seis meses más tarde, Gladys Ayala, la madre de Ezequiel me llamaba llorando. Su hijo aparecía en una filmación de seguridad en la ciudad de Iquitos y, cuando me reuní con ella, me mostró el video que la Policía Municipal de Maynas le había adelantado por correo electrónico.

Aunque pixeleada y de baja calidad, distinguí en aquella grabación la figura de mi amigo mientras caminaba por la rambla del Malecón Tarapacá. Luego, la filmación revelaba cómo Ezequiel procedía a sentarse en ese muro y permanecía escribiendo en un pequeño cuaderno. A las 04:37 a.m., Ezequiel saltaba aquella defensa, desapareciendo de la escena y perdiéndoselo de vista para siempre.

Por expreso pedido de su madre, la cual se encontraba enferma y postrada, viajé a la ciudad de Iquitos en búsqueda de respuestas. Logré entrevistarme con la policía y con el fiscal a cargo de la investigación, quienes me informaron de la decena de rastrillajes infructuosos efectuados, los testimonios recolectados e incluso me llevaron hasta el sitio exacto desde donde Ezequiel se había arrojado a las aguas del río Itaya.

Después de unos burocráticos trámites, la Policía Nacional del Perú me entregó una libreta de color negro, hallada flotando en el agua, y un par de prendas y un cilindro de cuero marrón, el cual contenía más de sesenta hojas de papel escritas en español antiguo.

Al regresar a la Argentina, la madre de Ezequiel me pidió un último favor: dar a conocer los últimos días de su hijo mediante el estudio de su libreta. Como no podía ser de otra forma, convertí en cuento los últimos pasos que mi amigo dejó registrados.

Sin aún saber por qué, no abrí aquel cilindro hasta después de un tiempo. Ezequiel, de alguna manera, había dado con un gran hallazgo. Una versión nunca antes conocida de la “Crónica del descubrimiento del Amazonas”, escrita por el fraile Gaspar de Carvajal en el año 1542, se encontraba en esos retazos de papeles antiguos.

Me hice de la versión conocida por la historia y, después de un largo estudio comparativo, comprendí que aquel cronista de Indias se había encargado de escribir dos bitácoras en paralelo: Una para la Corona española, la divulgada y obrante en el Archivo General de Indias en la actualidad y la otra, hallada por Ezequiel en algún lado del Perú, casi el doble de extensa y de un tinte más personal y reflexivo. En el inédito manuscrito, Carvajal no solo revela la misión secreta que la Iglesia Católica le encomendó, sino que, además, expone las atrocidades cometidas por los expedicionarios durante su avance por el Amazonas.

Respecto del trabajo efectuado sobre la Crónica hallada, me limité a su traducción del español antiguo al moderno, insertando algunos títulos que dividen la obra para su mejor comprensión y agregando también algunos signos ortográficos, como guiones de diálogos o puntos seguidos ante oraciones en extremo extensas. Por lo demás, el contenido no ha sido alterado ni suprimido en ningún pasaje, habiéndose devuelto el manuscrito original al Gobierno del Perú y obrando una copia digitalizada en el Archivo General de la Nación.

Anhelo que, al dar a conocer la experiencia vivida en sus últimos y fatídicos días, así como también su incalculable revelación histórica, le permita a Ezequiel librarse para siempre de aquel Infierno verde que lo persiguió y consumió sin tregua.

Infierno verde

Подняться наверх