Читать книгу La literatura como oficio. Colombia 1930-1946 - Felipe Van der Huck - Страница 13
Figuras del escritor
ОглавлениеPara la historia literaria tradicional, la biografía ha sido un género común a la hora de estudiar a los escritores. Aunque algunas biografías logran muy bien el objetivo de narrar la vida de sus protagonistas, incluso en un marco amplio de problemas históricos y sociológicos, otras ceden con frecuencia a la “ilusión biográfica”, es decir, a la idea de que la vida de un individuo es una sucesión coherente de acontecimientos, cuyo sentido, además, coincide con el relato que el individuo hace de sí mismo (Bourdieu, 1999).
Como ha señalado el historiador Robert Darnton,
a pesar de la proliferación de biografías de grandes escritores, las condiciones fundamentales de la autoría siguen siendo oscuras en la mayor parte de las etapas de la historia. ¿En qué momento los escritores se liberaron del mecenazgo de la acaudalada nobleza y del Estado para vivir de su pluma? ¿Cuál era la naturaleza de una carrera literaria y cómo se seguía? ¿Cómo lidiaban los escritores con editores, impresores, libreros, críticos y entre sí? Hasta que no se conteste a estas preguntas no comprenderemos cabalmente el proceso de transmisión de los textos (Darnton, 2010, p. 134).19
En el caso colombiano, el diagnóstico anterior es preciso: las condiciones básicas de lo que significa ser un autor o un escritor son desconocidas en la mayor parte de periodos históricos.
Uno de los objetivos que ha dado forma a este libro consiste en hacer una sociología de la figura del escritor durante la República Liberal, y, de esta manera, contribuir al conocimiento de las condiciones básicas y del significado de ser un escritor en un periodo histórico específico. Esta sociología centrada en la figura del escritor puede implicar, sin embargo, algunas críticas. Por ejemplo, la de dejar por fuera las obras literarias. Se escribe la historia de los escritores, de sus relaciones y conflictos, pero no se dice nada acerca de lo que escribieron. Bénichou afirma:
No es falso que el escollo de la crítica sociológica, lo que la hace literariamente peligrosa, sea la dificultad de conservar, en los esquemas a los que debe necesariamente conducir, la vida propia de las obras, tal como la sienten autores y lectores. Esta vida irremplazable corre el peligro de estar ausente de las fórmulas por las cuales pretende el análisis histórico expresar lo esencial (2006, pp. 431-432).
Otra posible crítica a una sociología literaria consiste en que esta convierta las obras en el reflejo de su época, de los intereses de clase del escritor o de alguna forma de espíritu individual o colectivo. A esto, precisamente, se ha referido Gombrich al escribir:
Cuando recomendamos la inclusión de la literatura en el programa de estudios, porque las obras literarias reflejan de forma tan perfecta su época, deberíamos añadir también que, igual que los espejos, reflejarán hechos diferentes sobre la época según el ángulo desde el que los observemos, o el punto de vista que adoptemos, por no citar la fastidiosa tendencia de los espejos a devolvernos nuestra propia imagen (Gombrich, 2004, p. 99 [cursivas añadidas]).20
La idea de que la literatura “refleja de forma perfecta su época” ha sido común en las ciencias sociales. Quienes hacen este tipo de uso documental de la literatura creen que ella mantiene una relación transparente con la realidad (Silva, 2007). Una novela sobre los desposeídos será aceptada como el espejo de su vida; una novela sobre el rock, la salsa y los jóvenes será el retrato de una generación; una novela cuyo escenario es la ciudad será, a priori, la mejor fuente para escribir su historia. En muchos casos, como sugiere Gombrich, el reflejo no devuelve más que nuestros preconceptos.21
La historia y la sociología de la literatura pueden ser la historia y la sociología de un oficio, de sus practicantes, relaciones y creaciones, y tratar al mismo tiempo de mantener una actitud más prudente frente esa difícil cuestión que es la de los vínculos entre literatura y sociedad. Esta perspectiva se acerca de manera muy estimulante a otras formas de hacer historia (por ejemplo, la historia del libro, la lectura y la edición) y a las ciencias sociales (sociología de la literatura, de los oficios intelectuales, etc.).
En Colombia, Rafael Gutiérrez Girardot (1989; 1990) fue tal vez el primero, hace tres décadas, en promover una historia literaria en colaboración con otras disciplinas sociales. En uno de sus libros escribe:
Precisamente estos temas, esto es, público, difusión del libro y la lectura, (bibliotecas, editoriales, revistas), la figura y el contorno sociales del escritor (grupos, tertulias, bohemia, salones) apuntan a la “mediación”, a los caminos por los que las posiciones ideológicas y estructuras sociales se imponen en la literatura (Gutiérrez, R., 1989, p. 8).
Inspirado por un ensayo de Adorno (2008) sobre la relación entre literatura y sociedad, a Gutiérrez le interesaba explorar estos problemas sin caer en las abstracciones de las grandes teorías, ante las cuales sostuvo constantemente una actitud crítica. Postular que existen relaciones entre la literatura y la sociedad no es problemático; describir esa relación, “descubrir la relación mutua de los fenómenos” (Gombrich, 2004, pp. 42-43), requiere superar las fórmulas simples.
Gutiérrez pensaba que el escritor era “el objeto primario de cualquier interpretación social de la literatura” (Gutiérrez, R., 1989, p. 14), una afirmación con la que es difícil estar de acuerdo. La historia y la sociología de la literatura pueden tener diferentes puntos de partida y llegada. Pero lo que hoy parece insostenible es estudiar la literatura a partir de la idea del “creador increado” (Bourdieu, 2003), de la obra literaria como texto puro (trama de sentido sin soportes ni lectores) o, en fin, del texto como reflejo.22