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El escritor como intelectual

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Si bien el escritor no ha de ser necesariamente el objeto primario de la historia literaria, no está de más llamar la atención sobre un hecho: dada la asociación común entre el escritor y el intelectual, sorprende lo poco que los estudios históricos y sociológicos dedicados a los intelectuales se interesan por las condiciones básicas de lo que significa ser escritor.

Como se sabe, la noción de intelectual no se limita a una categoría socioprofesional. Los intelectuales, además de su rol de intelectuales, ejercen a menudo diferentes profesiones y oficios: pueden ser abogados, periodistas, escritores, médicos, etc. Al respecto, puede ser útil plantear algunas preguntas: por ejemplo, ¿cuáles son las categorías socioprofesionales o los oficios dominantes de donde provienen, en un tiempo y lugar determinados, los intelectuales? ¿Cuáles son los conocimientos, habilidades y atributos sociales vinculados con mayor frecuencia a esta figura? ¿Cuáles son, en fin, sus fuentes principales de autoridad?

Dice Bobbio que “una de las funciones de los intelectuales, si no la principal, es escribir” (Bobbio, 1998, p. 57). Tanto si se considera que el intelectual es una figura moderna, como si se acepta la existencia en otras épocas de categorías sociales que habrían cumplido funciones similares, es cierto que el control de la escritura y una relación privilegiada con ella –con su producción, difusión e interpretación–son características notables de aquellos sujetos que podemos designar con diferentes nombres: intelectuales, sabios, clérigos, hombres de letras o literatos (Bobbio, 1998, p. 104). En todo caso, es evidente que la figura del intelectual no siempre ha coincidido con la del escritor moderno de ficción.23

Si la figura dominante del intelectual en una sociedad es la del escritor literario, como sucedió en Colombia en las décadas de 1930 y 1940, vale la pena preguntarse no solo por el tipo o los tipos de escritores que la personificaron, sino también qué significaba escribir en esa sociedad; cuáles eran las condiciones que hacían posible la existencia –precaria o no– de un grupo de personas dedicadas a la escritura; de qué manera esa escritura se relacionaba con el prestigio intelectual; cómo se hacía una carrera literaria y cuáles eran las funciones sociales del escritor y la literatura.

Se trata, pues, de estudiar a los escritores en cuanto intelectuales, pero no de manera abstracta, sino considerando su especificidad como escritores y, por lo tanto, su especificidad como intelectuales. De esta manera, debería ser posible evitar el uso en abstracto de nociones como campo literario, campo intelectual o campo político, y reconocer, por ejemplo, cuál es la especificidad del espacio de relaciones que hizo posible, durante el periodo de la República Liberal, la presencia dominante de la figura del intelectual-escritor: intelectual-dirigente, orientador espiritual de la Nación, reformador social, síntesis del hombre de letras y del hombre público.24

La literatura como oficio. Colombia 1930-1946

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