Читать книгу La clave de la concentración - Fernando F. Saccone - Страница 16
El Haka y la catarsis
ОглавлениеYa he afirmado que los hombres de negro se concentran mediante el haka al fijar el pensamiento en la ejecución del mismo. También que esto significa que a través de su desarrollo, los protagonistas consiguen un estado de concentración absoluta que a simple vista parecería resultar en una especie de trance hipnótico. También expliqué cómo es que mediante el haka dan un nuevo sentido a una experiencia del presente en función de algo ocurrido en el pasado, con un repaso del origen del ser humano y su evolución hasta a la actualidad, en una representación del pasado y su transición hasta el presente, resignificando los orígenes del hombre y haciendo alusión al contacto con la fuerza de la naturaleza toda y con los dioses que la crearon.
Lo cierto es que por medio del haka autoprovocan un estado de restricción de la conciencia (disociación hipnótica) en el que se abstraen absolutamente de su entorno, aprovechando y haciendo uso del tiempo existente entre el canto de los himnos y el inicio del partido, mientras ese mismo lapso es desaprovechado por sus rivales desde una posición pasiva que hace que, en contraposición, se desconcentren. Esto significa que más allá de la búsqueda del efecto de amedrentamiento (Guerreros que se refieren constantemente a sus ocasionales rivales con gestos y miradas desafiantes), el haka equivale a concentración propia y desconcentración rival.
Esta especie de prearranque o plataforma previa de arranque es una ventaja psicofísica que se puede ejemplificar mediante lo que ocurre en una carrera automovilística cuando un corredor cuenta con una ventaja determinada de segundos sobre sus rivales para iniciar la competencia o, en lo cotidiano, cuando un estudiante cuenta con más tiempo que el resto para responder las preguntas de un examen. Ventaja psicofísica que muchas veces constituye la diferencia entre dos rivales y que en este caso también es útil como disparador de la motivación interna (relacionada con las ansias de superación y el deseo del grupo de volcar en la escena su cultura e identidad y la lucha por lo que tanto se ha entrenado) a modo de arenga.
Para proseguir con el presente desarrollo considero importante traer a colación lo mencionado en el primer capítulo de Rugby mental:
[…] desde una visión profunda, y describiéndolo metafóricamente, podemos decir que el rugby remite a una batalla primitiva y ancestral por el territorio pero con la incorporación de reglas de juego […]. El juego representa un intento de invasión y conquista del territorio rival en el que cada metro ganado, cada try y cada conversión hacen a la confirmación de que estoy apropiándome del mismo y a la posibilidad de terminar siendo el vencedor. Es una batalla física que se define desde lo mental grupal e individual. Regresando a la metáfora inicial de la batalla primitiva podemos decir que son treinta los soldados, en este caso, que se baten a duelo sin otras armas más que su poderío físico (y sus destrezas mentales) por el control de la pelota y el control territorial que no representan otra cosa que el hambre de victoria y la posibilidad de darle satisfacción a esta necesidad. Algo ancestralmente equivalente a nuestros hermanos primitivos que luchaban por otras necesidades, pero más básicas, como la comida y las mujeres, mediante la misma lucha territorial. Instintos puramente primitivos representados en un noble juego […] muestra clara de la intervención de la cultura y la ley en la transformación y control de lo instintivo. Somos animales en esencia, como nuestros ancestros, pero lo que nos diferencia de ellos es la intromisión de la cultura y la civilización en las cuales la ley es la protagonista principal. Equivalencia esta que, sin lugar a dudas, está en relación con el delicado límite entre agresividad y agresión que está en juego en forma permanente en nuestro deporte. Instinto guerrero reprimido por las reglas y leyes del juego. La agresividad, desde lo mental, implica jugar al límite de nuestras capacidades físicas, técnicas, tácticas y estratégicas. Es una condición necesaria e indispensable para con este juego. Se diferencia de la agresión justamente por ese límite mencionado. El hecho de cruzar el límite implica pasar del lado de la agresión, y es allí cuando hace su aparición la sanción. El límite tiene su representación en las reglas, y el referee por excelencia es aquel que las pone de manifiesto en forma permanente. Por ello, parte de la tarea del referee, en cuanto representante de la ley, es en este juego sumamente engorrosa, ya que el juego en sí implica jugar al límite del reglamento en lo que respecta a la agresividad, por su inherente condición de batalla ancestral.
Ahondando aun más en esta temática, es importante rescatar que ciertos sonidos, ritmos o músicas han provocado en el ser humano reacciones y conductas de tipo emocional tanto a nivel individual (tristeza, melancolía, relajación o excitación), como a nivel grupal (cohesión e identidad grupal, muy importantes para la supervivencia del grupo en un entorno hostil o adverso).
Ante una actividad que conllevaba cierto grado de peligro (salir de caza, enfrentar una batalla, incursionar en un territorio ajeno), de esta manera se preparaban psicológicamente para enfrentarse a esas situaciones riesgosas, reduciendo la ansiedad previa y fortaleciendo la cohesión del grupo para aumentar las probabilidades de conseguir el objetivo común, ya fuese la comida, el saqueo del territorio enemigo o la victoria en el combate.
El haka neozelandés previo al comienzo del partido remite a ese ritual ancestral y, tal como ocurría con sus ancestros, su representación en la actualidad deriva en beneficios psicofísicos similares. Además, está demostrado que las imágenes mentales ejecutadas por cualquier intérprete de una obra, acompañadas por las representaciones físicas apropiadas, contribuyen neuronalmente a mejorar la habilidad física y la coordinación, promoviendo la liberación de adrenalina en el torrente sanguíneo. La adrenalina es la responsable de aumentar el estado de alerta y mejorar la circulación, ya que dilata los vasos sanguíneos y contribuye a mejorar el rendimiento físico.
Esta ceremonia, en la que interpretan el canto través de un perfecto lenguaje corporal compuesto por percusión y llamativos movimientos rítmicos de extensión y contracción de sus miembros y músculos, bajo un mismo ritmo respiratorio y al unísono, tiene un efecto catártico (de descarga) por medio del cual los All Blacks disminuyen la presión precompetitiva a la vez que la trasladan a sus oponentes. De hecho, es muy fácil observar cómo es que cuando finalizan esta electrizante danza buscan relajadamente sus lugares en el campo de juego para enfrentar la competencia (batalla).
El efecto catártico producto de dicha ejecución realizada al unísono deriva en que todos los protagonistas del equipo afronten la disputa bajo una misma sintonía emocional, en contraposición con lo que ocurre en los seleccionados rivales donde los diferentes miembros del equipo parecieran estar interpretando a simple vista un mismo himno, cuando en realidad cada uno lo interpreta a su manera. Basta con observar lo que ocurre durante la interpretación del Himno Nacional argentino por parte de los Pumas, donde algunos de sus miembros cierran sus ojos y otros no, unos miran a la tribuna o al cielo y otros miran al suelo, algunos se muerden la lengua como conteniendo las lágrimas mientras otros no lo hacen, unos lo cantan en voz alta mientras otros lo hacen en voz baja o mentalmente, unos mueven levemente sus piernas pareciendo descargar tensión mientras otros no lo hacen, entre otras acciones que equivalen a la falta de la sintonía emocional mencionada.
Cabe aclarar que no hago un juicio de valor alguno sobre las lágrimas de los jugadores argentinos, por el contrario, las considero una catarsis absolutamente necesaria. Es habitual que en algunas disertaciones sobre esta temática algún miembro del público me pregunte extrañado: “¿Por qué Los Pumas lloran?”. En una entrevista de Marcelo Gantman en el sitio What’s On Fire, Agustín Pichot se refirió al tema explicando entre otras cosas: “Es una cuestión que cada uno manifiesta como puede. ¿Cómo sabés si el futbolista que mastica chicle está en otra cosa o en el Himno? ¿O si yo estoy llorando y no estoy pensando en otra cosa? Lo que tiene el rugby es algo de lo que no se habla mucho, que es el miedo. Yo tenía pánico. En el vestuario temblaba como una hoja. El contacto físico en el rugby es muy grande. Y ese miedo, sumado a la sensibilidad, producen estas cosas. Quizás es algo que otros deportes no tengan”, expresó. “Hay todo un ejercicio psicológico. Yo lo llamo sensibilidad intelectual porque es cargarse de emoción antes del partido y después bajar a cinco grados bajo cero. Yo salía del vestuario creyendo que era invencible. Salía a tres metros del suelo y eso me ayudaba emocionalmente. Si pasaba un tanque iba contra el tanque”, agregó.
Con estas palabras de Pichot y lo desarrollado hasta aquí, el lector podrá darse cuenta de que el llanto de algunos pocos tiene relación con la carencia del manejo y la regulación (o del adiestramiento) de la catarsis mencionada, como consecuencia de dejar libradas al azar estas cuestiones de índole psicológica.
Esto se debe a la falta de conocimiento por parte de conductores, dirigentes y deportistas sobre la importancia fundamental que tiene una adecuada rutina psicológica precompetitiva y lo que la misma puede ofrecerles en relación con la concentración (entre otros beneficios psicofísicos) para lograr las mejores condiciones mentales previas que les permitan volcar en el campo de juego todos los aspectos que acostumbran trabajar en los entrenamientos. Más allá de las verdades que Pichot manifiesta en su entrevista, la frase “es una cuestión que cada uno manifiesta como puede” implica dejar los estados emocionales precompetitivos en manos de cada protagonista del juego, que tendrá que arreglárselas como mejor pueda.
Lo cierto es que en el deporte de alta competencia este “como mejor pueda” puede resultar letal para el resultado de la disputa. Más aun si tenemos en cuenta que nos estamos refiriendo a un deporte grupal al que se suma el alto riesgo (tema al que hace alusión también Pichot) en el que es un requisito indispensable conseguir una misma sintonía emocional previa tal como nos enseñan los exitosos hombres de negro.
En otros términos, la carencia de una adecuada rutina psicológica precompetitiva no predispone a los deportistas (tanto de los deportes individuales como de equipo) a ingresar mentalmente al juego potenciados por un óptimo estado emocional, lo que muchas veces deriva en que parte de lo trabajado en las prácticas previas haya sido en vano.
Cualquiera que haya practicado rugby u otras disciplinas deportivas ha sentido los efectos de la mente en la situación de precompetencia. En los instantes previos a un desafío el deportista percibe cierta ansiedad por lo que pueda llegar a suceder con su performance. La sensación que invade es similar a la de rendir un examen. El simple hecho de enfrentar una competición genera estados emocionales que son el producto de ciertos pensamientos previos que muchas veces superan tanto al equipo como al jugador particular. Existe mucha presión previa, ya que es durante el desarrollo del encuentro cuando se debe poner en práctica todo lo trabajado en los entrenamientos. Durante estos entrenamientos se proponen objetivos, se traza un procedimiento para alcanzarlos, y se aguarda ansiosamente el momento de la competencia para recoger los frutos del trabajo previo. Esta presión de expectativa por los resultados deriva en estados emocionales que muchas veces no son los más adecuados para afrontar la competición en forma exitosa.
Encauzar estos estados emocionales previos es sumamente importante para que el deportista no tire por la borda todo lo realizado durante meses de preparaciones previas. Es imprescindible comprender que los aspectos emocionales que faciliten la descarga de la tensión previa a las competencias son entrenables. La fortaleza mental también se manifiesta en la capacidad con la que cuenta el deportista para adiestrar sus emociones. Pudimos observar como parte de este adiestramiento es realizado por los All Blacks a través del haka. Si bien esto no significa que se debe realizar una ceremonia similar, contamos con la posibilidad de adoptar hábitos favorables que faciliten los momentos previos a todo evento deportivo y de optimizar los efectos de los himnos nacionales (de los que sabemos que tienen un poderoso efecto unificador) aprovechando una forma conjunta de interpretación psicofísica y emocional. Pero por lo general no suele trabajarse en todas estas cuestiones claves.