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INTRODUCCIÓN

Corría el año 1988 cuando tuve conocimiento de la existencia de la autobiografía del biografiado, fue el comienzo de la andadura en el tema de Simón de Rojas. Ya después todo fue una vorágine de investigación sobre su vida y su obra que, a su vez, cambió mi vida. Efectivamente, de una manera informal fui recogiendo todo el material que llegaba a mis manos tanto publicado como manuscrito ya fuera del botánico o sobre él, primero en París y después en Londres; más tarde vinieron otras muchas ciudades, archivos y bibliotecas de España y ya todo fue tomando cuerpo. La plasmación de toda la investigación –la vorágine de la que hablaba– fue la tesis citada y después este libro, que es también un resumen de la misma, donde cartas, oficios, informes, publicaciones de Clemente, documentos de la época y otros documentos han sido volcados en esta biografía; esta cantidad de información se acrecentó incluso tras la lectura de la tesis hasta el punto de que se puede afirmar que, en bastantes aspectos, ésta ha quedado superada. Una característica que ha marcado estos años de trabajo ha sido, pues, la documentación encontrada que ha sido enorme, lo que a su vez ha hecho que el trabajo haya sido muy gratificante. Hilvanar todos estos documentos que se complementaban entre sí con las explicaciones razonadas pertinentes ha sido el desafío que me propuse desde el principio para conseguir una biografía exhaustiva y objetiva de Simón de Rojas. La consecución o no de este reto tendrá que valorarla su “orbe literario” como diría el propio Clemente.

El primer capítulo nos introduce en las raíces del biografiado que no son otras que las de la Ilustración, la cual determinará toda la vida y la obra de Simón de Rojas. Después, en el capítulo 2, entramos en su infancia y juventud, y ya desde Madrid parte a París y Londres, viaje que llena el capítulo 3, y llegamos a Andalucía donde sufre la decepción de haber acabado allí su periplo viajero, pues en principio tenía que haber continuado junto a Alí Bey hasta África (capítulo 4). En Andalucía se queda precisamente para realizar la Historia natural del Reino de Granada y otros trabajos (capítulo 5); el capítulo siguiente es su vuelta a Madrid como bibliotecario del Jardín Botánico y la publicación del Ensayo sobre las variedades de la vid común que vegetan en Andalucía (1807). La Guerra de la Independencia lo sorprende en Sanlúcar de Barrameda y su continuación es un continuo ir de un lado a otro (física pero también políticamente). A la guerra le sucede una etapa florida en cuanto a investigaciones (Ceres hispanica, la Agricultura general de Herrera) aunque llena de penurias económicas e ideológicas; fue además cuando pudo tener problemas con la Inquisición (capítulos 9 y 10). En el Trienio Liberal tomó partido por el liberalismo siendo también diputado a Cortes en la primera legislatura; en este tiempo fue acechado por la enfermedad y por otros problemas, lo cual se refleja en el capítulo 11. Y tras ese periodo, en el capítulo 12 se cuenta su obligada partida a Titaguas a vivir su exilio interior hasta que el rey lo llamó para acabar la Historia natural del Reino de Granada siendo además elegido director del Jardín Botánico de Madrid, cargo que también le acarreó sinsabores; hasta que le llegó la muerte y el cumplimiento de lo dispuesto en el testamento que es el capítulo 13. Después, como es natural, viene la bibliografía.

Esta biografía pretende ser una aportación importante para el conocimiento de Simón de Rojas y un documento referente para la ciencia de la Ilustración española. Al respecto he de añadir también que este trabajo se centra más en su vida que en su obra a la cual únicamente me he aproximado de una manera general a excepción de algunos aspectos concretos, como los relacionados con el Ensayo y la Ceres hispanica (en colaboración con Mariano Lagasca); esto también ha sido así porque tengo previsto publicar otro libro más específico sobre su obra y relacionado precisamente con lo que ésta tenga que ver con la vida de Clemente que es mucho más de lo que, en principio, pueda parecer, es decir, la biografía del botánico sólo podrá considerarse totalmente acabada cuando se estudie su legado en relación con su vida, como estoy convencido de que puede suceder también con la biografía de cualquier persona.

Relacionado con la vida y la obra de Clemente es la referencia en sus memorias a sus apetitos científicos, así es posible entender el acomodo que buscaba consigo mismo y con los gobernantes que fueran. Su ánimo estaba, pues, del lado del partido de la ciencia que es el de la investigación y el progresismo, donde militó hasta el fin, con una inmensidad de trabajo en todos los sentidos que iremos viendo, de relaciones humanas y también de anécdotas. Pienso de todas maneras que la ciencia no ha valorado como se merecía a este sabio y ésta es una ocasión para que los historiadores de la misma y los científicos mismos reflexionen sobre ello, reconociendo al mismo tiempo que se están dando pasos importantes en este sentido.

Llega el momento de decir que soy natural de Titaguas (Valencia), al igual que Simón de Rojas. Como todos los de mi generación crecí en el pueblo con la idea de que el biografiado era un sabio pero sin saber claramente por qué, era un icono más, al igual que podían ser los mandatarios del momento. Todos estaban en la escuela; la foto de los políticos en la clase y el busto de Clemente en el pasillo, como los castigados. De aquéllos se hacían soflamas más o menos enardecidas, del naturalista apenas se decía nada, lógico, pues los maestros poco podían saber de él. Del naturalista hablaba, y habla, Fulgencio Rubio Dolz quien el último domingo de agosto ante el busto de la avenida principal del pueblo que lleva su nombre ha venido hablándonos desde hace más de 50 años, desde que fue nombrado presidente de la Colonia Titagüense “Rojas Clemente”; somos, pues, muchos quienes hemos oído de su boca por primera vez hablar sobre el biografiado.

En un plano mucho más personal, la sensación que he tenido en el transcurso de la elaboración de la vida de Simón de Rojas es la que tantos biógrafos experimentan, y es la identificación con el biografiado, a pesar de la distancia que he pretendido mantener durante la construcción de la biografía (la cual no está en contradicción con la objetividad buscada), pero en cuyo desarrollo me he sentido inmerso sin casi darme cuenta, hasta el punto de considerarme un seguidor de las formas y los fondos del dieciocho como “siglo educador”, según la expresión de José Ortega y Gasset. Seguramente también he llegado a esta situación porque alguna vivencia personal similar ha sucedido tanto en la vida de Clemente como en la mía, reconociendo al mismo tiempo que él era un sabio naturalista y yo estoy muy lejos de ello y de que si nos hubiéramos conocido personalmente más de una discusión habríamos entretenido. De todas maneras, en las similitudes, quiero resaltar que, aparte de ser de la misma patria chica, los dos vivimos en París y Londres en un periodo de nuestra existencia, a los dos nos gustó la libertad de trabajar por libre –solos y sin presión– lo que no siempre fue comprendido por “el tribunal de la opinión” (por utilizar una expresión de Clemente) y que encontramos –sobre todo encontramos– un estilo literario no necesariamente uniforme y no del todo afín con los cánones vigentes, conscientes ambos de que el estilo hace al hombre.

Acabo de citar Londres; pues bien, fue allí desde donde se dio el pistoletazo de salida en esta investigación de manera definitiva (antes –repito– ya había estado recogiendo información de una manera informal) al conocer dónde estaba el manuscrito de la Historia civil, natural y eclesiástica de Titaguas (en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales) cuya ubicación ya conocía Samuel Rubio (a él le corresponde, pues, el honor de haber llegado primero) y cuya edición coordiné. Y ya metido de lleno en la vida y la obra del biografiado he publicado artículos sobre Clemente y participado en las Jornadas Simón de Rojas en Titaguas, en una de las cuales se presentó el libro del sabio local Nomenclátor ornitológico o sea nombres españoles y latinos sistemáticos de aves cuya edición literaria también realicé (es importante decir que el gasto de la edición de los dos libros citados corrió a cargo del Ayuntamiento del pueblo). Sin embargo, mi aportación principal para el conocimiento de Clemente es precisamente esta biografía, a la cual seguro que le faltará, al menos, algún dato importante, por ello me gustaría que “el orbe literario” me indicara los fallos que ha podido haber con el fin de que puedan ser subsanados.

En fin, como ya he manifestado, espero que este trabajo ayude a que el biografiado tenga el reconocimiento debido en la historia de la ciencia ilustrada española para lo cual he puesto todo mi empeño, intentando seguir el ejemplo del compromiso que adquirió con su tiempo el ilustrado Simón de Rojas Clemente y Rubio. Feliz lectura.

FERNANDO MARTÍN POLO

Simón de Rojas Clemente

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