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20 de febrero

Difícil, pero no imposible

“Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores” (Mateo 6:12).

Perdonar. ¿Hay algo más difícil en la vida que perdonar? No estoy hablando aquí de perdonar al vendedor que miente descaradamente para hacer pasar su mercancía como una de las maravillas del mundo moderno. Ni del empleado en la oficina que te saluda con tanto cariño, pero tiene la vista puesta en el cargo que ocupas. Me refiero a cómo perdonar a quien dice ser tu mejor amigo, o amiga, y a tus espaldas está hablando mal de ti. Perdonar a ese ser querido en quien creíste y que terminó traicionando tu confianza.

Esta última experiencia la vivió Mike, según un relato que cuenta Graeme Loftus (“God’s Lesson in Grace”, Signs of the Times, octubre de 2003). El caso es que el mejor amigo de Mike lo había convencido de invertir en un negocio que, en su opinión, estaba “blindado”. Pero el negoció fracasó, y Mike perdió los ahorros de toda su vida.

Lo que más le dolió a Mike fue enterarse de que su “amigo”, en secreto, había protegido su propia inversión contra todo riesgo, de modo que cuando el proyecto se fue a pique, él nada perdió. Por si esto fuera poco, ni siquiera se dignó de ofrecer algún tipo de ayuda a Mike.

Dice el relato que, aunque el golpe fue severo, con el tiempo Mike “recogió los pedazos” de su fracaso, siguió adelante, y logró recuperar sus finanzas. Sin embargo, un día Mike supo que su amigo estaba en bancarrota y que su familia estaba pasando por tremendas dificultades. ¿Puedes imaginar lo que sucedió? Mike puso a un lado el pasado, y ayudó a su amigo a salvar su trabajo y también su familia.

Este es el milagro del perdón. Muy difícil, pero no imposible. ¿Por qué no es imposible? Porque nuestro Padre es un “Dios perdonador, clemente y piadoso, tardo para la ira y grande en misericordia” (Neh. 9:17). Él quiere morar en nuestro corazón, para que así como él ha perdonado nuestras ofensas, también nosotros perdonemos a quienes nos han ofendido.

¿Hay en tu corazón alguna amargura, algún rencor, por el dolor que alguien te ha causado? Hoy es un buen día para perdonar. El perdón no solo nos acerca a Dios, también hace que seamos más semejantes a él. Más importante aún, si Dios ha perdonado el mal que nosotros hemos hecho, ¿por qué no perdonar a quienes nos han hecho mal?

Padre, que tu Espíritu more hoy en mí, de modo que yo pueda perdonar de la misma manera que tú me has perdonado. Solo así habrá unidad donde antes hubo separación; gozo, donde antes hubo sufrimiento y pesar.

Nuestro maravilloso Dios

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