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27 de febrero

¿Un yugo fácil?

“Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas, porque mi yugo es fácil y ligera mi carga” (Mateo 11:29, 30).

¿A qué se refería el Señor cuando dijo que su yugo es fácil?

Cuando Jesús pronunció estas palabras, en la multitud se encontraban los escribas y fariseos, para quienes la religión era una ronda interminable de ceremonias. También estaban los publicanos y pecadores. Tanto a unos como a otros el Señor extendió una “extraña” invitación: “Llevad mi yugo sobre vosotros”.

¿Qué quiso decir? ¿No llevaban ya un pesado yugo? Leamos primero algo sobre cómo se preparaba el yugo para los animales de carga en la antigua Palestina. Según William Barclay, el yugo de los bueyes era “hecho a la medida”. Primero, al buey se le “tomaban las medidas”; seguidamente, el yugo era elaborado y, finalmente, probado sobre el buey. De esa manera, el dueño se aseguraba de no perjudicar el cuello del animal (The Gospel of Matthew, t. 2, p. 17).

El punto importante aquí es que el yugo no libraba al buey del trabajo duro, pero lo facilitaba, porque estaba hecho a su medida. (De hecho, resulta interesante saber que la palabra griega traducida como “fácil” es chrestos, que significa “cómodo”, “a la medida”).

De acuerdo con esta información, podemos inferir que la promesa del Señor a sus seguidores no es una vida libre de pruebas; es, más bien, que en medio de las pruebas siempre tendremos su ayuda. Es la ayuda que él mismo nos brinda porque, en última instancia, es él quien lleva la mayor parte de la carga.

¿Estás ahora mismo enfrentando alguna prueba dura? ¿Sientes que te caes bajo el peso de la carga que llevas? La promesa de Dios es que hay descanso para tu alma; no en el sepulcro, sino en este momento. Jesús, el Hijo de Dios, ahora mismo está muy cerca de ti, a la espera de que le permitas poner tu carga sobre su hombro. Ya lo dijo el salmista: “Deja tus pesares en las manos del Señor, y el Señor te mantendrá firme; el Señor no deja a sus fieles caídos para siempre” (Sal. 55:22, RVC). Así, pues, coloca sobre él todos tus pesares, tus angustias, tus temores. Nunca podrás agobiarlo, ni tampoco sobrecargarlo. ¿No dice acaso la Escritura que “la soberanía reposará sobre sus hombros”? (ver Isa. 9:6, NVI)

Gracias, Señor Jesús, por tu promesa de estar conmigo en medio de mis pruebas. En este mismo instante te entrego mis cargas, para que las lleves sobre tus hombros; y a cambio recibo tu yugo, tu descanso y tu perdón.

Nuestro maravilloso Dios

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