Читать книгу Naraligian. Tierra de guerra y pasión - F.I. Bottegoni - Страница 12

Оглавление

5

Traición y perdón

El calor del Norte era algo que a Isnirir le agradaba sentir sobre su piel. No había nada más hermoso para él que su tierra y todo lo que crecía o vivía en ella. Sus largos ríos y sus extensas estepas llenas de plantas rastreras. Arbustos que corrían sobre la amarillenta tierra, que, en varias partes, se convertía en arena tan pero tan fina, que se te metía por las botas y tenías que quitártelas para que no te volvieran a molestar. Los habitantes del reino acostumbraban a usar pantalones de lino con camisas de seda o túnicas largas que les llegaran a los tobillos, porque el solo pensar en ropa abrigada como la que se usa al Sur de Naraligian era suicidio para ellos.

El rey, sentado sobre la pequeña empalizada de su castillo, miraba como los pescadores de mercados y aldeas cercanas sacaban grandes cantidades de peces del río Rojo, el cual se encontraba a solo unos metros de la pequeña ciudad. Junto a Isnirir, se encontraba el más leal de sus consejeros y también su hijo, Talkno, quien se parecía en varios aspectos a su padre, como sus ojos color esmeralda. Pero su tez morena y su cabello oscuro los obtuvo por parte de su madre.

—Madre dice que los hombres de Lodriner, le han declarado la guerra a los de Goldanag –dijo Talkno –ella cree que Pulerg no tendrá la habilidad suficiente como para ganar.

—No es cuestión de habilidad, por la que se ganan las guerras. Lo que te da la victoria es, por ejemplo, una buena armadura, un buen nivel de entrenamiento, o armas que tengas a tu alcance. –dijo Isnirir –Hignar podrá ser muy buen líder, pero Pulerg posee soldados vestidos de acero, por lo que tendrá una gran ventaja de su parte. Lo que espero es que arreglen el problema de forma pacífica ya que las guerras son algo repugnante.

—Cuando llegue su momento, joven señor –dijo el consejero –aprenderá que el hombre más valiente, no es aquel que quita una vida, sino el que la perdona. Pero lo más importante en este momento es que continúe con sus estudios, por ello debe ir con el maestro Khataron, quien lo debe estar esperando en el muelle del río.

Talkno se despidió de su padre con un abrazo, y sin esperar un segundo más, corrió lo más rápido que pudo hacia los muelles. El rey bestia lo siguió con la mirada por toda la aldea de barro y paja, hasta que se perdió entre un rebaño de vacas. Un sirviente de castillo colocó sobre la mesa una bandeja de madera con un pescado bañado al limón con uvas. Isnirir tomó un pedazo del animal junto con unas uvas y las colocó en su plato. Le sirvieron leche de oveja para beber, la cual era amarga y pastosa.

—No entiendo que le ven los fallstorianos al frío –dijo el rey masticando su comida –Es algo horrible y, como dice la palabra, frío. No se lo puede comparar con el bello calor que hace en esta tierra.

—Ellos, mi rey, deben estar pensando lo mismo de nosotros. –dijo el consejero sentándose en una silla junto a su señor –Recuerde que según los relatos de la antigua Naraligian, cada uno de los reinos fue creado por su dios en distintas partes, por lo que debieron sobrevivir a todo. Recuerde que, para los sureños, el lobo es un emisario de su dios, por lo que ellos son parecidos al animal en algunos puntos.

—Huelen igual que ellos, se aparean igual que ellos y tienen los mismos modales –dijo riendo el rey –¿En qué más se pueden parecer? uhmmmm, ah y también.

—pelean igual que ellos. –terminó la frase el consejero –Podemos decir mucho, pero ninguno de los reinos ha ganado tantas batallas como las han ganado los fallstorianos en estos años.

—Je, tienes razón –dijo Isnirir tomando un trago de la leche –cum, cum, pero siempre que los hemos necesitado han estado allí, ayudándonos y protegiéndonos, por lo que no son malos aliados. La única bestia cobarde soy yo. Recuerdo muy bien que el miedo me hizo retirar en las cercanías a Fuerte Caos. Por esa razón, Alkardas, me nombró como el dragón sin dientes.

—Usted no fue un cobarde mi señor –dijo el servidor del rey –lo que hizo fue pensar en la vida de sus hombres, nada más que eso. Lo que los otros digan no importa. Lo que en realidad importa es que usted está bien y tiene la posibilidad de ver crecer a su hijo. Piense en todos aquellos que no lo harán por haberse quedado a pelear aquel día.

—Todos los reyes vivieron. Todos ellos son reconocidos en toda Naraligian por sus hazañas y valor. –dijo Isnirir –¿O no recuerdas la historia de la toma de Afnargat? A Hignar y Pulerg trepando por los muros de la ciudad y dando muerte a la mayoría de las tropas algirianas, para que Alkardas tuviera tiempo de romper con un ariete el portón principal y entrar en la ciudad, dar muerte a la esposa del rey y también a sus hijos. El mundo entero sabrá que Isnirir de la casa Carminens, huyó como un perro apaleado.

El consejero dejó a su señor para que pudiera meditar a solas. En su corazón él sentía tristeza por no haber estado con los que había considerado sus amigos. También por haberse ocultado todos esos años sin enviar mensajes o noticias al reino sobre su tierra y la protección del Norte.

Varias horas meditó, hasta que uno de sus guardias, apareció corriendo hacia él. Las orbitas de sus ojos miraban en cualquier dirección, causa del cansancio o tal vez la preocupación.

—Mi señor –dijo cansado el guardia –vine tan rápido como pude. Ahhhh, unos visitantes lo esperan en la fortaleza principal. No sé quiénes son, pero están impacientes por verlo.

—Estandarte, blasón o alguna insignia –dijo el monarca –algo que los distinga. Vestimenta, color de tez, ojos o cabello.

—Nada mi rey. Visten ropaje negro y sus rostros están ocultos bajo capuchas –dijo el hombre, rascándose el cuello. –Mis hombres los custodian por si llegara a pasar algo.

Isnirir, seguido por su guardia, se dirigió al castillo, donde dos visitantes imprevistos lo esperaban ¿Quiénes serán? ¿Cuáles serán sus intenciones? ¿Amigos o enemigos? Estas preguntas daban vueltas por la cabeza del rey bestia. Lo que más le preocupaba era su esposa, quien estaba en el castillo con su segundo hijo en el vientre. Dagrelor, se llamaría.

Los portones del cerco del castillo se encontraban abiertos y sin protección. El guardia le explicó a su rey, que los hombres que debían encargarse, estaban en el salón del trono ismiraniano vigilando a los recién llegados. Todo estaba tranquilo, a excepción de la zona de práctica, donde entrenaban combate montados en Grafnorts, criaturas parecidas a lagartijas, pero muy grandes, de dientes y cuernos muy largos. Lanza iba y lanza venía. El combate se basaba en tratar de desmontar al oponente de su bestia. El que lograba derribarlo, era el ganador.

Isnirir recordaba sus días de infancia, cuando tuvo que elegir entre montar un Grafnort o un dragón escupe fuego. Su padre le había enseñado todo sobre estas criaturas. Él, tuvo un año para pensar su respuesta. Ahora Talkno tendría que decidir qué animal montaría el resto de su vida.

Los guardias de la fortaleza, abrieron las grandes puertas, para que su señor pudiera ingresar al salón principal. Algunos de estos, habían sido dispuestos para vigilar a los visitantes y no estaban en sus puestos. Más bien, se encontraban muertos en el suelo, como si una criatura los hubiera atacado y abierto a la mitad. Uno de los individuos, sentado en el trono de Ismiranoz, miraba al rey quien no comprendía lo sucedido.

—Salve Isnirir, señor de Lufnar y del magnífico reino de Ismiranoz –dijo el hombre sentado en el trono –Veo que después de años, nos volvemos a ver, pero ahora soy yo quien viene a tu reino, ¿no es así?

—Temo que no te conozco –dijo Isnirir –tal vez si te quitaras la capucha que cubre tu rostro, puede que logre conocerte.

El misterioso ser, se quitó el pesado manto con el cual se cubría. Bajo este llevaba una armadura negra como la oscuridad, con el emblema de una calavera coronada sobre llamas de fuego color verde. Alrededor de su cuello tenía una cicatriz, la cual no había cerrado totalmente, por lo cual un poco de sangre salía aun de ahí. Ojeras negras decoraban su rostro al igual que su pelo oscuro.

Isnirir no conocía al que estaba parado frente a él. Pensaba que debía de ser un sádico que disfrutaba haciéndose sufrir. El guardia del rey desenvainando su espada, le ordenó al hombre que bajara de allí, porque aquel no era su lugar, pertenecía al señor y protector del reino de las bestias.

—Nunca aprenderán a no amenazar a alguien que es más poderoso –dijo el hombre, moviendo su mano hacia arriba.

El soldado de Isnirir voló por los aires, hasta chocar con el techo del salón. Al caer, todos los huesos de su cuerpo estaban quebrados y su rostro todo manchado por la sangre que fluía de su nariz. El rey de Ismiranoz se agachó para ver más de cerca el destrozado cuerpo de su guardia más fiel.

—Su vida me pertenece –dijo el otro hombre, quien miraba desde un costado del salón –vinimos desde lejos para verte, Isnirir. Nuestras tropas están reuniendo a tu gente en la aldea. Tendrás que ir y decirles que claudicas tu reino a Golbón de la casa Lenger.

—No lo haré –dijo enojado el rey –no lograrás hacer que me rinda ante un tirano como él. Y no hay nada que puedas hacer, para lograrlo.

El compañero de Golbón se rio de la respuesta del ismiraniano. Este dejó caer también su manto dejando al descubierto una túnica negra con ribetes rojos. Colgado de su cuello llevaba un collar plateado con un pendiente con forma de cuervo sosteniendo por los hombros a un hombre. Sus ojos amarillo brillantes lo miraban con curiosidad como si supieran algo. Chasqueó sus dedos. De uno de los costados de la sala, apareció su esposa, la reina Malkani, quien en su vientre llevaba al segundo hijo del rey. Su rostro transfigurado por el miedo. Esta, flotaba por el aire, al igual que lo hace la bruma sobre el mar. Se detuvo a un costado de Golbón. El malévolo ser la miraba de pies a cabeza, pero centró su atención en el redondo vientre.

—Un niño hecho y derecho –dijo Golbón tocándolo –dime Isnirir, te revelarás ante mí, lo que llevará a la muerte de tu querida esposa e hijos. Por cierto, ¿dónde está el otro niño? Les dije que me lo trajeran de inmediato, o acaso no entienden que es de suma importancia que se encuentre aquí, junto a mí.

—Mis hombres lo fueron a buscar –dijo el consejero del rey, entrando en el gran salón seguido por varios algirianos. Llevaba puesta la armadura algiriana, con una larga capa roja. Por lo que Isnirir dedujo que era alguno de los capitanes de Algirón. –según lo último que se, Talkno se dirigía, por orden de su padre, hacia los muelles donde se encontraría con el maestro Khataron. Lo que hallará, será la cabeza del maestro en una pica, junto con una docena de algirianos, los cuales lo van a estar esperando.

—¡Traidor! –gritó el rey. Este se lanzó para estrangular a su antiguo consejero. Lo hubiera logrado de no ser porque dos guardias lo detuvieron.

—¡Estás enojado!, lo sé –dijo el traidor, tocándose el largo y blanco bigote –si haces lo que mi señor Halfindis te ordenó, y te rindes ante el poder de Algirón, tu familia vivirá en paz por el resto de sus vidas.

—No creo que él sea el dios de las tinieblas –dijo Isnirir –si lo fuera, significaría que toda Naraligian, los cinco reinos, serían dominados por el mal. Lo que no me permitiría vivir tranquilo con mi familia.

—Acéptalo Isnirir, –dijo Golbón tomando por la larga cabellera a la esposa del rey. Ella gritó por el tirón –tengo la vida de tu familia en mis manos. No seas idiota y piensa por un momento de lo que soy capaz.

Isnirir, de rodillas en el suelo, miró a su amada, quien lloraba del dolor. Esta le dijo moviendo los labios sin emitir sonido, que protegiera a Talkno. Malkani le dio una cachetada al algiriano. La reina corrió rápidamente hacia Isnirir, quien se enfrentaba en duelo de espadas contra su antiguo consejero. El rey logró dar muerte al hombre y tomando de la mano a Malka se dirigieron a los establos.

La señora de Ismiranoz sintió que algo punzante, penetraba por su espalda hasta salir por un costado de su ombligo. Toco su vientre, y su mano se tiño de rojo. El algiriano no iba a permitir que escaparan los dos con vida, por lo que arrojó su lanza, la cual hirió a Malkani. Isnirir se arrodilló a un costado de su agonizante amada, quien tomando sus manos le dijo:

—Huye y protege a nuestro hijo –susurró llorando por el dolor. —colocaba las manos de su amado en su vientre –lamento no haberte dado a tu segundo hijo. Sálvate mi amor. Salva al reino –la reina cerró los ojos por última vez en su vida.

El rey enfiló hacia los establos donde montó en su dragón. Este salió volando de la ciudad la cual estaba siendo tomada por las fuerzas de Algirón. Halfindis miró al gran animal alejándose y apuntó con su dedo índice al señor de Ismiranoz. Lanzó un haz de luz negra que rozó el cuello del viejo rey. Debajo de este, su hijo escapaba de los jinetes del mal, quienes no pudieron seguirlo más, porque el astuto príncipe, se lanzó al río alejándose del lugar. Este miró como su padre herido se dirigía hacia el Sur.

Talkno no entendió como los enemigos se habían introducido en sus tierras, pero lo que si sabía era que, su padre, el rey no se había rendido ante ellos.

—No entiendo como al gran Halfindis, se le pudo escapar un simple rey –dijo enojado Golbón –si los súbditos de Isnirir, llegaran a saber que su rey aún vive, se alzarán en nuestra contra.

—¿Tú crees que simples salvajes pueden enfrentarse a la furia de Algirón? –dijo Halfindis levantando con magia, a la reina muerta –Si quieres gobernarlos, haz que te teman. Coloca el cuerpo de su reina, la cual no llegó a dar a luz a su segundo hijo sobre los portones de la empalizada. Que todo el mundo sepa, lo que pasará si se revelan jajajajajajaja…….

—¿Qué noticias hay del heredero de Isnirir? –preguntó Golbón sentándose en el trono ismiraniano –¿Lograron atraparlo o también se les escapó de las manos?

—El príncipe Talkno huyó, mi señor –dijo uno de los capitanes del ejército de Algirón –Lo teníamos contra el río, pero se tiró en él para que no pudiéramos atraparlo. Mandé un escuadrón de búsqueda, el cual espero que lo encuentre.

—Me ha fallado por última vez, capitán Yarokle –el rey de Algirón, levantó con sus poderes al menudo capitán, el cual parecía ahorcarse por dentro –Capitán Temerion, usted está a cargo ahora. No falle o sabrá cuál será su destino. Busque y tráigame la cabeza de Talkno Carminen.

Temerion, con una reverencia se retiró del lugar donde reunió a varios caballeros para iniciar la búsqueda. Halfindis miraba admirado a su hijo, por la actitud que había tenido frente al problema. Este ordenó a los sirvientes que limpiaran los charcos de sangre y sacaran los cuerpos del lugar. El de Malkani fue empalado a las puertas de la aldea para que todo el mundo viera lo que les pasaba a los enemigos de Golbón.

Los consejeros y leales súbditos del rey Isnirir, al enterarse de la noticia de su muerte, fueron convocados por el nuevo señor de Ismiranoz para jurarle lealtad y obediencia. Los primeros en hacerlo fueron los consejeros, quienes hincándose sobre su pierna derecha, recitaron el juramento de lealtad. Cuando estos se retiraron, Halfindis miró a Golbón quien desde el elevado asiento le devolvía la mirada.

—¡Isnirir ha escapado!, debes encontrarlo y darle muerte. Solo así conseguiremos el control total de Ismiranoz –dijo el dios.

—Tienes razón –dijo el rey –me había olvidado de ese pequeño detalle. Pero a quien enviar. Nadie lo alcanzará tan rápido, a no ser que use mis poderes para atraparlo. –el malvado hombre algiriano ordenó a los siervos que no limpiaran uno de los charcos de sangre. Estos obedecieron y lo dejaron como les fue ordenado. Golbón se colocó a un costado de este y estirando los brazos hacia delante, pronunció unas palabras en lengua de muerto. –Agnarak nifater galonen utrorak –dijo.

De la sangre, Surgieron cinco criaturas negras con alas y varios dientes puntiagudos que parecían espadas. Sus ojos eran rojo escarlata al igual que la pequeña porción de cabellos que tenían. Llevaban en una de sus manos una espada de acero negro, con la cual acostumbraban a degollar a sus víctimas. Por alguna razón estas criaturas temían al señor de las tinieblas, porque cuando este se acercó para verlas bajaron la cabeza y pusieron sus manos adelante como para detenerlo.

—Impresionante –dijo admirado el dios –cinco espectros de la noche, en perfecto estado, lograste invocar ¿Tienes pensado enviarlos tras el ismiraniano?

—Escuchen bien, lo que les voy a decir, –dijo el rey a sus servidores, quienes se hincaron sobre su pierna derecha –el antiguo señor de Ismiranoz, Isnirir de la casa Carminen, ha huido hacia al Sur, por lo que supongo que pedirá ayuda a su amigo Alkardas Greywolf. Les ordeno a ustedes, que lo cacen y lo traigan ante mi presencia. Lo quiero vivo ¿Les quedó claro?

—Como ordene, amo –dijo con voz grave uno de los espectros –lo traeremos sin rasguño alguno.

Los cinco heraldos del mal, salieron volando por una de las ventanas del frente de la fortaleza. Estos, como águilas que buscan a su presa, se dirigieron hacia Fallstore, donde posiblemente encontrarían al objetivo de su misión.

Ya después de haber volado tres días, Isnirir llego al Sur. Allí abajo divisó la gran capital fallstoriana de Filardin. El rey sintió el penetrante frío que le entraba por la fina tela de lino de su camisa. Acostumbrado al árido clima norteño, el del Sur no le agradó. La gente de esta tierra vestía ropas de lana, algodón, cuero o pieles de animales, las cuales impedían que sus cuerpos se congelaran o sintieran el frío extremo.

Por el patio de entrada del castillo, caminaba el rey Alkardas seguido por el capitán Wolfhem y una escolta de guardias. Este iba y venía de un lado para el otro pensando sobre como estaría su hijo en Goldanag y si habría podido lograr que la disputa entre goldarianos y lodrinenses terminara. Isnirir no pudo detener a su mascota, por lo que tuvo que dejarse caer. El dragón siguió como si nada pasara y su rey no se hubiera caído.

El fallstoriano desprendiendo los broches de su manto, se lo colocó encima al norteño, quien temblaba por el frío. Isnirir tocó la herida en su cuello. Este trató de levantarse, pero su espalda le dolía tanto que no logró hacerlo. El antiguo señor de Ismiranoz tenía toda su espalda lacerada. Alkardas, tomándolo por los brazos, lo ayudó a levantarse.

—Mi amigo, pero ¿qué te ha pasado? –dijo Alkardas.

—Ismiranoz, mi amado reino, ha sido tomado –dijo llorando Isnirir. Castañeteaba los dientes por el pánico de su caída –No me creerás si te digo por quien fue tomado mi reino.

—No te entiendo, –dijo el fallstoriano –¿porque no te iría a creer?

—Porque el responsable de que yo esté aquí y también, de que hayan matado a mi familia –dijo Isnirir apretando los dientes –fue aquel al que años atrás asesinaste durante la rebelión algiriana ¿O ya no lo recuerdas?

El señor de Fallstore no podía creer lo que estaba escuchando. Este le ordenó al capitán Wolfhem que lo ayudara a llevarlo al castillo donde enviaría un mensaje a su hijo, notificándole lo sucedido. Dos de los guardias, ayudaron a Isnirir a sentarse en la base de la estatua del frente de la fortaleza. Le reina salió para enterarse de lo que pasaba. Al ver que su rey hablaba con el ismiraniano, quiso saber qué había sucedido. Su esposo hablaba con el rey bestia.

—¡No es posible lo que me dices! –dijo Alkardas mirando la estatua del gran lobo gris, que según ellos fue el que creó el reino –Según tú, Golbón, el antiguo soberano del reino de Algirón ha vuelto. Me gustaría saber cómo.

—Esa es la parte de la historia, en la que Halfindis, señor del mal, ha descendido a nuestro mundo, –dijo Isnirir –revivió a su servidor y le dio poder, con el cual tomó mi reino y hogar. Fui un tonto al creer que vivíamos en paz, sabiendo que nuestro enemigo no estaría tranquilo mucho tiempo, allá en sus tierras. Por ese descuido, mi esposa e hijos han muerto. Porque no he sido capaz de prevenir esta atrocidad.

Alkardas escribió en un trozo de papel el mensaje que enviaría hacia Goldanag, lo enrolló y le colocó el lacre sellado por el blasón de los Greywolf. Se lo entregó en manos a Wolfhem quien, a toda prisa, se dirigió a la torre del mensajero. Mientras tanto, uno de los sanadores del castillo, limpió las heridas de Isnirir y vendó su cuello para que las moscas no lo infectaran con sus huevos. Los dos reyes siguieron hablando hasta que el sol comenzó a ocultarse.

—Necesito que salves a mi reino –le pidió Isnirir a Alkardas –si es necesario te lo pediré de rodillas. No quiero que ellos sufran por mi culpa.

—Te prometo que no dejaré que tengan ese destino –dijo Alkardas. Este vio en el cielo unas extrañas aves que venían hacia la ciudad. –¿Qué es eso?

Isnirir miró las raras figuras que se acercaban rápidamente. Los guardias que custodiaban al rey hicieron lo mismo. Cuando estuvieron lo bastante cerca para reconocerlos, Alkardas junto, con su guardia, desenvainaron sus espadas. El señor de Fallstore le dijo a su reina que diera la alarma. Valeri dio la vuelta y puso rumbo hacia la fortaleza, cuando una de las criaturas, descendió en vuelo rapaz y tomando su espada degolló a la reina.

Alkardas corrió hacia donde yacía su amada esposa. No podía contener las lágrimas por la tristeza de su pérdida. Enojado, apretó la empuñadura de su espada y junto con su guardia enfrentaron a los enemigos. Estos peleaban ágilmente por no tener armadura, pero los fallstorianos eran igual de hábiles con ellas. Uno de los enemigos, dando muerte a varios de los guardias, tomó por el cuello a Isnirir. Wolfhem, quien había escuchado los ruidos desde la fortaleza, fue en la ayuda del rey bestia. El señor de Fallstore vio a su amigo, siendo ahorcado por una de las criaturas. Este se acercó a ella y la decapitó. El cuerpo del ser se transformó en una bruma negra, la cual desapareció rápidamente.

El rey trató de ayudar a su amigo, pero ya era demasiado tarde. Otra de las criaturas clavó su espada en el corazón del fallstoriano quien antes de cerrar los ojos, vio que el espectro era Golbón disfrazado. Este, con una risa de satisfacción dejo caer a su enemigo, el cual se desplomó sobre el duro suelo de granito. Isnirir tomó la daga de Alkardas y se la ensartó el mismo en su pecho, para que no pudieran llevarlo con vida. Golbón retornó hacia Ismiranoz donde su padre creador lo estaba esperando.

Wolfhem se arrodilló junto a su rey y cerró sus ojos. El señor de Ismiranoz con las manos en su pecho tapando su herida, llamó al capitán y le dijo:

—Debes advertirle al joven príncipe sobre lo sucedido. –susurró Isnirir dolorido –Dile que los algirianos volvieron y que debe salvar a mi reino. Solo así habremos vencido al mal –habiendo dicho esto el rey bestia murió acostado en el frío suelo de los lobos.

Cuando Golbón regresó al castillo de Lufnar, Halfindis lo esperaba sentado en el trono con varios soldados de Algirón protegiéndolo. Este, al ver llegar a su siervo, bajó de la plataforma y fue al encuentro del rey, quien parecía decepcionado por lo ocurrido.

—Isnirir ha muerto –dijo Golbón –su secreto lo hizo con él. Lo único que espero, es que podamos encontrar lo que buscamos con facilidad.

—Sin el rey bestia, no será nada fácil encontrarlo –dijo Halfindis rodeando a Golbón –pero si encontramos al vástago de Isnirir Carminen, puede que nos brinde la ayuda necesaria para acabar con esto. Solo así conseguiremos nuestro premio final.

—La conquista de toda Naraligian –dijo poniéndose de pie el algiriano –Tengo otra noticia que puede que te agrade. Alkardas Greywolf, junto con su esposa, murieron durante la caza del rey de Ismiranoz. La gente misma del reino de Fallstore ya no se sentirá segura sabiendo que no tendrán un rey o reina que los proteja de nuestra maldad.

—Aún hay uno que puede reclamar el trono de Fallstore. –dijo Halfindis mirando a Golbón quien le preguntó a quien se refería –Es aquel al que hace años debiste matar cuando era simplemente un niño, pero no pudiste hacerlo porque pereciste antes. Tú sabes de quien estoy hablando.

—Ponizok Greywolf –dijo sonriendo el señor de Algirón –me temo que a ese niño dentro de poco tiempo le llegará su muerte, jajajajajajaja.

Naraligian. Tierra de guerra y pasión

Подняться наверх