Читать книгу Naraligian. Tierra de guerra y pasión - F.I. Bottegoni - Страница 7

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Prólogo

Todo comenzó cuando los dioses, los dadores de vida, dieron origen a todas las criaturas vivientes.

La tierra perfecta era conocida como Naraligian, un vasto territorio lleno de montañas, bosques y lagos. Es allí donde ellos crearon los cinco reinos dominantes de esta tierra. Estos fueron dispersándose por cada zona de este lugar y cada uno de ellos fue devoto a su dios creador.

La vida en Naraligian era próspera y segura, las personas sembraban, pescaban o construían las grandes ciudades o aldeas en las cuales vivirían. El más poderoso de los cinco reinos era conocido como Fallstore, un reino sureño, reconocido por tener y crear a los mejores guerreros y caballeros que hubiera sobre Naraligian. Éste era gobernado por el rey Alkardas primero, un hombre de edad madura, alto y de grandes particularidades que lo convertían en supremo monarca. Junto con su esposa tuvieron un hijo, el cual fue nombrado desde su nacimiento como Ponizok, el siguiente al mando de Fallstore. Desde su llegada al mundo el joven fue criado y entrenado para su futura vida, en la cual tendría que mantener la paz y la seguridad de toda Naraligian.

Fue así como el gobernante de uno de los reinos sintió una envidia por este niño y el futuro que le tocaría. Esta persona era nada más y nada menos que el rey de Algirón, Golbón, al cual se lo reconocía por su tiranía y manera de provocar el sufrimiento extremo en cualquier persona. Éste, desde tiempos remotos, sentía un gran odio por Fallstore y una gran ambición de poder, que lo llevarían a su pérdida total y a la Muerte. Pero no solo eso, su reinado, era considerado una gobernación a través del terror, tanto a sus sirvientes como a sus pobladores. Según las criaturas vivientes y los reinos de Naraligian, los algirianos eran las personas menos decentes y más egoístas en sus decisiones. Para Alkardas, el egoísmo y la indecencia eran particularidades que solo los débiles de corazón y alma solían tener. Todas las personas que se topaban con alguno de los pobladores de este reino eran asesinadas, raptadas y torturadas, para sufrir con trabajos forzados en Algirón. Todo Fallstore tomó medidas para evitar que cualquiera de estas personas entrara en los otros reinos.

Un día de verano, el señor de Fallstore, montado en su bravío corcel, puso rumbo hacia el Norte, junto con una docena de sus guardias como protección. Su travesía sería en vano ya que nada de lo que hicieran lograría detener la maldad que día tras día se acumulaba en la gran ciudad capital algiriana. Afnargat, o Torre de las Tinieblas, era el nombre que le había dado la familia Lenger a su hogar.

Muchos días tardó el sureño en llegar al Norte, donde trataría de impedir la guerra que estaba por iniciarse en toda Naraligian y lograr así, la paz y tranquilidad en los cinco reinos. Al llegar a las grandes puertas de la ciudad algiriana, los centinelas apostados sobre los muros, que no permitían el ingreso de nadie del exterior, solo por orden de su señor, autorizaron a los encargados que abrieran las puertas para darle el paso a quien lo solicitaba. La maldad asechaba en cada rincón, todas las personas emanaban grandes cantidades de odio al rey fallstoriano. Las puertas del castillo se hallaban ante él, los soldados que hacían guardia las abrieron. Allí, en el gran salón principal, se hallaba Golbón de la casa Lenger, un hombre adulto de cabellos color negro que le llegaban a la nuca. Su barba era puntiaguda y contenía varios toques de oro que habían sido fundidos y colocados allí. Sus ojos rojos no dejaban ni por un segundo de mirar al recién llegado. Junto a este se encontraba su reina, una mujer de su misma edad, con cabellos como hilos de oro y su piel blanca como la leche.

El señor de Algirón, cortésmente recibió al recién llegado, mientras les ordenaba a sus hombres que le ofrecieran alimento y algo de beber a sus acompañantes.

—¡Alkardas Greywolf, viejo amigo! –dijo Golbón –temo que no esperaba tu visita, por lo que no tengo nada preparado o elaborado para ofrecerte.

—No viajé desde el Sur, por tu repentina amabilidad, Lenger. –dijo Alkardas, mientras tomaba una de las copas de vino que le ofrecían –lo único que he venido a pedirte, es que retires de tu cabeza, la simple idea de conquistar y dominar todas las tierras. Estas son muy grandes para ti solo.

Golbón dejó escapar una pequeña risa entre dientes. Su esposa lo miraba con inquietud, nadie sabía lo que podía estar maquinando este ser maléfico para el futuro.

—¡Es por eso, que has venido desde tu lejano y frío hogar en el Sur! –dijo sonriendo el señor de Afnargat –déjame ver si lo entendí, estás pidiéndome que retire a mis hombres del campo, para así continuar con la paz, que desde hace años reside en esta tierra… Ja ¿acaso creíste que unas simples palabras tuyas lograrían calmar mi avaricia? ¡No!, tú más que ninguna otra persona debe entender, que esto no lo inicié yo, sino tú. –apuntando con su dedo al sureño –¿Por qué deberían solicitar tu ayuda, cuando yo también los pude socorrer?, temo decir que mi respuesta es no, y déjame aclarar que la masacre concluirá, cuando tú, el gran lobo sureño, duermas eternamente en el suelo y todos aquellos que te juraron lealtad, estén postrados ante mí.

—Estas eligiendo un camino que no posee retorno alguno. –dijo Alkardas, con furia en su mirada –no solo eliges tu extinción, sino la de todos aquellos a los cuales consideras tus iguales –intentando calmar al monarca. –¡Te lo imploro!, termina de una vez con tu codicia, porque lo único que conseguirás de ella será, pena y dolor.

—¡No intentes amenazarme! –gritó Golbón saltando de su trono y apretando sus puños –no te olvides que soy el heredero de la muerte y todos aquellos que me sigan, tendrán ventaja sobre esta. –los hombres de Algirón se acercaron al sureño para sacarlo del lugar, pero los mismos guardias de Alkardas, desenfundando sus espadas se interpusieron, para que no pudieran tocar a su señor –Ahora vuelve, pasa tiempo con tu hijo y esposa, porque dentro de unos meses no los volverás a ver. Me haré cargo de que tu linaje, se extinga, todos los Greywolf que existen sobre Fallstore morirán ¡Yo soy Golbón Lenger, nunca lo olvides!

El señor de Fallstore, seguido por sus leales guardias, salió del lugar. Los caballeros que habían jurado protegerlo lo esperaban montados en sus caballos. Uno de estos le entregó las riendas del suyo. Alkardas, subiéndose, les dijo a sus hombres:

—Si es la guerra lo que quiere, –dijo mirándolos seriamente –es lo que conseguirá por haberse metido con mi familia. El imponente rey se retiró de la ciudad, seguido por sus fieles escoltas.

Tardó unos meses en llegar de vuelta a Filardin, donde su esposa lo esperaba, con su hijo parado a su lado ante las puertas de la fortaleza. Cinco años había cumplido ya, era un príncipe bello de cabellos y ojos color castaño oscuro, su piel era blanca como la de la mayoría de los habitantes de Fallstore, ya que en ese reino la mayor parte de los días del año estaban nublados por el invierno.

El joven príncipe al ver a su padre entrar por la puerta, corrió rápidamente a recibirlo. Alkardas lo abrazó con fuerza y besó su cabeza. Valeri acercándose, lo abrazó también y lo besó en los labios.

—¿Qué pasó en Afnargat? –preguntó su esposa impacientemente –¿Acabará Golbón con esta locura?

—Él no quiso acceder a mi solicitud de paz, por lo que tendré que encargarme yo mismo del asunto. –el rey de Fallstore mirando a su hijo dijo –Envía mensajes a los reyes amigos. Diles que los espero a todos en las cercanías de la ciudad de Carpincho Rojo. Deben llevar consigo a todas sus fuerzas.

—¿Atacarás a los algirianos? –dijo nerviosa la Reina. Tenía sus manos sobre los hombros del pequeño príncipe.

—Dile a tu hermano que necesito que la flota de Thoms ataque la prisión de Angustia y luego tome posesión de Torre de Muerte. Debe atacar antes del cinco de marzo, durante la luna nueva.

—Ordenaré a los emisarios reales que envíen rápidamente los mensajes a todos los señores de las tierras naraligianas. Todos deberán estar allí, dentro de dos meses –Valeri, tomando a Poni de la mano, lo condujo a su habitación. Esta se encontraba en el gran torreón de Filardin, junto a la de sus padres y varias más. Tuvieron que pasar varios pasillos y subir largas escaleras para poder llegar. Cuando entraron en esta, el pequeño se cambió de ropa y se acostó en su cama, la cual estaba hecha de plumas, lo que hacía que fuera muy cómoda.

—¡Mi padre irá a pelear! –dijo Ponizok a su madre, mientras ella, acariciaba los cabellos del niño –¿Podré ir con él?

—Cuando crezcas, y seas más alto que yo, lo harás hijo mío. –dijo ella besando la frente de Poni –Ahora debes disfrutar de tu infancia, luego vendrán las guerras, cacerías y noviazgos. Pero preocúpate de que todo salga bien en tu vida. Evita tener enemigos, y ten grandes amigos que te protejan en todos los aspectos de ella.

—Así lo haré madre –dijo el príncipe acomodándose en la cama –Pronto seré grande como mi padre y valiente como los gloriosos reyes que me precedieron.

Valeri salió por la puerta dejando solo en la habitación la luz de la estufa, donde ardían los grandes maderos, y a su primogénito quien miraba por la ventana de su cuarto mientras pensaba:

—Seré el rey más grande que se haya conocido en toda Naraligian decía para sí mismo. Cerró los ojos, dejando que el sueño lo invadiera y todos sus deseos se cumplieran en el futuro.

Naraligian. Tierra de guerra y pasión

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