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3. EL ESPACIO SAGRADO

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El laberinto forma parte de los espacios sagrados; podríamos decir que en sí mismo constituye un espacio sagrado. Hablamos de espacio sagrado como opuesto a profano. Existen muchos lugares naturales de la Tierra que el ser humano ha identificado como sagrados. A este contacto o acercamiento a lo sagrado Mircea Eliade lo denomina “hierofanía”. Dice este autor: «al manifestar lo sagrado, un objeto cualquiera se convierte en otra cosa sin dejar de ser él mismo, pues continúa participando del medio cósmico circundante. Una piedra sagrada sigue siendo una piedra; aparentemente (con más exactitud desde un punto de vista profano) nada le distingue de las demás piedras. Para quienes aquella piedra se revela como sagrada, su realidad inmediata se transmuta, por el contrario, en realidad sobrenatural».8

Ciertos lugares fueron considerados como sagrados a través de los tiempos: bosques, cuevas, montañas, ríos... Algunos de esos lugares, como las cuevas, formaban parte de túneles o subterráneos laberínticos que estaban en el interior de la Madre Tierra. La Madre Tierra ha simbolizado en la antigüedad la vida (la que permite nacer las semillas, alimentarnos), la muerte (cuando morimos volvemos a la tierra), la transformación (todo se recicla) y el conocimiento.

Algunos de esos lugares eran sagrados porque parece ser que allí se experimentaba cierta energía –posiblemente había corrientes telúricas–, diversas sensaciones y percepciones que permitían un efecto “especial” sobre la persona,9 una apertura de la conciencia. Según Devereux10 «había en el pasado una actividad humana conspicua que reconocía el valor del lugar, del espacio sagrado: una preocupación por la interacción de la psique y el entorno». «Lo sagrado –continúa diciéndonos– es importante en los antiguos lugares sagrados porque lleva aparejadas zonas de la conciencia que han quedado anuladas en la conciencia contemporánea.»

Los laberintos surgieron fundamentalmente como espacio sagrado donde se pudiera conectar con otras dimensiones espirituales o de la conciencia, como el contacto con sus dioses o como un lugar de iniciación, de experiencias difíciles que permitieran entender el proceso de vida y muerte.

El espacio sagrado es el espacio del misterio. Algo ocurre en el laberinto que es misterioso. De ahí su fuerza, su atracción y su temor. No tiene una lógica racional. Hay que trabajar con la intuición. Hay una parte que podemos entender, y otra que no, que es misteriosa, por eso prevalece esa atracción y temor al mismo tiempo.

Los laberintos de la vida cotidiana

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