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5. JARDINES Y JUEGOS

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Frente a esa dimensión sagrada, misteriosa e iniciática, el laberinto se vulgarizó, se hizo profano, perdió su carácter de ritual sagrado y se empezó a utilizar en juegos y jardines.

En la época romana, el tema del laberinto aparece en diversos lugares, como en los frescos, los suelos, o como motivo decorativo en la cerámica. En la Edad Media adquieren un sentido diferente –el camino que lleva a Jerusalén– y se representan en las entradas de algunas iglesias.

A partir del Renacimiento se van diseñando en los jardines, adquiriendo un sentido más profano y estético. En Italia (s. XI), en Inglaterra (s. XVI) o en Francia, se diseñaban jardines laberínticos. Al principio eran de poca altura, más o menos a la altura de la rodilla, pero posteriormente se hicieron también más altos, como el de los jardines de Versalles, diseñados por Perrault en 1667.17

El sentido que adquiría el jardín en estas épocas era, además del estético, para estimular determinados estados anímicos. A veces se trataba de favorecer estados de reflexión, de meditación, de tranquilidad y sosiego; mientras que en otros casos se pretendía el efecto contrario: generar sorpresa, miedo o confusión.18

También, en algunos casos, tuvieron un sentido erótico, utilizándose ese espacio para encuentros y juegos amorosos.

Los laberintos se fueron incorporando también en los juegos de salón, de mesa, o infantiles, como “la rayuela” o como el juego de la oca, en donde se avanza y retrocede continuamente; o en ferias y parques de atracciones o como juegos gráficos de entretenimiento.

Actualmente algunas ciudades incorporan recorridos laberínticos como estímulo de diversión (Barcelona, Budapest). [FIGURA 8.]


El juego de la oca y tres en raya.


La rayuela.


Jardín de Coyoacán (México).

Los laberintos de la vida cotidiana

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