Читать книгу El capitaloceno - Francisco Serratos - Страница 6

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En nuestro afán por historiar el Apocalipsis, hemos creado varias formas de medir el tiempo que nos queda de vida como especie. Una de esas invenciones fue el Doomsday Clock, en 1947, a raíz del miedo que experimentó el hemisferio occidental por la amenaza de una guerra nuclear entre Estados Unidos y la Unión Soviética. La creadora fue Martyl Langdorsf, artista y esposa de uno de los científicos que participó en el Manhattan Project para la creación de la primera bomba atómica. Su objetivo fue concientizar sobre el peligro de las nuevas fuerzas nucleares en el mundo, pero una vez mitigada la paranoia nuclear, ahora se utiliza para medir simbólicamente cualquier peligro global que amenace la vida terrestre y la paz mundial, desde conflictos bélicos hasta desastres como el cambio climático. Cuando el reloj inició, las manecillas marcaban 7 minutos antes de la medianoche y han descendido hasta los 17 minutos cuando Estados Unidos y la Unión Soviética firmaron un acuerdo para reducir su armamento nuclear en 1991. Estos minutos no representan un tiempo real sino eventos históricos que hacen desplazar a sus manecillas hacia atrás o hacia delante dependiendo de la amenaza de los sucesos que marca; es decir, el reloj del fin del mundo no mide el tiempo sino los acontecimientos. En total se han movido veintidós veces desde su creación. Lo más cerca que hemos estado de la medianoche son 2 minutos antes, cuando Estados Unidos terminó de manera exitosa sus pruebas con la bomba de hidrógeno. Después, en enero de 2017, el reloj marcó 2:30 minutos antes de la medianoche: el inicio de la presidencia de Donald Trump en Estados Unidos. En el año 2020, el reloj marca 100 segundos antes de la medianoche, el punto más cercano a la catástrofe desde su creación en 1947; la razón es la inacción de los gobiernos para ralentizar la crisis climática. El viaje al fin de la noche apenas comienza.

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