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Consejos sobre la vida saludable

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Una de las visiones más significativas de Elena de White en términos de su impacto a largo plazo para conformar el ad­ventismo tuvo lugar el 5 de junio de 1863. Al día siguiente ella escribió: “Vi que era un deber sagrado atender nuestra salud, y despertar a otros ante su deber en este sentido... Tenemos el deber de hablar, de oponernos a la intemperancia en todas sus formas –intemperancia en el trabajo, en el comer, en el beber, intemperancia en el consumo de medicamentos– y entonces señalarles la gran medicina de Dios: el agua, el agua pura y suave, para la enfermedad, para la salud, para la limpieza y la higiene, y para lujo… Vi que no debíamos guardar silencio sobre el asunto de la salud, sino que debíamos despertar las mentes a este tema” (Mensajes selectos, t. 3, cap. 32, pp. 318, 319).

“La obra de Dios exige que no nos despreocupemos del cuidado de nuestra salud. Cuanto más perfecta sea nuestra salud, más perfecto será nuestro trabajo” (ibíd., p. 318).

Notemos que la reforma en favor de la salud de los adventistas del séptimo día no era un asunto meramente personal. Tenía implicaciones sociales y misioneras. Esto llegó a verse claramente en diciembre de 1865, cuando la Sra. de White re­cibió una segunda visión más importante sobre la reforma pro salud. Mediante ella se les pedía a los adventistas que establecieran sus propias instituciones de salud. Esas instituciones de­bían proporcionar a los miembros de la iglesia un lugar donde pudieran recuperar su salud, en un ambiente espiritualmente agradable donde “los enfermos pu­die­ran recibir tratamiento para sus enfermedades y aprender también a cuidarse ellos mismos para prevenirlas” (Testimonios para la iglesia, t. 1, p. 482), y ejercer una influencia directa sobre la población no ad­ventista.

“Cuando los incrédulos acudan a nuestra institución dedicada al tratamiento eficaz de las enfermedades, bajo el cuidado de médicos observadores del sábado –escribió Elena de White–, serán colo­cados directamente bajo la influencia de la verdad. Al relacionarse con nuestro pueblo y nuestra fe verdadera, desaparecerá su prejuicio y recibirán impresiones favorables. Al ser puestos así bajo la influencia de la verdad, algunos no solo obtendrán alivio de enfermedades corporales, sino también hallarán un bálsamo sanador para sus almas enfermas por el pecado [...]. Una de estas preciosas almas que sea salvada valdrá más que todos los recursos necesarios para establecer esa clase de institución” (ibíd., pp. 432, 433).

La visión del 25 de diciembre de 1865 no solo estableció la necesidad de una institución de salud, sino también integró la re­forma pro salud con la teología adventista, indicando que “la reforma pro salud es una parte del mensaje del tercer ángel, y está tan estrechamente relacionada con él como el brazo y la mano lo están con el cuerpo” (Consejos sobre el régimen alimenticio, sección III, p. 87)3. La reforma pro salud, como la percibía la Sra. de White, era para ejercer una función preparatoria. Era para alistar al pueblo de Dios “para el fuerte clamor del tercer ángel” y ayudarlo a estar “listo para el traslado al cielo” (Testimonios para la iglesia, t. 1, p. 427). En otras palabras, la reforma pro salud es un instrumento para preparar a los adventistas para la segunda venida de Cristo. Al igual que la organización de la iglesia, la reforma pro salud tiene que ser un me­dio para alcanzar un fin, en lugar de un fin en sí mismo.

Pero algunos predicadores y otros creyentes que tenían gran entusiasmo por el mensaje de la reforma pro salud, olvidaban ese aspecto de la enseñanza. Como resultado, algunos meses más tarde, Elena de White corrigió cuidadosamente cualquier impresión equivocada que ella pudiera haber dejado sobre el tema, cuando escribió: “La reforma prosalud está estrechamente relacionada con la obra del tercer mensaje [el mensaje de la Iglesia Adventista], y sin embargo, no es el mensaje. Nuestros predicadores deben enseñar la reforma pro salud, y sin embargo no deben hacer de ella el tema principal en lugar del mensaje. Su lugar está entre los asuntos que hacen la obra preparatoria para hacer frente a los sucesos presentados por el mensaje”. Ella hizo notar que, entre esas “obras preparatorias”, la reforma pro salud “ocupa un lugar prominente” (Con­se­jos sobre alimentación, cap. 3, p. 63).

Este consejo es de suma importancia, puesto que algunos adventistas han tenido la tendencia a los extremismos fanáticos en relación con la reforma pro salud, mientras otros la han colocado en el centro del mensaje de la iglesia. La Sra. de White tuvo que debatir contra esas perversiones de sus enseñanzas sobre este asunto el resto de su vida. Para ella, la reforma pro salud no ocupaba el centro del mensaje adventista. Su propósito era preparar al pueblo para el regreso de Cristo.

Los resultados de las enseñanzas sobre salud de Elena de White fueron tan ampliamente esparcidos como duraderos. A nivel personal, esas enseñanzas hicieron mucho para cambiar el estilo de vida adventista. Como resultado, con el tiempo, mejoró grandemente la salud de la feligresía adventista. Desa­fortunadamente, muchos que pensaron que estaban siguiendo sus consejos se fueron a los extremos en uno o más de los aspectos de la vida saludable. Pero el argumento de la Sra. de White siempre fue a favor del equilibrio en lugar de los extremismos. Como lo expresara ella, los remedios naturales son ocho: “el aire puro, el sol, la abstinencia, el descanso, el ejercicio, un régimen alimenticio conveniente, el agua y la confianza en el poder divino” (El ministerio de curación, p. 89). La buena salud demanda un equilibrio en el uso de cada uno de esos remedios y enfatiza evitar los extremos en todos ellos.

Los frutos institucionales de la visión sobre la reforma pro salud en 1865 fueron casi inmediatos. Durante la cuarta sesión del Congreso de la Asociación General celebrado en mayo de 1866, Elena de White presentó la necesidad de tener una institución de salud adventista. La respuesta de la iglesia se manifestó con la apertura del Instituto Occidental para la Re­forma de la Salud, en Battle Creek, Míchigan, el 5 de septiembre de 1866, y ese mismo año empezó la publicación de una revista dedicada a la salud, el Health Reformer [El reformador de la salud].

En l876, John Harvey Kellogg, quien a la sazón tenía 24 años de edad, fue nombrado gerente general del instituto de salud. La orientación prestada por Kellogg lo transformó en el Sanatorio de Battle Creek. Para finales del siglo XIX, este sanatorio había alcanzado una reputación internacional. A mediados de la década de l990, esa sola institución se había multiplicado hasta alcanzar la cifra de 152 hospitales; 330 dispensarios, clínicas y lanchas médicas; y 95 asilos para jubilados y orfanatorios, con un valor total de cerca de cinco mil mi­llones de dólares. Estos han sido algunos de los resultados de largo alcance del programa de salud que las visiones de Elena de White estimularon entre los adventistas del séptimo día.

Antes de cambiar a otro tema, quisiéramos llamar la atención al hecho de que las ideas sobre salud de Elena de White no eran completamente nuevas. Ella las presentó más bien en el contexto de un destacado movimiento pro salud que tuvo lugar en los Estados Unidos en ese mismo tiempo. Las visiones que ella tuvo colocaron a los adventistas en el centro del principal movimiento de reforma sanitaria y les proporcionaron la motivación religiosa, tanto para cuidar su salud personal como para extender el evangelio de la salud por medio de sus instituciones.

El factor evidente de la falta de salud entre el liderazgo adventista a principios y a mediados de la década de 1860 aumentó esa motivación. Jaime White y varios de los otros destacados líderes se hallaban incapacitados en aquellos mo­mentos; y algunos, incluyendo a los White, habían recibido asistencia en la institución de reforma pro salud que funcionaba en Dansville, Nueva York, con anterioridad a la apertura de la propia institución adventista en Battle Creek. El mensaje de salud era verdaderamente una necesidad para los líderes adventistas. Y ellos respondieron como correspondía.

También deberíamos notar que los adventistas no carecían de información referente a las enseñanzas del principal movimiento de reforma sanitaria contemporáneo. No solamente visitaban algunas de esas instituciones, sino también con el tiempo se relacionaron con las publicaciones del movimiento. Esa relación se hizo especialmente evidente en el libro de 296 páginas titulado Health: or How to Live [Cómo vivir saludablemente], publicado por Jaime White en 1865. El libro contiene capítulos de muchos de los reformadores principales de la salud de aquella época, junto con seis artículos sobre salud de la pluma de su esposa.

De 1863 en adelante, la salud y los temas afines encontrarían un lugar significativo en los escritos de Elena de White. El libro El ministerio de curación es quizá su más importante exponente sobre el tema (1905).

Introducción a los escritos de Elena G. de White

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