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Reavivamiento de la educación y actividades de Elena de White en el Pacífico Sur

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La reforma de la educación adventista, que se efectuó desde fines del siglo XIX hasta principios del siglo XX, estuvo vinculada directamente con el reavivamiento cristocéntrico estimulado por las reuniones de Minneápolis.

Los años inmediatamente posteriores a 1888 fueron testigos de un esfuerzo concertado para educar a los laicos y los ministros en el tema de la justificación por la fe, y para desarrollar una relación espiritual más estrecha con Jesús. En el verano de 1891, se produjo un gran cambio al enfocarse esta tarea en los educadores principales de la iglesia, en una intensa convención celebrada en Harbor Springs, Míchigan.

Los participantes consideraron la reunión como una fiesta espiritual. En ella, Jones predicó del libro de Romanos y Elena de White habló de temas como la necesidad de una relación personal con Cristo, la urgencia de un reavivamiento es­piritual entre los educadores adventistas y la centralidad del mensaje cristiano en la enseñanza.

Además de estos temas, el papel de la Biblia en la educación adventista recibió un renovado énfasis. Percy Magan re­cuerda que algunos de los temas principales de estudio y discu­sión “fueron la eliminación de los autores paganos e infieles de nuestros programas escolares, la exclusión de largos cursos sobre los clásicos latinos y griegos, y la inclusión de la enseñan­za de la Biblia y de la historia desde el punto de vista de las profecías” (Review and Herald, 6 de agosto de 1901).

La convención celebrada en Harbor Springs representó un cambio importante en la historia de la educación adventista, y una vez más Elena de White estuvo a la vanguardia. Uno de los aspectos más importantes de su lucha en la década de 1890 fue “el bautismo” de la educación adventista.

Lo que empezó en Harbor Springs pronto se extendió al Pa­cí­fico Sur, donde Elena de White pasó nueve años. Mien­tras seguía adelante con su ministerio habitual de escribir y hablar en público, buena parte de su energía se concentró con el tiempo en el establecimiento del Colegio para Obre­ros Cris­tianos de Avondale, en Nueva Gales del Sur, Aus­tralia.

La Sra. de White llegó a considerar a Australia como un excelente lugar para poner en práctica su visión de la educación. No solamente se hallaba a casi veinte mil kilómetros de la influencia del Colegio de Battle Creek y su programa tradicional, sino también las pruebas y los errores experimentados en las escuelas adventistas en los Estados Unidos le habían permitido captar mejor el significado de sus primeros consejos sobre educación. Por eso ella pudo escribir que, aunque sabía que la educación adventista debía ser de un orden diferente, “ha llevado mucho tiempo la comprensión de cuáles son los cambios que deben hacerse” (Testimonios para la iglesia, t. 6, p. 131).

A principios de febrero de 1894, mientras los dirigentes de la iglesia en Australia hacían planes para establecer el Colegio de Avondale, ella escribió que “nuestro ánimo ha sentido mucha ansiedad durante día y noche con respecto a nuestros colegios. ¿Cómo han de ser dirigidos? ¿En qué ha de consistir la educación y preparación de los jóvenes? ¿Dónde debe ser ubicado nuestro colegio bíblico en Australia?” (La educación cristiana, cap. 46, p. 331).

En lugar de ser una escuela clásica o semiclásica, como eran los colegios adventistas de Estados Unidos, el Colegio de Avon­dale planeó a conciencia enfatizar la enseñanza de la Biblia, las actividades misioneras y la dimensión espiritual de la vida. Ade­más, desarrolló un programa para enseñar a los jóvenes oficios útiles para la vida práctica. Otro rasgo distintivo fue la ubicación del Colegio en una zona rural, en un terreno de unas seiscientas hectáreas. En general, el experimento educativo de Avondale difería radicalmente de la educación adventista que se ofrecía por aquel entonces en los Es­tados Unidos.

Según la idea de Elena de White, el Colegio de Avon­dale debía ser “un colegio tal como el Señor ha señalado que debía establecerse” (Manuscrito 174, 1897). Ella hizo todo lo posible por evitar que siguiera el modelo defectuoso de la educación adventista en los Estados Unidos. “Aquí no debe traerse ninguna teoría humana”, escribió en 1897. “Aquí no debe soplar ninguna brisa de Battle Creek. Veo que debo observar adelante, detrás y a cada lado para evitar que entre lo que me ha sido presentado como perjudicial para nuestras escuelas en los Estados Unidos” (Manuscript Releases, t. 20, p. 215).





Si como pionero de la educación adventista el Colegio de Battle Creek había sido un pobre ejemplo, aunque ampliamente imitado, ahora Elena de White estaba determinada a hacer del Colegio de Avondale, que era como un segundo comienzo, un modelo ejemplar y de mejor influencia.

La importancia del experimento de Avondale fue gradualmente comprendida por Guillermo C. White y otros. En octubre de 1898, Willie escribió que “testimonios recientes nos indican que esta debe ser una escuela modelo” y, por lo tanto, “es de suma importancia que hagamos todo esfuerzo razonable para que sea un modelo perfecto y correcto [...]. De los escritos recientes de mi madre se desprende que hay, en el éxito de esta escuela, mucho más en juego de lo que alguno de nosotros ha comprendido” (Guillermo C. White a J. N. Loughborough, 22 de octubre de 1898).

Gran parte de los escritos sobre educación de Elena de White fueron el resultado de sus experiencias en el desarrollo del Colegio de Avondale. Por eso Willie pudo escribir a fines de 1899: “Creo que mi madre ha escrito más durante los últimos dos años sobre los principios de la educación, la importancia del estudio de la Biblia, las ventajas de combinar el trabajo con el estudio y el valor de la agricultura [...] que en todos los años anteriores. Creo que ella ha escrito más ampliamente sobre eso que sobre ningún otro aspecto de nuestra obra” (Guillermo C. White a C. M. Christiansen, 25 de septiembre de 1899).

Las instrucciones de Elena de White sobre educación en la década de 1890 han seguido guiando la educación adventista hasta el día de hoy. La mayor parte de esas instrucciones las encontramos en Special Testimonies on Education [Testi­mo­nios especiales sobre la educación] (1897), La educación (1903)4 y la amplia sección sobre educación en el tomo 2 de Joyas de los testimonios (1900). Posteriormente, parte de sus con­sejos sobre educación producidos durante la década de 1890 aparecieron en el libro Consejos para los maestros (1913) y La educación cristiana (1923).

Además del Colegio de Avondale, otro resultado de la estadía de la Sra. de White en Australia fue el movimiento en favor de las escuelas primarias adventistas. Hasta mediados de la década de 1890, los adventistas habían puesto sus esfuerzos mayormente en el establecimiento de escuelas de enseñanza secundaria y superior. Pero eso cambiaría completamente, y Elena de White estaría al frente de tal cambio.

El hecho de que las leyes de enseñanza obligatoria de Aus­tralia muchas veces obligaban a los padres adventistas a enviar a sus hijos a escuelas que no eran ni mucho menos ideales estimuló el movimiento para establecer escuelas de enseñanza primaria. Al hablar de dicha situación en 1897, la Sra. de White escribió: “En este país los padres se ven obligados a enviar a sus hijos a la escuela. Por lo tanto, en lugares donde haya una iglesia, deben establecerse escuelas aunque no haya más que seis niños para asistir” (Manuscript Releases, t. 8, p. 366). En los meses que siguieron, ella escribiría mucho en relación con la enseñanza primaria.

Líderes de la reforma educativa como Edward Alexander Sutherland, Percy T. Magan y otros tomaron muy en serio el consejo al regresar a los Estados Unidos. En los años siguientes, la enseñanza primaria adventista experimentó un crecimiento fenomenal, como se puede ver en la siguiente tabla:

Introducción a los escritos de Elena G. de White

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